Vaya por delante que después del cambio en la política de cuentas compartidas de Netflix, nos hemos dado de baja. Ahora Netflix pasará a ser una plataforma de streaming más de las que vamos alternando a lo largo de los meses. Así, por el momento seguimos suscritas a Prime Video (efecto colateral de mi suscripción de Amazon Prime) y HBO Max, que sigue convenciéndonos por su precio y catálogo. La subida generalizada de precios y la diversificación de la oferta puede llevar al cansancio al consumidor pero en mi caso, los servicios de streaming siguen siendo mi forma de consumo favorito de cine y series.
Me gusta ir al cine. La pantalla grande, la oscuridad, el silencio (moderado) y las palomitas están grabadas en mi memoria desde mi infancia. Allí me atrapó ‘La bella y la bestia’, ‘Aladdin’ o ‘El rey león’. Sin embargo, ya de mayorcita disfruté ‘Encanto‘ suscribiéndome un mes a ‘Disney+’. Disney hizo algo poco común que demuestra la importancia de los servicios de streaming en Hollywood: estrenar este peliculón en su plataforma solo un mes después de los cines
… pero me gusta más ver cine en casa. Mi televisor es un modesto smart TV con panel VA de 55 pulgadas, con una barra de sonido y un sistema Ambilight que no son capaces de competir con la experiencia del cine. Pero el conjunto es resultón. Luego hay otra serie de añadidos inherentes de verla en casa: elegir la película que quiero sin estar sujeta a que sea actual, a qué hora quiero verla, si quiero parar o no (se me hace tarde o me entra sueño), verla en versión original y hasta si quiero comer unas palomitas. Porque en mis tiempos jóvenes en cualquier cine se podía comer palomitas. Hoy en día cada vez más cines impiden a sus clientes meter su propia comida en las salas (spoiler: es ilegal). Con todo, sigo yendo al cine y es una costumbre que me gustaría seguir manteniendo toda la vida.
Luego está la cuestión económica.
Es el mercado, amiga
Lo de barato o caro son conceptos relativos, así que relativo a mi economía, el precio de las palomitas y el refresco comprados en el cine me resultan caros. Llámalo que servidora es pobre. Llámalo monopolio. ¿Es imprescindible comer mientras ves una peli? No, pero quizás es un ritual para ciertas personas.
Pero volvamos a la gran pantalla sin perder de vista lo económico. Hacer cine requiere de una inversión multimillonaria que obviamente busca ser rentable, al igual que tener una sala de cine. Pero está el acceso a la cultura, un derecho fundamental recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Qué pasaría si una fuerza imparable chocara contra un objeto inamovible? La paradoja de la fuerza irresistible aplicada al séptimo arte. Sí, por eso son tan importantes las subvenciones, porque ayudan a la producción del arte y lo acercan a la ciudadanía. Nadie dice que tengas que ir al cine todas las semanas, pero ver cine (o a otro espectáculo cultural. Anécdota: en diciembre fui a la Ópera en Berlín pagando 12 euros) no debería ser un lujo restringido. En mi caso, hablo de mí y mi pareja, pero ojo a los números de una familia que va al cine y compra algo de comida y bebida en la sala.
Unos números rápidos, aunque haya diferencias entre cines y ciudades, puedes echar un vistazo a la cartelera actual y descubrir que una entrada general cuestan desde 7 euros (por ejemplo ‘El gato con botas’ en unos cines Yelmo de Madrid parten de 7,5 euros) y que un menú pequeño de palomitas y bebidas en Zaragoza en 2019 según El Heraldo tiene un precio como poco 5 euros. Tirando por lo bajo, una pareja que pida solo un menú pequeño se va a gastar 20 euros.
Las productoras de cine, las salas y los servicios de streaming son empresas y como tal, lo lógico y normal es que lleven a cabo su actividad de la mejor forma posible y en el camino obtengan beneficios (o al revés). Las Fiestas del cine han demostrado que la ciudadanía acudiría más al cine con unos precios más populares, pero estos precios matarían al cine con una industria tal y como la conocemos. Vivimos dentro de un mercado capitalista, así que te guste o no, me toca asumir cosas como la subida de precios generalizada. Es el mercado, amiga.
Pero ese mercado es una moneda de dos caras donde también tengo mi margen de acción individual como consumidora: ya he listado bastantes motivos por los que prefiero ver cine en casa frente a hacerlo en una sala, lo que me ha colocado en una posición de consumidora de diferentes servicios de streaming. ¿Que estas plataformas han cambiado sus estrategias? De acuerdo: está claro que tener una suscripción en un servicio de streaming no es un derecho constitucional, pero tampoco hay obligación de permanencia.
Los 17,99 euros de Netflix pueden salir a cuenta si realmente exprimimos la plataforma y no vemos series y películas por inercia
Vamos, que puedes detener tu suscripción cuando puedas y volver a subirte al carro cuando desees. Lo mejor es que teniendo claro el contenido que hay en cada una de ellas y las novedades (tengo la app TV Showtime que guarda por qué capítulo voy de las series que veo), puedes optimizar tus sucripciones. Ante la pereza y la subida de precios, yo intento consumir con cabeza: pagar 17,99 euros por Netflix si vas a ver horas y horas de entretenimiento en 4K me sigue mereciendo la pena. Pero ya no lo voy a mantener por inercia.
Bonus track para amantes del cine: dale una oportunidad al servicio de préstamo gratuito de películas eFilm y no dejes pasar la oferta del Black Friday de Filmin, con promociones anuales que salen genial de precio y que se han convertido en un must cada noviembre para mí.