Lairana, Santín y Rojas Apel
Con el estreno de «Lo que tenemos», una ficción acerca de los vínculos que mañana llegará a la plataforma Cine.ar.play, Paulo Pécora exhibe su cuarto largometraje, realizado de manera colectiva y autogestiva junto al elenco (Mónica Lairana, Maricel Santin, Alberto Rojas Apel) que el realizador define como «una experiencia de amistad y generosidad».
«Nuestra expectativa era hacer una película muy humana donde todos estuviéramos contentos con el proceso, con la experiencia colectiva, y también con sus resultados», advierte, con satisfacción por el deseo cumplido, Pécora durante una entrevista con Télam.
«Lo que tenemos» fue escrita a ocho manos y acompaña a Male, Fran y Uri, tres amigos que viajan a un pueblo de la costa atlántica bonaerense, solitario y fuera de temporada.
Filmada en la localidad balnearia de La Lucila del Mar, con recursos mínimos y en sólo diez días, la película es el fruto de una experiencia de creación y autogestión colectiva, tarea en la que también participaron Maru Tomé como directora de arte y Germán Chiodi como sonidista.
Esta película fue producida de manera autogestiva, con muy poco dinero y sin apoyos. Fue filmada por un total de seis personas, durante 10 días, fuera de temporada, en La Lucila del Mar. No teníamos nada más.”
Paulo Pécora
«Fue un trabajo en el que privilegiamos el consenso a partir de un modo de trabajo sin jerarquías en el que cada cual cumplía una función pero ayudando y recibiendo ayuda y opiniones de los demás. Eso nos obligó a dejar nuestros egos de lado y valorar nuestras propias decisiones en función de un trabajo en equipo», pondera el dueño de una vasta obra en cortometraje y autor de otros tres largos: «El sueño del perro», «Marea baja» y «Amasekenalo».
Télam: ¿Cómo fue el proceso creativo para llegar a hacer «Lo que tenemos»?
Paulo Pécora: Fue un proceso colectivo extendido en el tiempo. Con Maricel, Mónica y Alberto nos conocemos desde hace muchos años. Yo había dirigido a Alberto y Maricel en un corto institucional para el Bafici llamado «Planetario» y desde entonces veníamos pensando en hacer algo los cuatro juntos. No recuerdo bien cuándo, pero empezamos a tomarnos en serio la posibilidad de escribir, producir, actuar y dirigir juntos una película sobre los afectos, con el tema de las nuevas formas de familia como telón de fondo. Hablamos mucho para encontrar y acordar un tono –para mi de cierta levedad, naturalidad y ternura- que debía respetarse y ser coherente con un relato centrado en los personajes y en sus emociones, una puesta en escena sencilla e interpretaciones naturalistas.
T: ¿Qué ventajas y dificultades encontraste en esa modalidad de hacer cine?
PP: Me gusta tener conciencia de mis limitaciones o dificultades, porque al tenerlas claras puedo hacerme una idea más exacta de los resultados a los que puedo llegar trabajando del modo que quiero, sin ponerme expectativas que luego no pueda cumplir y puedan resultar frustrantes. Prefiero adaptarme a los límites, que sufrir o detenerme por no poder superarlos. Esta película fue producida de manera autogestiva, con muy poco dinero y sin apoyos. Fue filmada por un total de seis personas, durante 10 días, fuera de temporada, en La Lucila del Mar. No teníamos nada más. Creo que eso fue una ventaja porque nos ayudó a delinear rápidamente un diseño de producción minúsculo y una estética específica que está muy lejos de las investigaciones formales que vengo desarrollando desde hace tiempo en otras películas.
Rojas Apel y Lairana
T: ¿En qué punto sitúas la trama de «Lo que tenemos»?
PP: Es una película que principalmente se propone reflejar emociones y vivencias en el marco de un triángulo afectivo en el que tres personas confunden la amistad, la necesidad de realizar un plan juntos y sus deseos. El tema de los nuevos tipos de familia está como trasfondo social. Lo que queríamos destacar era la intimidad y los sentimientos encontrados de los tres protagonistas, cuando entienden que el plan que se proponían no saldrá tal como lo tenían pensado. El foco está puesto en ellos, en sus temores y anhelos.
T: Tomando nota de ese abanico de nuevos tipos de relaciones que se imponen ¿Cómo las analizás como una persona criada en una sociedad mucho más esquemática y represiva?
PP: Creo que cada cual puede hacer de su vida lo que quiera, mientras no le haga daño ni perjudique a los demás. En ese sentido, ese abanico de nuevos tipos de relaciones y familias me parece totalmente válido y legítimo en la medida en que sean elegidas libremente y produzcan felicidad y crecimiento personal entre quienes decidan vivirlas. Como una persona criada en un tiempo obsoleto, con costumbres, religiones y leyes coercitivas, por suerte lo vivo con total normalidad, sin preguntármelo demasiado. En ese sentido, creo que una de las ideas que expresa la película es vivir y dejar vivir.
T: ¿Cómo dialoga esta película con tus anteriores largometrajes?
PP: La siento como una rareza, como algo muy diferente a lo que vengo haciendo en mis cortos y largometrajes. No es la primera vez que abordo temáticas relacionadas con los afectos y las emociones, pero nunca lo hice de este modo. Nunca antes filmé respetando la realidad ni mucho menos el naturalismo de las situaciones. Todas mis películas son exploraciones formales, e incluso experimentales en algunos casos. Mis temas preferidos son los sueños, las pesadillas, los recuerdos, los viajes mentales. En ellos me siento libre de transitar todo tipo de recursos formales, incluso en el marco de un género como el policial negro en «Marea baja». Considero a mis películas como parte de un proceso de aprendizaje continuo. En esta película, en cambio, tuve que despojarme de todo, olvidarme de mis pretensiones formales y ponerme al servicio de una narración más natural.