El actor y director Edgardo Dib es un referente inevitable en el teatro de la ciudad de Santa Fe -también hizo algunas puestas en Buenos Aires- y acababa de estrenar en la sala La Treinta Sesentayocho, de la peatonal San Martín, una versión libre de «Bodas de sangre» cuando la pandemia de coronavirus y la consiguiente cuarentena dieron por tierra con sus planes y expectativas.
«Recuerdo el viernes 13 de marzo, era el día de la segunda función y la pandemia nos empezaba a cubrir rápidamente: como equipo de trabajo éramos conscientes de lo que se avecinaba y de nuestra responsabilidad como teatristas ante el público. Era insólito, irreal y doloroso. Habíamos empezado nuestro proceso de ensayos en septiembre de 2019 y arribado al estreno, por fin», explicó Dib en charla a distancia con Télam.
Télam: ¿Cuál fue la reacción del grupo?
Edgardo Dib: Habíamos remado desde la producción a la hora de concretar la realización del espectáculo, como nunca habíamos sentido la crisis económica al enfrentar los gastos de producción. Y, de golpe, todo lo que habíamos proyectado se paralizó.
T: ¿Qué otros planes se te frustraron en lo personal?
ED: Yo vivo de mi labor como teatrista, como docente pero principalmente como director contratado. Ya tenía compromisos: jurado en Misiones para la Fiesta Provincial del Teatro 2020, un seminario de puesta en escena en Posadas, otro en Corrientes de entrenamiento actoral a partir de la tragedia griega. Y dos propuestas laborales de dirección teatral en mi ciudad. El mundo se cayó y se calló. Con él, mi futuro económico. Porque el trabajo como director no solo me sostiene económicamente sino que me mantiene vivo.
T: -¿Cómo es tu vida hoy?
ED: Desde que comenzó todo esto me levanto de lunes a lunes a las siete de la mañana; yo vivo en las afueras de Santa Fe, en una bella zona de casaquintas y calles de arena, mi lugar en el mundo. No hay día que no agradezca a mis padres que gracias a su esfuerzo tengo esta posibilidad maravillosa entre el verde y celeste del cielo.
Así, rápidamente saqué a relucir un unipersonal que escribí en Buenos Aires y me puse a estudiar y a ensayar solo. Se llama «La dama, su perrito, su amante y el narrador», una versión libre del cuento de Anton Chéjov; creo que cuando se pueda volver a ensayar, pasaré a otra etapa: la de poner el cuerpo como se debe, con la mirada de otro que me guíe y me interpele. No pierdo las esperanzas de que el verano me sorprenda con el posible estreno.
T: ¿Cómo afectó este compás de espera al teatro santafesino en general?
ED: Como nosotros, el fin de semana anterior otro elenco había estrenado. «La serpiente dorada», escrita y dirigida por José Serralunga, también tuvo su única función. Y sé de varios procesos de ensayos que obviamente se tuvieron que detener. Tenemos siempre una cartelera muy vasta de estrenos y reposiciones.
T: ¿Cómo imaginás el regreso a las salas?
ED: Siempre me pregunto si el público nos estará esperando; si el espectador podrá guardar sus lógicos temores y volver a las salas. El público santafesino es un público presente, que va al teatro. Por eso también el hecho de que haya tanta producción. Pero pienso por momentos cuando vuelva «Bodas de sangre» y el espectador vea un beso en escena gritará «¡Coronavirus!». Ni hablar si su espectador vecino tose o estornuda.
T: En tu deseo ¿cómo ves el regreso del teatro?
ED: Sabemos que falta mucho; en todo este tiempo artistas de todo el mundo han entretenido a los «encuarentenados» por las redes sociales. ¿Recordará esto el público cuando las puertas se abran y vendrá a aplaudirnos?
Durante la cuarentena «volvió a escena» un espectáculo que dirigí en 2010, «Edipo y yo», un espectáculo inolvidable y muy sensible para nosotros ya que dos integrantes del equipo (un actor, Marcelo Souza, y mi entrañable asistente Verónica Bucci) ya no están. Por las redes y también por la televisión por cable mucha gente vio la versión filmada del espectáculo, y nos llegaron tantas bellas devoluciones y tantos «¡gracias!». Pero siempre recordando que aquello que vieron no es teatro, sino un registro para la memoria.
T: ¿Cuál es la situación de las salas al estar cerradas?
ED: Particularmente puedo hablar de La Treinta Sesentayocho donde por lo general monto mis espectáculos, que ya venía peleándola en la crisis. Y soy testigo del duro esfuerzo y del corazón puesto. Ahora se suma esta situación, la de mantener un alquiler sin ningún ingreso. Actualmente están pedidos dos subsidios al Instituto Nacional del Teatro y se espera una respuesta.
T: ¿Cuál es la situación de los actores y actrices en este momento? Es de suponer que muchos o casi todos tienen otras profesiones y no viven del teatro.
ED: Todos estamos en la expectación. Algunos docentes de teatro trabajan online, como en mi caso, se reconstituyeron en su modalidad y sumaron la docencia virtual; otros siguen con sus labores extrateatrales desde sus casas.
Nuestro equipo de trabajo, actores, asistentes, cocreadores, estamos muy íntimamente ligados; el cariño nos reúne. Somos, como siempre digo, una familia teatral que desea volver a escena. Volver a la previa de la función, a la incertidumbre de la actuación, a comer juntos después de la labor cumplida.
T: -¿Y en lo personal?
ED: Recordar cómo, de repente, puede caer el telón. Y recordar mi deseo de infancia: ser actor, hacer teatro, volver a mi esencia. Disfrutar un poco más. Alegrarme por cada espectador que entre a la función. Y abrazar a mis actores, abrazarlos en cada texto que digan, en cada emoción de sus cuerpos conmovidos.