Desde ‘Perro ladrador, poco mordedor’, su debut en el año 2000, Bong Joon-ho nunca ha dejado de ser fiel a sus reflexiones, recursos narrativos o argumentos. Hoy es el flamante e histórico ganador de cuatro premios de la Academia por ‘Parásitos‘, incluyendo los dos de mejor película. El cineasta coreano ya es un dios del cine con este reconocimiento de Hollywood, pero muchos ya sabíamos que nos encontrábamos ante uno de los más talentosos narradores de este siglo hace bastante tiempo.
La leyenda de Corea
Ya entonces, hace veinte años, su obsesivo y calculado empleo del espacio cinematográfico parece estar ligado de por vida a los decorados donde se desarrollarán sus historias. En su debut ya mandaba una verticalidad impuesta que recreaba diferentes niveles topográficos (sótano, entresuelo, pisos) y sociales. Su utilización del 1.85 lograba una sensación de aplastamiento constante de los personajes, subrayando sus distintas categorías, tanto de manera real como metafórica.
Veinte años más tarde, Bong Joon-ho retoma esos espacios en forma del pozo negro que es la residencia familiar de su clan de estafadores, y en la residencia high-tech de su nuevo objetivo. La maestría del cineasta es ofrecer algo más que un simple choque de universos: distorsiona la empatía natural que el espectador podría sentir y revierte el equilibrio para crear suspense.
Por supuesto, puede adivinar rápidamente en qué dirección late su corazón y qué personaje contiene la clave política de su visión. De manera anecdótica (o no), Kang-ho Songel pasa de ser el héroe de ‘The Host’ (el anfitrión) al parásito de la última película.
Crónica de un asesino
Tengo una relación compleja con lo que se conoce como «película de género». La amo tanto como la odio. Siento una gran emoción al hacer que el espectador tiemble con ella, pero al mismo tiempo trato de traicionar o destruir lo que uno espera encontrar allí.
Esas declaraciones las hizo el cineasta durante la presentación de la película que pondría patas arriba su mundo, la exitosa (y excelente) ‘Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie)‘.
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El año 2004 fue un año clave para el cine coreano. En apenas unos meses, tres cineastas desconocidos se convirtieron en verdadero objeto de culto y devoción para millones de espectadores de todo el mundo, ávidos de una narrativa distinta y nuevas energías cinematográficas. ‘Old Boy‘, de Park Chan-wook, fascinó al presidente de aquel Cannes, Quentin Tarantino, y se llevó el gran premio. Poco después, las ‘Dos hermanas’ de Kim Jee-woon (Gran Premio del Festival Gérardmer) nos mostraron el refinamiento y la crueldad de los fantasmas coreanos.
Unas semanas más tarde, la película de Bong Joon-ho se convirtió de inmediato en un nuevo clásico del neo-noir. Aquello no fue una moda pasajera: Corea impuso su estilo elegante y sensual, oscuro y violento, abriendo las puertas a unos nuevos cines que aún siguen cosechando triunfos y ofreciendo calidad.
Revisar ahora la película supone una inmersión en un clásico contemporáneo y caer al vacío de una obra que aún no hemos terminado de explorar. Bong firmó un thriller diabólicamente preciso y un amargo retrato de la Corea de los 80, pero también una comedia negra, mejor vehículo posible para mostrar el rostro de un mal que hasta hace cuatro días aún seguía por las calles.
La forma del agua
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No contento con haber revolucionado el género negro, el director dio un paso al frente con ‘The Host‘, reinventando el cine clásico de monstruos gigantes que asolan ciudades enteras con una maestría, una sensibilidad y un tempo que nunca han sido superados. La virulencia de su sátira juega con la historia moderna de su país apuntando a una serie de objetivos claros: el imperialismo americano (Harvey Weinstein intentaría vengarse más tarde), la desinformación, la negligencia del sistema, la contaminación y los regímenes dictatoriales. El resultado, más de 13 millones de espectadores en su país.
