El proceso de someterse a un trasplante es muy duro y retador: esperar a encontrar un donante compatible y someterte a la operación. Pero ahí no acaba todo, y es que después tienes que enfrentarte al miedo y la posibilidad de que tu cuerpo rechace el órgano trasplantado.
Para evitarlo, hasta ahora, las personas trasplantadas tenían que tomar inmunosupresores de manera que se redujera la reacción del organismo frente a órgano trasplantado. Gracias a esta nueva terapia los pacientes no tendrían la necesidad de tomar este medicamento y, además, se asegurarían la aceptación indefinida del órgano trasplantado.
Hace tan solo unos días se informaba de que unos investigadores españoles, del Instituto de Salud Carlos III, han conseguido desarrollar una nanoterapia que estaría dirigida a las células del sistema inmune. Gracias a esta terapia se conseguiría la aceptación del órgano trasplantado.
Se tratan de unas nanopartículas extremadamente pequeñas – unas 30 veces más estrechas que el grosor de un cabello – que consiguen ir directamente a las células mieloides que podrían iniciar el rechazo de los órganos trasnplantados. Una vez allí, las nanopartículas desactivan estas células, impidiendo que rechacen al órgano.
Además de esto, los efectos de esta terapia serían duraderos, ya que las nanopartículas serían capaces de penetrar en la médula osea liberando algunos agentes inmunoreguladores. Esto ayudaría a que el paciente no tuviera que tomar inmunosupresores a lo largo de toda su vida.
Por el momento, la investigación se ha llevado a cabo en ratones. Por el momento han comenzado a probar en casos de trasplante de corazón en estos animales, y dado el éxito – con solo tres dosis de nanoparticulas durante la primera semana del trasplante la mayoría de los ratones aceptaron el órgano trasplantado a largo plazo – van a seguir probando con otros órganos.
En cuanto a las pruebas en humanos, aseguran que no han encontrado toxicidad ni efectos secundarios. Además, estas nanopartículas estarían formadas por fármacos que ya se utilizan de manera rutinaria. Por ello, los investigadores consideran que en tres-cinco años se podrá comenzar a trasladar estos experimentos a humanos.
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