Cada semana, millones de moscas se liberan sobre la Comunidad Valencia y, aunque no lo parezca, es una idea sensacional

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La
guerra
de
Valencia
contra
la
mosca
de
la
fruta
del
Mediterráneo
se
remonta
a
hace
más
de
treinta
años
y
es

un
recordatorio
constante

de
que
ir
a
la
guerra
contra
un
insecto
nunca
es
fácil.

No
es
un
recordatorio
que
haga
falta,
la
verdad.
Cientos
de
regiones
de
todo
el
mundo
libran
sus
particulares
conflictos
con

todo
tipo
de
insectos,
hongos
o
bacterias
.
Si
Valencia
es
importante,
es
por
otra
cosa.

Por
una
fábrica
en
Caudete
de
las
Fuentes.


Un
ejército
de
moscas.

Desde
al
menos
2017,
el
que
hoy
conocemos
como

Centro
Valenciano
de
Lucha
Genética

lleva
soltando
cientos
de
millones
de
moscas
semanalmente
para
combatir
las
plagas.
La
técnica
no
es
nueva,
pero
en
este
municipio
valenciano
la
han
llevado
a
su
máxima
expresión.

No
por
nada
es
la
bioplanta
más
grande
de
Europa
y
la
segunda
más
grande
del
mundo:
toda
una
referencia
en
lo
que
se
denomina «técnica
del
insecto
estéril».


¿Insecto
estéril?

Sí,
se
trata
de «un
método
de
control
biológico
de
plagas
que
se
basa
en
criar
machos
de
la
misma
especie
a
combatir
que
se
esterilizan
mediante
irradiación».
Estos
machos
estériles

se
sueltan
al
campo
,
donde
compiten
con
los
machos
silvestres
por
el
apareamiento
con
las
hembras, «reduciéndose
los
niveles
de
la
plaga
al
no
dar
lugar
a
descendencia».

Es

una
solución

que «se
ha
utilizado
en
la
agricultura
de
múltiples
países
y
en
diversas
moscas
y
escarabajos.
Además,
se
estudia
para
luchar
contra
los
mosquitos,
en
particular
los

Aedes
, «vectores
de
enfermedades
como
el
dengue
y
el
chikungunya».


¿Y
es
viable?

Según
el
ejemplo
valenciano,
parece
que
sí.
Aunque
el
gobierno
autonómico

gasta
unos
ocho
millones

de
euros
al
año,
se
ha
convertido
en
una
pieza
clave
en
la
defensa
de
un
sector
que
mueve
más
de
10.000
millones
solo
en
la
región.
Como

explicaban
en
El
País
: «en
los
últimos
años
ha
habido
una
muy
pronunciada
disminución
de
las
hectáreas
de
cítricos
tratadas
con
productos
químicos
mediante
medios
aéreos
(de
unas
330.000
a
principios
del
siglo
XXI
a
apenas
unas
miles
de
hectáreas
en
la
actualidad)».

Es
decir,
es
un
proyecto
relativamente
barato
y
bastante
eficaz
que,
además,
permite

intervenciones
muy
específicas

y
seguras: «dado
que
los
machos
estériles
generalmente
sólo
se
aparean
con
hembras
de
su
propia
especie,
se
espera
poco
efecto
sobre
los
ecosistemas,
a
diferencia
de
los
insecticidas,
que
son
tóxicos
para
muchas
especies
diferentes».


Un
futuro
cada
vez
más
presente.

Hace
unos
años,

Manuel
F.
Herrador
,
profesor
de
la
Escuela
de
Ingeniería
Civil
de
la
UDC,
decía
que
en
el
futuro,
se
horrorizarán
de
cómo
buena
parte
de
nuestra
manera
de
construir
se
resumía
en
dos
palabras:
fuerza
bruta.
Pasará
algo
así
cuando
los
historiadores
de
la
tecnología
se
fijen
en
cómo
cultivamos
durante
el
siglo
20.

Ahora,
poco
a
poco,
estamos
recuperando
(y
creando)
otras
formas
de
intervenir
en
la
naturaleza
mucho
más
inteligentes,
potentes
y
eficaces.
Caudete
de
las
Fuentes
es
solo
el
principio.

Imagen
|

Alvesgaspar

|

ESA

En
Xataka
|

Estos
mosquitos
están
modificados
genéticamente
para
resistir
los
cuatro
serotipos
del
virus
dengue
y
evitar
así
su
propagación