Con el registro de jornada obligatoria para las empresas uno de las quejas más habituales que empezaron a escucharse era que ocurriría con aquellos que trabajan por objetivos. Hay que tener en cuenta que trabajar por objetivos puede afectar a la jornada laboral en varios sentidos.
Por un lado, si trabajamos por objetivos se entiende que tenemos un horario flexible. Tenemos que cumplir con una serie de tareas y a partir de aquí hemos cumplido con nuestro cometido. Esto no significa que el empleado pueda elegir sus horarios, normalmente por cuestiones organizativas hay establecidas franjas horarias para las entradas o salidas. Además suele haber un número de horas mínimas.
Porque en el contrato de trabajo se fija estas horas de jornada. ¿Qué ocurriría con un empleado que cumple sus objetivos pero en lugar de realizar 40 horas semanales hace solo 25? En muchas empresas supondrá un problema e incluso se podría despedir a este empleado por causa justificada porque no cumple con su jornada laboral.
Mi experiencia con el trabajo por objetivos no ha sido del todo positiva. Porque siempre ha significado unos objetivos muy complicados de cumplir dentro del horario laboral, por lo que para cumplir con ellos se necesitaba ampliar la jornada varias horas de forma regular. Llegar a el límite establecido de estos objetivos implicaba un plus en el salario, pero no se pagaban horas extras.
El problema no es tanto el trabajo por objetivos como concepto, sino cómo mide la empresa nuestra productividad y el límite de dichos objetivos. Si son muy altos implica que para lograrlos además de un esfuerzo extra hay que sumar muchas horas adicionales.
En otras ocasiones este trabajo por objetivos choca con los horarios de atención al público. Por mucho que hayamos cumplido con nuestras tareas no podemos marcharnos a casa porque el horario de atención al público es hasta x hora del día. Será que he tenido mala suerte, pero siempre me ha parecido que el trabajo por objetivos solo tenía inconvenientes para el trabajador.
