A
veces
una
cocina
es
un
encaje
de
bolillos.
Son
muchos
los
electrodomésticos
que
queremos
–o
tenemos–
que
encajar
en
un
espacio
reducido
que,
además,
suele
tener
limitaciones
en
cuanto
a
las
tomas
de
corriente.
Por
eso,
no
es
raro
que
la
cocina
suponga
un
suplicio
en
forma
de
puzzle
donde
tenemos
que
colocar
aparatos
de
lo
más
variado
en
cuanto
a
prestaciones
y
tamaño.
También
porque,
dicho
sea
de
paso,
nos
complicamos
más
de
la
cuenta
y
añadimos
a
manos
llenas
electrodomésticos
que
no
siempre
necesitamos.
Creo
que,
en
la
teoría,
una
cocina
estándar
podría
funcionar
con
un
frigorífico
y
un
microondas,
además
de
la
inducción
o
vitrocerámica
si,
como
es
lógico,
consideramos
estos
dos
elementos
de
cocina
como
electrodomésticos.
A
partir
de
ahí
hay
un
carrusel
de
elementos
que
ocupan
espacio
y
que
nos
martirizan,
metiéndolos
y
sacándolos
de
armarios,
cuando
no
sabemos
qué
hacer
con
ellos.
Cafeteras,
tostadoras,
sandwicheras,
hervidores
de
agua,
batidoras,
hornos,
freidoras
de
aire,
exprimidores…
La
cantidad
de
elementos
que
pueblan
encimeras
y
mesas
de
la
cocina
es
abismal
y,
si
nos
ponemos
tiquismiquis,
su
uso
es
más
bien
reducido.
Todo
lo
contrario
de
lo
que
suele
suceder
con
el
microondas,
un
electrodoméstico
que
nos
saca
de
muchos
apuros
caseros.
Algunos
son
tan
triviales
como
calentar
un
poco
de
leche
o
el
café
de
cada
mañana,
pero
otros
son
de
más
magnitud
como
descongelar
o
incluso
cocinar.
Pero
eso
no
quiere
decir
que
el
microondas
pueda
colocarse
en
cualquier
parte.
Infravalorar
los
peligros
de
la
colocación
del
microondas
es
un
error.
Este
elemento,
por
inocuo
que
parezca,
necesita
espacio,
ventilación
y
margen
para
poder
enfriarse
debidamente,
algo
que
no
siempre
tenemos
en
cuenta.
Por
este
motivo,
hay
varios
lugares
de
la
cocina
o
zonas
donde
el
microondas
nunca
debería
estar
colocado:
-
Cerca
del
fregadero:
es
evidente
que
la
proximidad
con
el
agua,
aparte
de
dañar
el
aparato,
también
podría
causar
cortocircuitos. -
Contra
la
pared:
de
igual
modo
que
pasa
con
el
frigorífico,
el
microondas
no
debería
estar
enclaustrado,
pues
se
puede
sobrecalentar
y
también
supone
riesgos
eléctricos
y,
por
supuesto,
lo
hace
complicado
de
limpiar. -
Lugares
demasiado
altos
–o
demasiado
bajos–:
se
trata
de
que
el
acceso
y
uso
del
microondas
sea
sencillo
y
seguro,
evitando
riesgos
de
que
podamos
volcar
su
contenido
o
que
no
haya
forma
de
utilizarlo. -
Cerca
de
la
cocina:
no
es
solo
el
hecho
de
que
un
microondas
pegado
a
los
fogones
se
pueda
ensuciar
más
de
la
cuenta,
sino
también
que
el
calor
y
el
humo
podrían
lastrar
su
vida
útil. -
Sobre
el
frigorífico:
esta
medida
es
muy
habitual
en
casas
muy
pequeñas
donde
hay
una
nevera
pequeña
y
donde,
para
aprovechar
el
espacio,
se
coloca
encima
el
microondas,
pero
también
supone
un
riesgo
porque
mutuamente
se
sobrecalientan.
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