No cabe duda de que Rooney Mara es una de las actrices en activo más interesantes del panorama actual, y no necesitamos más que echar un vistazo a su filmografía reciente para comprobarlo. A sus trabajos en ‘Her’, ‘Carol’ —por la que recibió su segunda nominación al Óscar— o ‘A Ghost Story’ debemos sumar sus dos últimos y fantásticos trabajos en ‘El callejón de las almas perdidas’ de Guillermo del Toro y en la celebrada ‘Ellas hablan’ de Sarah Polley.
No obstante, hubo un momento determinante en la carrera de Mara que estuvo a punto de privarnos de su talento y magnetismo en pantalla. Este nos hace retroceder hasta el año 2010, cuando se estrenó ‘Pesadilla en Elm Street: El origen’; un remake bastante descafeinado de la joya de Wes Craven cuyo rodaje no es recordado con especial entusiasmo por la intérprete.
Puntos de inflexión
En el marco del podcast LaunchLeft, la actriz ha explicado cómo su experiencia en el set del filme dirigido por Samuel Bayer la transformó en una profesional mucho más selectiva con los proyectos en los que decide involucrarse.
«Unos cuantos años antes de ‘Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres’, hice un remake de ‘Pesadilla en Elm Street’ que no fue una buena experiencia. Tengo que tener cuidado con lo que digo y cómo hablo sobre ello. Hacerlo no fue la mejor experiencia y llegué a este punto, en el que aún estoy, en el que no quiero actuar a no ser que esté haciendo algo que sienta que tengo que hacer. Así que después de hacer esa película, de algún modo, decidí, ‘OK, sencillamente no voy a actuar nunca más a menos que sea algo que me haga sentir de ese modo'».
Por suerte, poco después llegó David Fincher para devolver la fe a Mara, quien tuvo que poner bastante de su parte para llegar a convertirse la en Lisbeth Salander que le sirvió para rascar su primera nominación al Óscar.
«Conseguí una prueba para ‘la red social’, que era para un papel pequeño pero en una escena increíble, y después no volví a trabajar creo que hasta ‘Millennium’. David no quería hacerme una prueba porque no creía que fuese adecuada para ello basándose en lo que hice en ‘La red social’, e insistí para hacerlo. Después tuvo que luchar realmente duro por mi para que consiguiese el papel, porque el estudio no me quería. Fue un auténtico punto de inflexión en mi vida y en mi carrera».
La experiencia trabajando con Fincher, cuya fama de perfeccionista implacable invita a pensar en algo radicalmente opuesto a lo amable y protector, fue determinante para el futuro de la actriz.
«Trabajé en ella durante un año seguido. Estuve bajo la protección de David. Se convirtió en mi mentor en muchos sentidos. Tuvo mucho cuidado en asegurarse de que supiese que tenía voz y que significaba algo. Me empoderaba constantemente, lo que creo que afectó al resto de mis elecciones a partir de entonces».