Precalentar el horno a 180ºC con aire ventilador. Preparar un molde de tipo plumcake o rectangular, de unos 20×10 cm, o medidas aproximadas. Realmente el tamaño es un poco indiferente, simplemente saldrán galletas más anchas o más apaisadas. Forrar con papel antiadherente o engrasar.
Disponer las claras en un recipiente limpio y batir un poco hasta espumar, con varillas manuales o batidora de varillas eléctricas. Agregar poco a poco el azúcar, sin dejar de batir, hasta conseguir una especie de merengue espeso y brillante. Añadir la vainilla y batir un poco más.
Tamizar encima la harina con la sal y mezclar con las varillas para incorporarla de forma homogénea. Agregar la mezcla de frutos secos y remover con movimientos envolventes. Verter en el molde, igualando la parte superior con el dorso de una cuchara o con una espátula.
Hornear durante unos 22-25 minutos, hasta que esté ligeramente dorado y firme al tacto. Esperar un par de minutos fuera del horno, desmoldar y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
Bajar la temperatura del horno a 150ºC y preparar dos bandejas con papel antiadherente. Solo con la masa totalmente fría, cortar las galletas con el grosor más fino posible. Usar un cuchillo de sierra pequeña, con cuidado y poco a poco.
Disponer las galletas en las bandejas y hornear una cada vez, unos 15-20 minutos, solo hasta que empiecen a dorarse. Lo ideal es que no se tuesten por el centro y permanezcan blancas. Si el horno no calienta igual por todas partes, girar las bandejas a mitad de la cocción. Dejar enfriar sobre una rejilla.