Un grupo de adolescentes van a un campamento misterioso en mitad de la nada y se ponen a hacer chiquilladas. Al espectador le caen mal, pero hay un pacto tácito con él: no te preocupes, porque vas a verles pasar, uno a uno, por el machete del asesino de turno de las maneras más sangrientas e imaginativas posibles. El slasher, especialmente en los 80 y los 90, abandonó el terror casi del todo para convertirse en un género de disfrute sádico y casi terapéutico.
Freddy Krueger, Jason Voorhees, Chucky y Michael Myers dejaban de ser iconos del cine de terror y se convertían en auténticas estrellas pop: a medida que las secuelas aumentaban, lo hacía la iconografía en torno a ellos. Las garras, el machete, la máscara… Los asesinatos en masa no daban miedo, eran pura celebración. El slasher era divertido. Y en 2022 no podemos tolerar la diversión.
Ojo: hay spoilers de ‘Halloween: el final’. Si pese a todo sigues leyendo y después te quejas, Michael irá a tu casa a hacerte una visitilla.
Esta vez, en serio
‘Halloween: el final’ se ha creído terror elevado de nuevo cuño (si es que tal cosa existe, que es muy debatible) y ha intentado disfrazar el saja-raja eterno de lo que no es. Y no funciona. Hemos visto demasiado cine de terror como para que nos dé miedo el hombre del saco, y la última parte de ‘Halloween’ cambia las tornas para tratar de asustar dejando de lado a Michael Myers y centrándose en un nuevo personaje consumido por el odio.
La última parte de la trilogía de David Gordon Green se salta a la torera las bases de la saga creyendo que la originalidad volverá a traer el terror, pero se equivoca. Al asentar los primeros minutos de su cinta como un retorno a lo lúdico, la tensión divertida y un toque de humor negro en base al legado de Michael Myers, el resto del metraje no termina de encajar al tratar con una seriedad excesiva la caída a los infiernos del aprendiz de Myers.
Al final, ‘Halloween: el final’ deja la sensación de tener tan poco que ver con la franquicia como ‘Halloween III: el día de la bruja’ (aunque, ojo, es estupenda) o ‘Halloween Resurrection’. Después de 45 años, es muy difícil que una franquicia basada en el clásico asesino sin rostro pasando a adolescentes por el cuchillo aguante un cambio de estilo e intenciones como el que pretende el director. En lugar de dar al espectador lo que quería ver (la lucha final entre Laurie y Michael en un día de Halloween en el que la hemoglobina corre por las calles), la película decide ir por su propio camino y romper con todo cuando menos tocaba, dejando a Michael Myers literalmente enterrado. ¿El resultado? Un desastre.
Si no está roto, no lo arregles
No me gustó ‘Halloween kills’ por su falta de tensión e intenciones, pero la fórmula seguía funcionando. Se puede actualizar, mover más o menos, intentar introducir nuevos componentes de terror psicológico o jugar más con los asesinatos, pero el asesino silencioso e inmortal persiguiendo a adolescentes es efectivo sin necesidad de reinventar la rueda.
‘Halloween: el final’ es el ejercicio de ego absurdo de un director convencido de que, en su (supuesta) última entrega, puede cambiar la saga y convertir un slasher clásico en un drama de personajes y una reflexión sobadísima sobre el odio para el que se olvida de la gran estrella. Es como si montas un concierto despedida a los Rolling Stones, te olvidas de llamarles para que toquen y confías en que un grupo novato que toque sus canciones ya te hace el apaño.
No estoy diciendo que haya que volver a ‘Viernes 13, parte VII’ o a ‘Halloween: la maldición de Michael Myers’, obviamente, pero al menos estas secuelas eran perfectamente conscientes de la saga de la que formaban parte. Es genial que quieras montar una historia basada en la degradación mental de un adolescente motivado por el odio que acaba matando a los que le hicieron mal, pero no en ‘Halloween’, o no, al menos, para no añadir nada a la leyenda negra y el matarife de Haddonfield. Toda la película no tiene ningún valor, casi parece una parodia en sí misma: el secuaz de Myers muere y esa trama se olvida por completo para pasar a ver un fin de fiesta que, cuando llega, sabe a inicio descafeinado.
Mucho asesino, poca diversión
La épica tras la muerte de Michael Myers, a cámara lenta, con música solemne, no tiene el valor que tendría si el psychokiller hubiera hecho algo más durante la hora y media anterior que esconderse en una madriguera. ‘Halloween: el final’ quiere jugar a traspasar el legado, pero también a dar un final canónico. El resultado es un guirigay insalvable que se toma demasiado en serio a sí mismo y en el que, durante más de una hora larga, no corre la sangre.
La película tiene un par de momentos celebrados donde vuelve a la macarrada de la que no debió salir: la lengua en el tocadiscos o el soplete en la boca son solo ejemplos de lo que ‘Halloween’ es en su fuero interno. Es más honesta una película clásica de la saga que esta, sin identidad ni fuerza, que trata de sobreponerse a sus errores tirando hacia adelante sin control.
‘Halloween: el final’ será un éxito de taquilla, pero es el espejo al que el resto de los slashers venideros no tendrían que mirarse. Jamie Lee Curtis es una reina del grito, y retomar a Laurie es un placer, pero es la excepción a la regla: las franquicias slasher tienen a su asesino como el punto focal de todo el interés, de la diversión, del pasatiempo cruel.
Si ignoras a Michael Myers durante una hora y media y solo le permites salir para tener un enfrentamiento obligado, que sea por un buen motivo. La historia que propone ‘Halloween: el final’ no lo es: se trata solo de un calentamiento alargado para una lucha final que acaba por no saber a nada. Al final, el supuesto renovador de la saga no ha hecho ‘Halloween’: se ha dejado llevar por sus propios prejuicios hacia una saga que supuestamente ama. Que el siguiente que llegue la quiera un poquito más, por favor.