Una máxima de la vida parlamentaria reza: “Jamás se convoca a una sesión si no se tiene número asegurado”. Lo saben todos. Al menos, todos aquellos y aquellas que conocen el Congreso de la Nación. No fue eso lo que ocurrió en la Cámara de Diputados durante los últimos 5 días.
Envalentonado por el rechazo del presupuesto en la mañana del viernes pasado, el principal interbloque opositor de la cámara baja, Juntos por el Cambio, convocó a una sesión para este martes 21 de diciembre con el objetivo de aprobar definitivamente la media sanción de la reforma a la ley de impuesto a los bienes personales venida del Senado. Se suponía que tenían número para conseguirlo. La noticia que se avecinaba era muy auspiciosa para medio millón de personas que pagan el tributo (desactualizado desde hace dos años) y también para un sector acomodado con capacidad de inversión.
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La oposición especulaba con el siguiente escenario. 114 de Juntos por el Cambio, 8 del Interbloque Federal, 4 liberales y 1 aliado. Total, 127. Para el quórum, confiaban en que los legisladores de Izquierda colaborarían por la simple vocación de sesionar. Y para la votación en sesión, confiaban en lograr la mitad más uno de los presentes.
El panorama se enrareció el lunes. Los armadores parlamentarios del Frente de Todos, con más muñeca política, leyeron eso y el oficialismo anunció que presentaría una propuesta de modificaciones al proyecto. Raro porque la iniciativa que llegó del Senado había sido propuesta por el mismo Frente de Todos que en Diputados la modificaría. Y raro porque esas modificaciones atentarían contra el espíritu de la iniciativa que era aliviar la presión fiscal que recae sobre miles de argentinos. Pero aun así lo hicieron, ya que lo que carece de rareza es la motivación: en un contexto de severa crisis económica la recaudación fiscal es clave.
Así se llegó al martes. La agenda del día indicaba: 13 horas, reunión de la Comisión de Presupuesto. Allí el oficialismo buscaría con éxito el dictamen con las modificaciones. A las14, sesión en el recinto.
A la hora señalada, a la oposición le faltaban algunos diputados
La mañana calurosa en la Ciudad de Buenos Aires atravesaba los históricos pasillos del Congreso y dos horas antes de que suene la campanilla que llama a los legisladores a sesionar sonó la alarma en el Interbloque de Juntos por el Cambio: faltaban 2 diputados más de los calculados, al parecer, con Covid. Y la cosa se puso negra. Las miradas recayeron en la secretaria parlamentaria del interbloque, la diputada Silvia Lospennato. Es que el rol de secretario parlamentario tiene como principal función “tomar lista” y comunicarles a los jefes de bloque cuál es el escenario numérico para tomar decisiones.
De todos modos, injusto sería caerle a Lospennato por un tema cuya principal variable causal es la política misma. “Cómo se lo extraña a Nico Massot en el bloque. Él era el encargado de ´peinar´ la cámara buscando votos y leyendo el panorama que nos permitía tomar decisiones”, dice ofuscado un histórico diputado del PRO, más cercano a los halcones que a las palomas, pero destacando el trabajo del delfín de Emilio Monzó, quien tenía a su cargo la tarea de caminar el recinto puertas adentro y afuera del propio espacio político.
Lo cierto es que ese rol hoy está vacante. Y si alguien está queriendo ejercerlo estaría fallando en el intento. Prueba de esto fue la sesión de este martes cuando todo aquello que se soñó en la mañana del viernes se esfumó como arena seca entre los dedos.
En Juntos por el Cambio todos se miran como buscando culpables. Consiguieron un voto menos de lo pensado y provocaron exactamente lo contrario de lo que buscaban.
En lo estrictamente parlamentario le dejaron servida la mesa al Frente de Todos que ahora -salvo que surja alguna sorpresa- tiene a mano la votación en el Senado. Es cierto que el oficialismo perdió quórum propio en la cámara alta, pero los dos senadores que necesitan para lograrlo estarían a tiro de acompañar. Prueba de esto es que los diputados que comparten espacio político con ellos este martes votaron a favor del gobierno. De ser así, el próximo 29 de diciembre habrá ley y la Argentina experimentará una nueva suba de impuestos.
En lo político, dejaron en evidencia dos cosas. Primero, la carencia de manejo político al interior del interbloque y de la cámara toda. Segundo, las internas calientes que existen entre los partidos que conforman la alianza. Desde Evolución Radical, le adjudican al Pro la falta de certezas a la hora de contar los votos. Desde el Pro, le achacan a Evolución Radical una supuesta actitud de poca experiencia política para envalentonar al interbloque en una batalla que no valía la pena dar luego de la victoria conseguida con el rechazo del presupuesto.
“Era para terminar el año así y estos pibes se pasaron de rosca”, confía a TN un avezado legislador del Pro, de los llamados “palomas”.
Mutis por el foro, como quien cumplió correctamente su tarea, quedó la Coalición Cívica que sentó en sus bancas a todos sus legisladores.
Primer error de cálculo grave de Juntos por el Cambio
La oposición quedó desnuda en el recinto. Jugaron al fleje en un partido importante y les faltó pericia política de esa que al peronismo le sobra. Lo curioso es que -entre la llamada oposición- hay varios peronistas que conocen este juego de la política parlamentaria.
Como resultado de todo, la Cámara de Diputados mandó al Senado una ley que deja dos aspectos centrales:
- Elevará el mínimo no imponible del impuesto a los bienes personales de 2 millones de pesos a 6 millones de pesos, algo que corresponde luego de dos años inflacionarios sin actualización.
- Subirá las alícuotas para los bienes radicados en el exterior y para aquellos que, radicados en la Argentina, superen los 100 millones de pesos.
Los teléfonos celulares de varios diputados opositores, sobre todo del Pro, estallaron de mensajes enviados por empresarios argentinos cansados de pagar impuestos, “desalentados” a invertir en el país. “No hay excusas. Suben los impuestos por culpa nuestra. Más ingenuos no pudimos ser. Me voy a mi casa”, se confiesa desganado un diputado opositor de carrera economista.
En 1992, James Carville, estratega de la campaña de Bill Clinton, inmortalizó una frase que sintetizaba el hecho de que más allá de la muy buena imagen del adversario -Bush padre- la recesión económica de su gobierno beneficiaría a su jefe el candidato demócrata convertido luego en nuevo presidente de los Estados Unidos.
“Es la economía, estúpido”. No hay estratega político que no la haya utilizado alguna vez. Esta vez, en Argentina, 21 de diciembre de 2021, a la oposición no le falló la economía sino la política. Y la frase, con la palabra cambiada, sonó baja de volumen en el anillo fuera del recinto de Diputados. Pero aturdió a más de uno.