A buen hambre no hay pan duro
Otro refrán que viene viajando desde hace siglos, sin perder su significado inicial. A pesar de que su origen y autoría son desconocidos, como suele pasar con tantos, sí nos da un indicio del contexto social e histórico en el cual pudo ser generado…
Y, seguramente debió nacer en una época de limitaciones, de escasez, un tiempo sin bienes ni alimentos, con muchas dificultades para sobrevivir… ¡Muuuchas más que hoy!… ¡Y sí! ¡Carencia de todo! Porque casi todo estaba por hacerse…
Algunos historiadores aseguran que el origen del refrán hay que buscarlo en algunos aforismos latinos, como este de Cicerón: “Optimum condimentum est fames”, traduzco, para quienes no hablan latín: “El mejor condimento es el hambre».
A finales del siglo XV, el infaltable Marqués de Santillana, Iñigo López de Mendoza y de la Vega, hombre de letras llevar, intervino el refrán a su modalidad, y le agregó: “A buen hambre no hay pan duro ni falta salsa a ninguno”…
Los siglos, y los tiempos de bonanza, han convertido a las personas en exigentes, cubiertas de lujos y necesidades que realmente no son indispensables. ¿Pero aquellos a quienes nunca les tocan tiempos de bonanza, y siempre de necesidad, de apremios, de lucha por la supervivencia?… ¡Y sí! Cuando el asunto ya pasa por comer para sobrevivir, desaparecen los prejuicios y las exigencias, cualquier comida que caiga será bienvenida, porque… ”¡A buen hambre no hay pan duro!”…
Atención gobernantes del mundo con la hambruna que padece gran parte de la humanidad. La necesidad tiene cara de hereje, y el hambre genera caos. Y en el caos social, como en las guerras, solo se benfician los mismos pocos de siempre…