¡Basta de contraseñas!
Gracias a la informática y a la tecnología ahora podés ver y charlar en vivo por video con un pariente que vive en Loma de Allá Lejos, podés hacer compras desde tu casa, podés hasta hablar con una máquina de inteligencia artificial si sos un tipo que no tiene amigos, pero para todo, absolutamente todo, te hace falta una contraseña. Y uno no puede manejar tantas contraseñas. ¡
¡Paren con las contraseñas! Y no solo la contraseña. También tenés que recordar tu usuario. Y por cada usuario, hay una contraseña. Y cada sitio tiene reglas distintas: que poné una mayúscula, que poné un número, que poniendo estaba la gansa. Y eso es porque la internet no es un sitio tan confiable como algunos creen: fijate que mientras acá quieren imponer el voto electrónico, en la mayoría de los países no se sienten seguros con hackers rusos que son capaces de hacer ganar a Lenin o a Totsky en Alabama.
Lo que pasa es que la gente cree que la computadora e internet son un juego. Y en la casa tiene alarmas, rejas, 4 perros bulldogs, 3 francotiradores, una cerca electrificada, y después ponen en Facebook: “Nos fuimos de vacaciones 2 meses”. O una foto junto al Picasso que tienen en el living (incluso si el Picasso fuese un póster comprado por internet). Y así, lo único seguro, es que te van a afanar.
Y el problema es que internet es peligrosa. Y por eso hay que poner un password para todo. Password o contraseña, o clave, pin, código de seguridad, número de identificación personal, o como dicen los que ya no son más jóvenes: “los numeritos que hay que poner para entrar”. Y a pesar de las recomendaciones la gente pone lo más fácil: 12345.
Claro: tampoco es fácil recordar todas las claves que uno tiene que usar: la del correo electrónico, la de la otra cuenta de correo electrónico, la de la otra otra cuenta de correo electrónico, la de la otra otra otra cuenta de correo eléctronico… es más: te tenés que acordar de a qué correo corresponde cada contraseña: Si Hotmail, Gmail, Yahoo o malditomailquenoabre.com.
Y después tenés las de Facebook, Twitter, Instagram, Tinder, la del home banking, la del cajero automático, -siempre y cuando tengas una sola cuenta bancaria en un solo banco-, la de la alarma de tu casa, la de acceso telefónico de tu cuenta bancaria, la del canal bloqueado para los chicos en casa, la de los sitios porno, la de los sitios de jueguitos, la de la compu, la del celu, la del sitio de compras online, la de Netflix, Amazon y hasta la de pichopelisparabajar.com.
Lógico. Así es muy difícil. Finalmente ponés 12345 y listo. O te creés muy pillo y ponés 54321. Es más: hay niños que están naciendo que en lugar de decir “ajó” ya te dicen: “introduzca la contraseña”. Y si no, no te hablan.
Todo el asunto de las contraseñas es un problema insoluble, porque te dicen que uses una combinación aleatoria de letras que sea fácil de recordar. Si es fácil de recordar, seguramente uno pondrá “Pedro”, “Fido” o “12345”. Si realmente buscás una combinación aleatoria, entonces la contraseña es algo así como “3rg%mnt$$º¿1adrfff000jkn”, ¡que es imposible de recordar!
Pero eso no sería nada. Una vez que, por alguna razón, te armás de un sistema nemotécnico para recordar o tener anotadas en algún lado todas las contraseñas…¡CHAN! “Su contraseña se ha vencido. Introduzca la nueva contraseña”. Y la nueva contraseña tiene requerimientos mucho mayores: ya no alcanza con una mayúscula. Ahora tiene que tener dos símbolos matemáticos, tres caracteres coreanos y 23 números no consecutivos.
Y puede ser peor: te llega un aviso del correo o de la empresa o del sitio diciendo: “sufrimos un hackeo masivo de cuentas. Su contraseña pudo haber sido expuesta. Por favor, cámbiela ahora”. Y ahora no podés. Estás manejando, caminando, o en el albergue transitorio y ya sin ropa. Y no podés pensar en otra cosa que no sea que te van a hackear todos tus correos y todos los emojis que tanto te costó conseguir y entonces inventás una contraseña imposible que ni bien la tecleaste por segunda vez, ya no te la acordás más. Y tenés que caer en el botón que dice: “Olvidé mi contraseña”. Que es como el link de la vergüenza de todos los sitios, que deben tener gente mirando y diciendo “otro que se olvidó la contraseña. ¡Y ya van 65 veces que se la olvida!”
Ahora, para superar estos problemas, están poniendo reconocimiento de huella dactilar y hasta reconocimiento facial. Es decir: tenés que poner el dedo o la cara. Un consejo: tené siempre a mano otro dedo y otra cara de repuesto. En cualquier momento te la hacen cambiar.