Durante la pasada edición de los Premios Goya solo hubo una película «de género» entre las cuatro candidatas al premio a mejores efectos especiales. Una comedia y dos dramas ambientados en la Guerra Civil eran las rivales de ‘El hoyo‘ en una categoría donde, lógicamente, resultó ganadora. Sí: nos estamos quedando sin cine fantástico nacional.
Centro vertical de autogestión
La película de Galder Gaztelu-Urrutia ha sido una de las grandes triunfadoras de los últimos meses. Y es que en ‘El Hoyo’, flamante ganadora en Toronto, donde se llevó el premio Midnight Madness, y sobre todo en Sitges, que la despidió con cuatro premios gordos (película, director revelación, premio del público y efectos especiales), hay hueco para todo. Hay mucho hueco en ese centro vertical, sí. Pero no vamos a centrarnos ahora en lo que su guión toma prestado de aquí o de allá, porque no solo no sería justo: sería un tanto mezquino, Denis Villeneuve mediante.
Es muy posible que no se trate de la película más sutil que verás este año, pero que haya podido llegar a nuestras pantallas y que ahora aterrice en Netflix, al alcance de prácticamente todo el mundo, es una gran noticia. Una gran victoria. Sobre todo para nuestro cine, que vive una sequía permanente de género de calidad de un tiempo a esta parte. Ahora serán más de uno y de dos los que recuerden o descubran que tenemos un legado de género absolutamente deslumbrante.
Y es que esta necesaria y rabiosa sátira socio-caníbal que pelea contra el estrato social, el poder, la solidaridad y la libertad, no duda a la hora de emplear la palabra o el palo según convenga, está muy sola en la batalla. ¿Cuánto cine nacional fantástico hemos visto en los últimos años?
Cuarentena de género
Si echamos la vista atrás y nos centramos en los últimos años de premios Goya, la sequía no deja lugar a la esperanza: ‘Errementari (El herrero y el Diablo)‘, ‘Superlópez’, ‘Verónica’, ‘Un monstruo viene a verme’, ‘Autómata’, ‘Open Windows‘… pero tenemos que irnos hasta 2014 para encontrar algo que no sea una isla desierta optando al premio a los mejores efectos especiales. Aquel año se lo disputaban ‘Las brujas de Zugarramurdi‘ (la última película interesante de su director) y ‘Los últimos días‘. Además, también ‘Zipi y Zape y el club de la canica‘ optaba al premio. Tres de cuatro. Un oasis.
Nuestra generación de cineastas asentados en el género o juega en otras ligas o se ha cansado. Nacho Vigalondo, que ya oposita a ocupar la silla de director de proyectos más grandes y lejanos, está más fuera (de España) que dentro (cinematográficamente hablando, que ahí están sus episodios para ‘El vecino’ o ‘Justo antes de Cristo’). Amenábar o Bayona ni están ni se les espera, Balagueró ha perdido a su musa y a Villaronga nunca le interesó el género. Entre los que siempre pueden dar un susto tenemos a Miguel Ángel Vivas, está a punto de ver como ‘Secuestrados’, su obra maestra, cumple diez años.
El irreductible Paco Plaza volverá al género con su nueva película, escrita por Carlos Vermut, pero lejos quedan ya esos tiempos donde teníamos a cineastas como Guillem Morales (ahora en una de las mejores series del momento, ‘Inside No. 9‘), Gonzalo López-Gallego, Juan Carlos Fresnadillo (metido ahora en la nueva versión del clásico de Disney ‘Merlín el encantador’) o Nacho Cerdá, que además de sus clásicos cortometrajes de los 90 nos ofreció la notable ‘Los abandonados’ para luego dedicarse en cuerpo y alma a su cine, el Phenomena Experience.
Las nuevas plataformas, los nuevos productos y, sobre todo, la incertidumbre que rodea al futuro del cine en todo el mundo, pueden ser el caldo de cultivo de una nueva generación de cineastas aficionados al género con algo que decir sobre el cine fantástico y de terror. Ese cine que autores como Ibáñez Serrador, Jesús Franco o Paul Naschy demostraron que era posible también aquí. Necesitamos cine fantástico. Necesitamos pasar un miedo menos real.