El 2020 fue un año marcado por la pandemia del coronavirus y un año donde la educación, ha sido afectada de manera muy profunda.
¿Cómo llegamos a Diciembre sin clases presenciales? Es la pregunta obligada, que a mi entender, no tiene una sola respuesta: seguramente, por miedo y seguridad al principio; por falta de voluntad política después; pero, especialmente por menosprecio a la educación al no incluirla como una actividad esencial.
El ejemplo más claro es el de la apertura de casinos y bares cuando todas las escuelas se encontraban cerradas.
El retorno a la presencialidad en las escuelas es primordial por dos motivos: por un lado, para que los niños vuelvan a una rutina, y por otro, para recuperar la riqueza del aprendizaje compartido, mediante el cual, un niño internaliza los contenidos en el encuentro con los docentes y sus pares. La escuela, es más que un espacio donde se aprende.
En ocasiones, también es un comedor, un refugio ante casos de violencia, un lugar de conexión y contención.Sin embargo, todo eso, se cortó de la noche a la mañana y se apostó por una continuidad a distancia, que se volvió interminable para las familias y para los docentes que sortearon infinidad de desafíos y obstáculos.
Considero que ya se perdió demasiado tiempo y que nada sustituye el poder de las aulas. Deseo que la vuelta al colegio sea para siempre.
Para finalizar, comparto estas palabras de Facundo Manes «No se trata de volver a la escuela sólo para aprender contenidos. La educación ayuda a construir la identidad, a motivar el propósito y a potenciar los recursos cognitivos, emocionales y sociales de los chicos. Por eso, justamente, debe ser prioridad».
Y es así, volver a la escuela, es una prioridad para niños, adolescentes y familias para que entre todos construyamos un futuro mucho mejor.
* Prof. Lic. En Psicología


































