En
tiempos
donde
la
viralidad
manda
más
que
el
sentido
común,
hay
marcas
que
se
hacen
fuertes
sin
necesidad
de
trending
topics
ni
demasiado
gasto
en
marketing.
Mientras
otros
lanzan
apps
con
filtros
de
recetas,
los
supermercados
Lupa
siguen
apostando
por
lo
de
siempre:
una
estrategia
que
parece
simple,
pero
que
encierra
una
resistencia
comercial
poco
común.
El
norte
siempre
ha
tenido
querencia
por
lo
suyo.
No
es
casualidad
que
supermercados
como
Lupa
hayan
florecido
ahí,
lejos
del
bullicio
publicitario
de
las
grandes
superficies.
Su
éxito
no
viene
de
una
campaña
millonaria,
sino
de
una
presencia
constante
en
barrios
donde
el
trato
aún
importa.
Aquí
no
se
vende
experiencia
ni
storytelling.
Se
vende
carne,
fruta,
productos
de
limpieza
y
una
cosa
que
empieza
a
ser
un
poco
rara
de
ver
hoy
en
día:
coherencia.
Nada
de
reinventarse
cada
dos
meses.
Lupa
es
el
supermercado
que
sobrevive,
precisamente,
por
no
querer
destacar.
Este
supermercado,
visitado
por
2
de
cada
3
compradores
al
año,
forma
parte
de
Upa
Supermercados,
la
cadena
cántabra
de
la
familia
Vega
Berisa.
Su
crecimiento
ha
sido
meteórico
en
los
últimos
años.
Aunque
su
cuota
de
mercado
a
nivel
nacional
se
sitúa
en
un
modesto
1,1%,
ha
duplicado
sus
ventas
en
menos
de
seis
años
y
se
ha
consolidado
como
un
referente
en
Castilla
y
León,
Asturias
y
Cantabria,
donde
ya
alcanza
un
9,3%
de
cuota,
según
cifras
de
Algori
y
Across
The
Shopper,
como
informa
Foodretail.
Según
estos
datos,
en
2024,
logró
crecer
en
cuota
de
mercado
tanto
en
valor
(+0,6%)
como
en
volumen
(+1,5%),
y
la
facturación
del
grupo
creció
hasta
el
7,2%.
Uno
de
los
datos
más
relevantes
es
que
tiene
un
ticket
medio
de
entre
los
más
bajos
en
la
zona,
con
18,2
euros.
cocinar
de
forma
segura
La
fórmula
de
lo
predecible
Semark,
el
grupo
detrás
de
Lupa,
no
parece
tener
prisa.
Su
ritmo
es
otro:
aperturas
estudiadas,
inversión
tranquila
y
tiendas
que
no
necesitan
luces
LED
para
ser
rentables.
En
un
sector
cada
vez
más
volátil,
esta
empresa
tiene
ciertamente
una
estrategia
a
largo
plazo.
El
cliente
tipo
de
Lupa
no
va
buscando
emociones
fuertes
ni
productos
ganga.
Va
buscando
que
el
yogur
esté
donde
siempre,
que
no
falte
pan
a
media
tarde
o
que
el
pescado
no
huela.
Lupa
no
le
grita
desde
una
lona
en
la
autopista,
sino
que
simplemente
abre
sus
puertas
y
ofrece
confianza
sin
postureo.
Mientras
los
gurús
del
marketing
exploran
el
metaverso,
Lupa
sigue
remodelando
tiendas
de
barrio.
Nada
que
ver
con
robots
o
inteligencia
artificial.
Lo
suyo
son
cajas
abiertas,
carne
cortada
al
momento
y
logística
bien
engrasada.
La
competencia
ha
intentado
entrar
en
sus
territorios.
Pero
Lupa
tiene
un
intangible
que
no
se
compra:
fidelidad
local
(y
del
norte).
No
solo
saben
lo
que
venden,
saben
a
quién
se
lo
venden.
Y
aunque
pueda
parecer
irrelevante
esto,
en
la
era
de
los
algoritmos,
sigue
siendo
relevante.
En
resumen:
no
quieren
ser
virales,
sino
que
en
Lupa
quieren
ser
útiles.
Y,
por
ahora,
les
está
saliendo
bien.
Mientras
otros
hablan
de
customer
journey,
ellos
hablan
de
si
hay
lubina
hoy.
Y
eso
también
es
hacer
negocio
inteligente.
Foto
|
Lupa