‘Patria’ 1×03: un episodio sólido pero que fuerza situaciones para mostrar las dos caras del sufrimiento

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Uno de los mayores valores de una serie como ‘Patria‘ es su capacidad para contar cosas con poco artificio, esconder intenciones en los diálogos y mucho significado en las miradas en silencio. La serie de Aitor Gabilondo, mejora cuanto más juega a ser, como la define su autor, «un western con señoras» y los dos primeros episodios disponibles en HBO son una buena muestra de ello.

Más allá de su reflejo de la realidad del País Vasco de esos años, lo que pueden haber vivido unos y otros y cómo la serie se adecua y refleja mejor o peor esa experiencia personal, ‘Patria’ es un drama sólido lleno de personajes complejos que se resisten a los estereotipos y merecen el espacio que se les da para sumergirnos es su lado y su forma de vivir el proceso traumático de la irrupción de la violencia con dos caras.

Patria3

Patria3

SPOILERS del episodio

El problema de la proyección

La tarea de concentrar puntos de vista en un grupo reducido de personas, en el microcosmos de un pequeño pueblo sin nombre, y habitantes imaginarios, crea un problema de inverosimilitud implícito, ya que reflejar todo el conflicto en dos familias exige al espectador cierta capacidad de abstracción. Más aún cuando ambas familias se ven tocadas de cerca por un hecho que les implica a ambas, como si fuesen dos bandos definidos.

La idea de centrarse en el drama vital más humano y dejar toda la batalla ideológica y la documentación histórica como trasfondo, es un buen planteamiento para enmascarar la cadena de coincidencias que rechinan en el proceso de condensación de tantas experiencias en un microteatro de unos pocos personajes. ‘Patria’ es más fábula que recreación histórica y su poder conmovedor está en la fuerza de las imágenes que no necesitan mucha explicación.

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Por eso, el episodio 3 patina cuando trata de mostrar un equilibrio entre «la opresión» y el miedo, con un lamentable inciso en el que Nerea acude a un homenaje de un etarra y sufren el registro de la guardia civil, recurriendo a un dibujo burdo que recurre al abuso sexual como carta comodín para tratar de explicar «ese lado», de una forma chapucera, que deja ver cierta falta de ideas para poner peso en las dos bandejas de la balanza, tirando de instintos que apelan al sentido de justicia del espectador en un momento que trata de ser cotidiano jugando por lo bajo.

El silencio y el miedo

Bittori

Bittori

No significa esto que ese tipo de situaciones no ocurrieran/ocurran, pero canta por soleares en una serie que recurre con frecuencia a esos bajos instintos contra la mujer cuando se trata de mostrar la catadura moral de los «maquetos», como se verá más adelante en una escena doméstica igual de facilona, que trata de hacer una idealización de los «hombres no vascos» como muros intransigentes, machistas y fachas, porque es el papel que les corresponde en el teatrillo. Un dibujo muy superficial que contrasta con la profundidad de ‘Patria’ en otros personajes, dejando escapar incluso un pequeño tufo etnicista.

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Afortunadamente, el capítulo se centra en el sufrimiento de ambas partes con más elegancia, como siempre, en los diálogos de las dos protagonistas que ven aquí como pasan de las meriendas de tarde al distanciamiento por el camino que toma el hijo de Miren. El corte de dos espacios temporales es una ventaja, de nuevo, especialmente cuando a Bittori, la viuda de Txato, de visita a su marido muerto, le dejan caer que Miren ha tenido que viajar hasta Cádiz para ver a su hijo Joxemari y ella contesta casualmente «Ah, yo voy más cerca: al cementerio«, resumiendo en una sola frase el peso moral de las dos posturas.

Pero el gran pulso del episodio 3 de ‘Patria‘, además del primer encuentro entre Joxemari y Txato, es el momento en el que el empresario va a correr con la bici con sus compañeros y amigos y ve cómo se abre el silencio y el vacío ante ellos. El pueblo lleno de pintadas y amenazas y la consecuencia final más dolorosa, ni siquiera le sirven a Bittori en la carnicería. De la noche a la mañana, una familia marcada y la tiranía del silencio se cierne sobre ellos, con la cobardía de todo un pueblo empujado por un miedo que no hace estadísticas ni números de víctimas que se puedan cuantificar.