La llegada del ser humano a Sudamérica, vista a través del ADN de los herederos de la última gran migración

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A
lo
largo
de
nuestra
historia
como
especie,
los

Homo
sapiens

hemos
logrado
llegar
a
los
rincones
más
remotos
de
la
Tierra.
Milenios
antes
de
la
era
de
la
exploración,
nuestros
ancestros
emprendieron
un
viaje
que
los
llevó
fuera
de
África
y
a
poblar
las
grandes
masas
continentales
desde
Europa
a
América
del
Sur.
De
entre
todas
estas
grandes
migraciones,
una
de
las
más
sorprendentes
fue
la
que
llevó
a
los
humanos
desde
Siberia
hasta
la
Patagonia,
un
viaje
de
10.000
cuyos
detalles
estamos
conociendo.


La
historia
en
los
genes.

Un
nuevo
estudio
genético

nos
ha
dado
nuevas
pistas

sobre
la
gran
migración
que
resultó
en
la
población
de
las
Américas.
Una
migración
de
20.000
kilómetros
cuyas
implicaciones
aún
perduran
en
aspectos
tan
aparentemente
lejanos
como
la
salud.

El
estudio
permitió
trazar
la
historia
de
las
migraciones
hasta
la
considerada
“frontera
final”
de
las
migraciones
humanas,
Tierra
del
Fuego,

explica
el
equipo

responsable
del
estudio.


Historia
de
un
viaje
de
milenios.

Esta
gran
migración
habría
comenzado
en
Siberia

hace
entre
27.000
y
19.000
años

aproximadamente.Durante
la
última
glaciación,
en
lo
que
hoy
conocemos
como
el
estrecho
de
Bering
se
habría
formado
un
“puente”
de
tierra
debido
a
un
nivel
del
mar
más
bajo
que
el
presente.

A
través
de
Alaska,
estas
poblaciones
habrían
llegado
a
Norteamérica,
pero
la
expansión
por
este
continente
habría
sido
solo
una
etapa
intermedia.
El
estudio
se
centra
en
la
segunda
parte
del
viaje,
cuando
parte
de
la
nueva
población
americana
cruzó
el
istmo
centroamericano
para
introducirse
en
el
último
continente
en
ser
poblado.


La
última
frontera.

El
nuevo
análisis
genético
nos
permite
conocer
cómo
se
expandieron
los
humanos
por
Sudamérica.
El
equipo
responsable

detectó
que
los
linajes

en
este
continente
comenzaron
a
divergir
entre

hace
entre
14.000
y
10.000
años.

A
partir
de
este
punto,
la
población
sudamericana
comenzó
a
separarse
en
cuatro
grupos.
El
primero
en
disgregarse
fue
el
de
quienes
poblaron
la
cuenca
del
Amazonas,
mientras
el
resto
se
repartió
entre
las
zonas
altas
de
la
cordillera
de
los
Andes,
la
zona
desértica
del
Chaco,
y
finalmente,
la
Patagonia.


Leyendo
la
migración
enlos
genes.

Para
su
estudio,
el
equipo
secuenció
los
genomas
de
1.537
individuos
pertenecientes
a
139
pueblos
del
continente.
Los
detalles
del
estudio
fueron
publicados

en
un
artículo

en
la
revista

Science
.


Implicaciones
a
muy
largo
plazo.

Las
consecuencias
de
este
movimiento
migratorio
y
sus
vicisitudes
aún
perduran
y
algunas
de
ellas
aún
pesan
sobre
los
pueblos
originarios
de
Sudamérica,
especialmente
como
consecuencia
del
aislamiento
de
algunas
de
estas
poblaciones
con
respecto
del
resto
de
la
humanidad.
Esto
podría
explicar
por
qué
algunas
poblaciones
resultaron
más
susceptibles
a
la
introducción
de
enfermedades
infecciosas
por
parte
de
los
primeros
europeos
en
llegar
al
continente.

“Aquellos
migrantes
acarrearon
solo
un
subconjunto
del
acervo
genético
en
sus
poblaciones
ancestrales
(…).
Así,
la
diversidad
genética
reducida
también
causó
una
diversidad
reducida
en
los
genes
relacionados
con
la
inmunidad,
lo
que
puede
limitar
la
flexibilidad
a
la
hora
de
luchar
contra
varias
enfermedades
infecciosas”,

destacaba
en
una
nota
de
prensa

Kim
Hie
Lim,
coautora
del
estudio.


Del
pasado
al
presente.

Conocer
nuevos
datos
sobre
la
genética
de
los
pueblos
americanos
puede
ayudarnos
también
en
el
presente.
Esta
información
es
valiosa
a
la
hora
de
estudiar
tratamientos
de
enfermedades
relacionadas
con
la
genética,
o
para
comprender
mejor
el
funcionamiento
e
impacto
de
determinados
medicamentos.
Además,
la
más
estrecha
relación
entre
las
poblaciones
americanas
y
las
asiáticas
implica
nuevos
datos
sobre
una
población
que,
recuerda
el
equipo
responsable
del
nuevo
trabajo,
abarca
al
50%
de
la
población
mundial.

En
Xataka
|

Una
cueva
ha
revelado
la
macabra
ceremonia
maya
para
honrar
a
sus
dioses:
hay
100
huesos
y
ninguno
está
donde
debería

Imagen
|

Soyyosoycocomiel

/

Martin
St-Amant