En medio de la destrucción y el caos de la guerra entre Israel y Hamas, civiles que viven en la Franja de Gaza contaron a Télam cómo es estar «esperando la muerte», mientras viven en refugios para los palestinos que se han desplazado del norte al sur, cuyas familias están diezmadas por la cantidad de muertes y por la separación e incomunicación con los que aún no han podido evacuarse y se quedaron en las zonas más peligrosas.
«La situación por aquí no es solo como describen las noticias. La destrucción que ven es así, pero eso no es nada en realidad, porque lo que estamos viviendo ahora en la zona de Gaza es que todos estamos esperando la muerte. Tal vez se corta esta llamada ahora mismo y luego me muero», relató a Télam Mohamed, un joven de profesión farmacéutico que pide mantener su apellido en el anonimato por seguridad.
«No sé por qué el mundo está en silencio. Tengo muchos amigos que murieron junto a sus familias y tengo también muchos seres queridos muertos. Mi casa la han destruido. Todos mis sueños han sido destruidos», añade, haciendo pausas, y en la respiración se percibe su congoja.
«Somos civiles en la Franja de Gaza. ¿Qué tiene que pasar con nosotros para que todo el mundo entienda lo que se vive aquí?Mohamed, joven entrevistado por Télam vía telefónica
«Estábamos en la casa de mi abuelo, éramos más de 30 personas, mis tíos y tías, mi mamá, mi papá y mis hermanas. Pero cuando salimos para evacuarnos del norte al sur, solo pude hacerlo con dos tías. La mayor parte de mi familia se quedó en el norte, llevo 22 días sin verlos y la comunicación es muy difícil», lamenta Mohamed desde el sur del enclave.
Tras los sorpresivos ataques de Hamas del 7 de octubre, Israel lanzó una ola de bombardeos sobre el pequeño territorio, de 2,3 millones de habitantes, y ordenó a sus habitantes que evacuen hacia el sur, mientras avanza también en operaciones terrestres sobre el norte.
«Estamos esperando una oportunidad de que abran un paso seguro para que vengan aquí. En el camino hay mucho peligro, yo vi con mis propios ojos cómo un vehículo que transportaba unas 200 personas fue bombardeado y murieron todos», cuenta Mohamed, que dice que con 26 años ya presenció «muchas guerras».
De todas formas, dice que en este caso «no es una guerra, es un genocidio». «Lo que está pasando aquí es un genocidio de verdad», asegura.
Por eso, insiste en que en la Franja de Gaza «no hay ningún lugar seguro», palabras repetidas en estos días por el secretario general de la ONU, António Guterres. «Nos están matando aquí en el sur también. Por las noches no se puede dormir del sonido de las bombas», relata.
«Somos civiles en la Franja de Gaza. ¿Qué tiene que pasar con nosotros para que todo el mundo entienda lo que se vive aquí? No tenemos el derecho de vivir en paz», dice en un castellano perfecto, que aprendió estudiando medicina en Venezuela.
«El héroe aquí es el que puede comprar pan, el que puede comprar comida y agua. No hay electricidad, casi no hay alimentos y la ayuda es realmente poca» Mohamed, joven entrevistado por Télam vía telefónica
A la vez, habla sobre las dificultades que tienen los gazatíes para acceder a agua y alimentos a partir del bloqueo israelí al enclave, pese a los envíos de ayuda humanitaria, que las agencias de la ONU insisten en que son insuficientes.
«En la ayuda humanitaria no cabe nada», dice a Télam en una comunicación telefónica lograda luego de muchos intentos.
«Si quiero ir a recoger lo que me toca tengo que ponerme en una cola por más de diez horas. El héroe aquí es el que puede comprar pan, el que puede comprar comida y agua. No hay electricidad, casi no hay alimentos y la ayuda es realmente poca. Pero como todavía tengo algo de dinero, salgo a las 3 de la mañana y regreso luego de ocho horas de cola con un poco de pan», cuenta.
«Cuando cocinamos comemos una vez al día, pasta o arroz. Eso es lo que estamos haciendo. Nada más. Esperando la muerte», termina.
En tanto, Mohamed Abdulah está refugiado en una escuela gestionada por la ONU en la ciudad de Khan Yunis, en el sur de la Franja, una de las principales zonas que ha recibido a los miles de desplazados.
«Somos más de 15.000 personas alojadas allí y, si bien tenemos la asistencia de Naciones Unidas, no tenemos agua potable ni electricidad. La gente no se ducha en ningún lado. Apenas bebemos. Vamos al baño una vez al día o una vez cada dos días. Pronto decenas de miles morirán de sed, mientras puedes perder la vida al caminar por la calle en busca de un bidón de agua», cuenta a Télam.
«Está por empezar el invierno y con él vendrán muchos tipos de enfermedades. Hay mucha gente que tiene cáncer y no tiene ningún tipo de medicamento. Más de 20 hospitales están fuera de servicio. Todas las noches hay bombardeosAbdulah, joven entrevistado por Télam vía telefónica
«Hay mucha gente muerta en la calle y ninguna persona puede ayudarlos, porque no nos permiten. Tengo muchos amigos y familiares muertos», dice.
Este palestino de 36 años y de profesión diseñador gráfico cuenta que «no se puede trabajar. No puede hacer nada. Solo pensar en cómo vivir día a día. Solo estar vivo».
«No puedes pensar en el trabajo, solo en cómo proteger a tu familia. Cómo poder tener alimentos y agua para la familia. Pero no puedes pensar en otro tipo de cosas. Lo que normalmente hablamos como trabajo, como futuro, no existe en este momento», asegura.
«Está por empezar el invierno y con él vendrán muchos tipos de enfermedades. Hay mucha gente que tiene cáncer y no tiene ningún tipo de medicamento. Más de 20 hospitales están fuera de servicio. Todas las noches hay bombardeos. No sé hasta cuando estaremos vivos. No puedo imaginar el día de mañana, solo tratar de pensar en vivir segundo a segundo», apunta.