Su fábula moral con impresionantes criaturas filmadas a plena luz del día y el retrato conmovedor de la familia, hicieron de ‘The Host’ otro título clave para entender el nuevo cine coreano, el nuevo cine fantástico y unas maneras que creíamos haber perdido para siempre y que resulta que estaban en Corea. Como las cámaras lentas tan De Palma que vemos aquí.
Todo sobre mi madre
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El proyecto se origina en la misma actriz Kim Hye-ja. El cineasta comenzó a escribir un guión para este ícono coreano que, después de haber desempeñado el papel de madre amorosa y protectora en la televisión durante décadas, se había convertido en una especie de «madre nacional». Al encontrar el necesario toque de locura en ella, le sugirió que explorara su histeria y fuerza destructiva. La actriz aceptó y el resultado es otro thriller memorable.
Con este nuevo ejercicio de suspense tan suyo, plagado de drama familiar y comedia negra, Joon-ho ofrece una nueva demostración de su talento como narrador y director desde la magistral escena de apertura en un campo de trigo. Con sus ya clásicoas rupturas de tono y género, ‘Mother‘ señala una vez más desde su propia disfunción, las mismas que nos encontramos en las instituciones que se supone velan por nosotros. Otros monstruos de pieles distintas.
El tren del infierno blanco
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La adaptación del cómic publicado a comienzos de los años 80 por Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette se saldó con una batalla interna de la que el cineasta salió victorioso ante el productor Harvey Weinstein, que distribuía la película por los Estados Unidos.
La primera película de Bong Joon-ho en inglés fue una mastodóntica superproducción filmada en estudios de la República Checa. «Cuando descubrí ‘Le Transperceneige’, lo primero que me llamó la atención fue la naturaleza cinética tan especial del tren. Estos cientos de piezas de metal que se mueven como una serpiente y que transportan a los últimos supervivientes de la raza humana me conmovieron. Además, ¡la gente luchaba entre ellos!»
El rompenieves era un vehículo ideal para que el cineasta siguiera adelante con su investigación sobre la naturaleza humana y cómo nos comportamos en circunstancias extremas, ya sea un asesino en serie, la aparición de un monstruo en el río Hangang, o una madre que se hunde en la locura.
Netflix y otros parásitos
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Otra fábula moral conmovedora y lo suficientemente manipuladora como para generar, por primera vez con el director coreano, disparidad de opiniones. Por momentos, ‘Okja‘ es candidata a ser la película definitiva de un soñador que encontró en Netflix el hogar más acogedor para su criatura. Bong Joon-ho escenifica el fracaso de nuestras sociedades deshumanizadas donde los sentimientos y el afecto no pueden existir en nuestros espacios y zonas de confort.
Y así llegamos a ‘Parásitos’, la película que ha consagrado a un cineasta que llevaba veinte años dando forma al que ha sido su relato definitivo. Todos los elementos e ingredientes empleados durante estas dos décadas en activo han dado como fruto una película que ya tiene el estatus de clásico y que ha puesto patas arriba a todo Hollywood.
Creo que quizás estuve un poco inspirado por ‘Accidente sin huella’ de Claude Chabrol, una película que realmente me gusta y que tuvo un fuerte impacto en mí durante mis años de estudiante. Sin embargo, la idea de ‘Parasite’ cristalizó en 2013, cuando pensé en contar la historia de dos familias de composición idéntica, con dos padres, una hija y un hijo. Quería ver cómo se vería si los mezclara. El primer título que imaginé para el guión fue ‘The Décalcomanie‘.
Que una película tan macabra, tan diabólica y tan crítica logre ser una mezcla perfecta de géneros en la que la comedia más amarga destaca por encima del resto, es un inevitable placer para el gran público.
En cierto modo, estamos ante ‘La muerte de Stalin‘ de la temporada pasada. Que nunca se nos escape un año sin una exquisita dosis de mala uva.
El mundo ya tiene una película favorita de Bong Joon-ho.