Que se presentase fuera de concurso, a diferencia de las otras dos producciones de Netflix estos días en el certamen italiano (‘Marriage Story‘ y ‘Dinero sucio: The Laundromat‘, ya reseñadas), debería habernos dado alguna pista.
Después de la fallida adaptación periodística de ‘Máquina de Guerra‘, también un «Netflix presents» que sonaba bastante a proyecto de cajón recuperado al saber que contaban con Brad Pitt pero que ni de lejos cumplía los objetivos que prometía, el director australiano David Michôd hace equipo en el guion con Joel Edgerton, actor y colaborador habitual de sus filmes, para adaptar y reinterpretar a su manera las obras teatrales de Shakespeare sobre los Enriques IV y V.
Un Shakespeare para Chalamet en Netflix
Así, mientras Hal/Enrique V lucha por hacer valer su corona, el joven Timothée Chalamet que lo encarna despliega una batalla interpretativa por ganarse su aún no logrado podio en el firmamento hollywoodiense.
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El vehículo narrativo parece explícitamente confeccionado para él, una combinación de drama histórico medieval tan bien facturado como el mejor capítulo de ‘Juego de Tronos‘ (cuenta con una pelea final que se roba descaradamente de ‘La Batalla de los Bastardos‘) con una esperable adherencia de los actores a la declamación shakesperiana.
También se introduce con timidez una novedad en este formato de realizaciones: nuestro Enrique no tiene en absoluto la pinta que esperamos de él; aunque las recreaciones épicas a las que estamos acostumbrados no lo ejemplifiquen, un rey podía ser un enclenque poco masculino, argumenta Michôd. Ahí entra en juego la presencia física de Chalamet.
Pero lo cierto es que sus esfuerzos por encarnar al rey inglés caen en saco roto. Las miradas torturadas, los mohines constantes y el drive adolescente le encajaban perfecto en ‘Call me by your name‘ pero no en esta historia sobre un niño caprichoso que ha tenido que madurar antes de tiempo para cumplir con los titánicos compromisos de un reino en plena transformación.
Sus registros no dan la talla, bien porque el actor carece de la necesaria polivalencia o porque los realizadores no supieron orientar el producto hacia algo más ligero una vez se dio el visto bueno al reparto que vemos en pantalla. Pese a su atrevido casting, ‘The King’ parece tener un rumbo hacia la recreación histórica «de prestigio» tan inamovible como los nobles de la corte que ahogan la posibilidad de un gobierno compasivo con el pueblo que nos cuenta la película.
‘The King’: Robert Pattinson roba la función
Tampoco el guión cumple por sí mismo. Cierto que ‘The King’ no se limita a poner a sus actores a leer los versos del Bardo, gracias a Dios (sin ir más lejos, lo que hacían Michael Fassbender y Marion Cotillard en ‘Macbeth‘ hace dos días), pero ahí donde se cambia la fuente original es para simplificarla. Si tantas y tantas tragedias contemporáneas, mil veces vistas, beben del famoso escritor inglés, es lógico que por eso la película se nos haga perfectamente previsible y rutinaria.
Ni siquiera el formato ayuda, un excesivo 2.39:1 que tenía su lógica en la gran pantalla pero no en el salón de nuestra casa, que es donde Netflix nos va a hacer verla. Entre tanta ampulosidad hay al menos un respiro cómico, no sabemos si buscado desde la dirección o si idea de su artífice ya en el set de rodaje.
Robert Pattinson es El Delfín, el heredero al trono de Francia, y como buen francés, el actor norteamericano cómicamente caracterizado proferirá insultos en inglés con un falsísimo acento galo contra Enrique/Chalamet, robándose así la función y, aun haciendo de villano malcriado, empequeñeciendo a la supuesta estrella que tiene al otro lado. La diversión no dura mucho, pues la participación del de ‘Crepúsculo‘ apenas se extiende un par de minutos.