El reconocido cantautor y guitarrista Nicolás Ibarburu, referente de la música popular uruguaya contemporánea, se encuentra en pleno regreso a la Patagonia tras la presentación en Buenos Aires del álbum «Largavista» junto a su Trío Ventana, con un repertorio solista en el que también adelantará material de su próximo trabajo de estudio que, cerca de su clásica mirada artística, está atravesado por su permanente indagación sobre «la singularidad y la originalidad por encima de las tendencias».
«Por suerte vuelvo con varias canciones nuevas de un disco que ya se está cerrando, quizás para fin de año, intentando sintetizar lo instrumental con la canción cada vez más, pero con una búsqueda que sigue siendo siempre la misma con respecto a los folclores, para resignificarlos y darles un nuevo aire desde mi perspectiva», aseguró Ibarburu en diálogo con Télam, sobre el tour que hoy lo encontrará en vivo a las 20.30 en el Quincho del Lago, en Epuyén.
Su visita por los pagos argentinos, que ya lo recibió en Villa La Angostura y Bariloche, también lo llevará a Lago Puelo, donde se presentará el sábado 22 a las 21 en el Espacio Cultural de la localidad, para finalizar el domingo siguiente en la segunda edición del Festival de Jazz de Cipolletti, al que dará inicio y que compartirá junto a una nómina de artistas como Luis Salinas, la cantante Ligia Piro y el guitarrista estadounidense Wayne Krantz, entre más.
«Son cosas que me hacen vibrar mucho, así que está naturalmente en mis composiciones, pero sí, también está el cómo uno acepta el pasar del tiempo y cómo se abre a las músicas nuevas»
«Es una tremenda alegría volver al sur, ya están grabadas en el corazón y en la retina la belleza y la magia de este lugar. Es la cuarta vez que vengo y la segunda con mi proyecto solista, así que estoy reencontrándome con inspiraciones y con gente querida que también inspira y da ganas de seguir para adelante», comentó el músico, destacada figura del sonido rioplatense moderno que junto a su mellizo, el baterista Martín Ibarburu, tuvo la oportunidad de crecer en las ligas mayores como parte de las bandas de Jaime Roos, Rubén Rada, Fernando Cabrera, Hugo Fattoruso, Fito Páez y el eterno Luis Alberto Spinetta, por citar sólo algunos de la copiosa lista.
Fue a partir de esas experiencias que su carrera desembocó en la formación de proyectos como el Trío Ibarburu, junto a Martín y su hermano mayor, Andrés; el Trío Ventana, nuevamente en dupla fraterna y con el pianista uruguayo Hernán Peyrou; y Cinco Amigos, una versión ampliada de ese terceto en asociación con los argentinos Fernando Silva en bajo y Juan Pablo Di Leone en flauta y teclados.
Todas las oportunidades se convirtieron en un caldo de cultivo particular e ideal para dar rienda suelta a la fusión de géneros que pueblan su obra: la canción, el candombe, la milonga, el rock, el funk y el jazz son parte de una propuesta que sostiene sin dejar de adaptarla al paso del tiempo, y que ya se volvió una marca registrada por su sensibilidad y una dulce sensación de intimidad que plasmó de lleno en sus dos álbumes de estudio, «Anfibio» (2009) y «Casa rodante» (2016).
Ahora, con la compañía de Di Leone en vivo durante su gira patagónica, Ibarburu está de vuelta en los escenarios locales en medio de la previa del lanzamiento de su próximo disco solista, y conversó con esta agencia sobre sus motivaciones artísticas y su mirada sobre el vínculo musical entre Argentina y Uruguay.
Télam: ¿Qué influencias y aprendizajes de haber tocado con Rada, Roos, Spinetta o Fito todavía están presentes en tu música?
