Si queremos un coche autónomo, necesitamos infraestructura inteligente. Tan sencillo sobre el papel como complicado en la práctica. La convivencia entre vehículos conducidos por humanos y automóviles completamente autónomos sigue siendo el mayor reto al que nos enfrentamos.
Ganando terreno. Poco a poco, los sistemas de conducción semiautónoma van ganando terreno. A partir de este mismo año, todos los coches que se homologuen nuevos en la Unión Europea deberán contar con un buen puñado de ayudas ADAS entre las que se encuentra un limitador inteligente de velocidad (ISA) o la frenada de emergencia.
Lo inesperado. Los sistemas de conducción semiautónoma han demostrado que la verdadera dificultar de estas ayudas radica en contemplar todas las variables que se pueden dar en una calle o en una carretera. De hecho, los fabricantes han confirmado que uno de los verdaderos impedimentos para avanzar en esta tecnología está en la cantidad de posibilidades que un vehículo se puede encontrar.
La falta de previsión de cómo se va a comportar un vehículo conducido por un humano es una barrera que, de momento, ha expulsado a los sistemas de conducción semiautónoma de las grandes ciudades. Un coche que se salta un semáforo, un ciclista que avanza entre el tráfico o un peatón que cruza por un sitio prohibido, los estímulos son tantos que, de momento, las automatizaciones en poblado están contadas.
Entorno controlado. De hecho, los primeros coches autónomos que ya operan en Estados Unidos lo hacen en un espacio restringido, mapeado y estudiado al milímetro por empresas como Cruise o Waymo. Además, estos automóviles no pueden funcionar en condiciones de baja visibilidad, como tormentas, niebla y durante gran parte de la noche.
En carretera sucede algo parecido. Mercedes ha anunciado sistemas de automatización de nivel tres para sus futuros vehículos, lo que implica que el conductor puede dejar de prestar atención al entorno. Sin embargo, el uso de los mismos estará muy restringido, como un límite máximo de 64 km/h (40 mph), un entorno mapeado por la compañía y que no existan semáforos en el camino.
Primer proyecto. Lo que Mercedes propone, básicamente, es restringir sus sistemas más avanzados de conducción autónoma a espacios pensados por y para los coches autónomos. Esta misma idea es la que desarrollará Cavnue en Michigan. La compañía ha recaudado 130 millones de dólares para empezar a construir un corredor para vehículos autónomos y conectados en una vía de alta velocidad.
En Estados Unidos ya han planteado un proyecto para sacar adelante este tipo de infraestructuras en los que la propia vía puede comunicarse con los automóviles para avisarles de la situación del tráfico, posibles problemas meteorológicos o si se encontrarán obras en el camino.
Mejor si lo hablamos. La comunicación, como base de toda relación, es una de las mejores maneras de solventar los problemas. Te lo dice un psicólogo y te lo dice un ingeniero. Que los vehículos puedan hablar entre ellos puede garantizar un tráfico fluido, a gran velocidad y sin sobresaltos.
Para ello es necesario dotar a las carreteras de infraestructura 5G, una tecnología que, además, ya se está implementando en España y que se utilizará para los próximos avances de la DGT 3.0. También Ford está desarrollando sistemas para que las ambulancias se comuniquen con los semáforos y éstos les abran paso y se lo cierren a otros conductores.
Foto | Cavnue