Nicolás Ibarburu: Ha sido una bendición poder estar cerca de ellos, mi formación la hice más «en la cancha», sacando repertorios, y aprendiendo de esos maestros que sólo por estar cerca suyo ya te abren la cabeza. Sin dudas están reflejados en lo que hago, uno es todo eso que vive, pero sobre todo en este momento de mi vida, en el que finalmente estoy priorizando y poniendo el foco en mis propuestas, entiendo cosas que experimentaba antes con ellos y ahora los veo más grandes, por cómo remaron sus caminos musicales frente a todo tipo de adversidades. Rada y Jaime tienen un plus porque yo me siento identificado con esa barra, con esa corriente que tiene la misión de ponerle todo al candombe y resignificarlo, darle nuevas perspectivas. En eso me siento muy unido a ellos, me hicieron sentir parte de ese camino y lo llevo con orgullo.
Fotos: Eugenia Neme.
T: La mezcla de géneros es parte de tu música desde siempre. ¿Cómo mantenés viva esa convivencia?
NI: Son cosas que me hacen vibrar mucho, así que está naturalmente en mis composiciones, pero sí, también está el cómo uno acepta el pasar del tiempo y cómo se abre a las músicas nuevas. Yo no lo pienso mucho, es más intuitivo y emocional lo que busco en las sonoridades. El disco nuevo es también como un «Tetris», hay una banda base, y después se abren otras cosas pero mucho desde lo acústico, las guitarras tienen un aire milonguero y están muy presentes. Es un equilibrio cómo uno maneja esa convivencia, creo que se trata de intentarlo todo el tiempo y cada vez que lo hacés es desde las cosas nuevas que escuchaste, y es inevitable actualizarlas.
«Por suerte vuelvo con varias canciones nuevas de un disco que ya se está cerrando, quizás para fin de año, intentando sintetizar lo instrumental con la canción cada vez más, pero con una búsqueda que sigue siendo siempre la misma con respecto a los folclores, para resignificarlos y darles un nuevo aire desde mi perspectiva»
T: En ese sentido, ¿qué momento dirías que está atravesando hoy la música popular uruguaya?
NI: Me parece que está súper prolífica, porque también se han roto ciertos prejuicios de antaño, esa cosa más sectaria, y creo que los géneros se han entrelazado hermosamente y con muchas colaboraciones. Hay muchos compositores nuevos que buscan desde la esencia y Montevideo siempre ha tenido eso, no sé si es por sus dimensiones o por quienes nos han guiado, que buscaban desde la autenticidad, más allá de que a veces eso cueste ser poco reconocidos. Está esa búsqueda de la singularidad y la originalidad por encima de las tendencias, creo que eso es algo muy valioso y todavía se sigue dando, aunque también falta mucho por crecer.
T: ¿Cómo pensás que evolucionó a lo largo del tiempo este puente musical que se tiende entre ambos países?
NI: Es centenario ya, desde la época del tango o incluso desde antes. Montevideo y Buenos Aires son ciudades hermanas, pero también súper diferentes y se nutren mutuamente. Buenos Aires es muchísimo más grande y tiene uno de los caudales artísticos más poderosos del planeta, y Montevideo tiene esa cosa más austera, pero creo que se han complementado de una manera hermosa. A veces cuando nuestros amigos de Buenos Aires nos ven, nos hacen mirar cosas que a veces no vemos en nosotros mismos, y viceversa. Es un lente compartido que nos ayuda a crecer y a descubrir cuáles son las cosas particulares de estas latitudes, es una mezcla que sigue tan rica como siempre, y creo que debe ser el momento en que más se está dando esa simbiosis. Una de las cosas más hermosas de la música es que justamente no respeta fronteras geográficas o políticas, y hay una idiosincrasia, una manera de vivir los afectos y expresarlos que nos une. A la vez hay diferencias que son las que hacen a la riqueza, a los matices, y creo que la potencialidad está ahí, en formar parte de un área de sensibilidad que, proyectada hacia adelante, va a tener más fuerza siempre.