La sociedad envejece y esto provoca un incremento de la dependencia de la población. Sin los ajustes necesarios, los sistemas sociales actuales y de salud no serán sostenibles. Los cuidadores no profesionales aumentan cada año. Mujeres y hombres deben reducir su jornada laboral o destinar parte de su sueldo a pagar a una persona que les ayude con el cuidado de un familiar.
Las cifras nos dicen que son las mujeres las que se encargan de estas tareas del cuidado y atención al adulto mayor. El rol de la mujer cuidadora se ha interiorizado y se da por sentado que es ella quien ha de renunciar al trabajo.
La mujer como cuidadora, un rol que se ha naturalizado
Han pasado los años y ha tenido lugar el despliegue de políticas sociales de atención a la dependencia. Sin embargo, el patrón se mantiene, aunque aumenta algo el tiempo de cuidado prestado por los hombres, en especial el de los hombres mayores, y desciende el de las mujeres, si lo comparamos con el esquema o patrón de cuidado de 2008 (Encuesta sobre Discapacidad y Dependencia) .
Esto puede explicarse por el proceso de envejecimiento (y envejecimiento de los ya viejos) y de evolución de los tipos de hogar, más que por modificación de mentalidades y de la cultura del cuidado.
Las parejas envejecen y los hombres de edad asumen el papel de cuidador que no desarrollaron siendo jóvenes; además, hay más hombres en esa tesitura que antes debido a una mayor supervivencia.
Pero entre hijas, nueras y otros miembros de la familia, es la mujer la que sacrifica su puesto de trabajo por pasar a un segundo plano donde las cargas son muchas y las ayudas nulas. Una vez que ha cumplido con su papel, son muchas las mujeres que no pueden volver al mercado laboral.
Conciliar es una odisea cuando una persona te necesita las 24 horas del día
Cuando pensamos en la palabra conciliación, imaginamos a una pareja que acaba de tener un bebé. Pocas son las ocasiones en las que visualizamos a una mujer u hombre que de la noche a la mañana ve cómo su vida ha cambiado a raíz de la enfermedad de uno de sus progenitores.
La ley de Dependencia existe como tal pero no ofrece una ayuda suficiente ni rápida para que el cuidador no profesional pueda considerar que su nuevo empleo a la fuerza, esté bien remunerado a pesar de la responsabilidad que conlleva.
Una opción para reciclarse reside en convertirse en cuidador profesional, pero es ahí donde surgen las dudas. ¿Tras pasar cinco o diez años sufriendo al ver a un ser querido con una enfermedad, esta persona desea que su vida laboral gire en torno a lo mismo? Quizás en algunos casos sí, pero no en una gran mayoría.
Mujer, mayor de 45 años y cuidadora, encontrar trabajo es una misión imposible
Si la experiencia es un grado, tanto en hombres como en mujeres parece un lastre a la hora de encontrar un trabajo. En el caso de ser cuidadores de un familiar aún se complica todo más. Los 45 años parecen una edad óptima para alcanzar la madurez profesional, un buen currículo y un buen puesto laboral.
Pero, la cruda realidad es que los trabajadores que superan esta edad representan casi la mitad de los desempleados de España, muchos de ellos de larga duración. Las mujeres de 55 años, tras la pandemia y cuyo rol ha sido el de cuidadora son las que más difícil lo tienen para encontrar un empleo.
Según los datos de un reciente estudio de la Asociación de Agencias de Empleo una trabajadora senior afronta una doble barrera: ser mayor y mujer, por lo que tiene más posibilidades de perder el trabajo y luego de recuperarlo. Esta realidad dispara el desempleo en este perfil hasta el 61 % en el caso de las mujeres mayores de 45 años.
El llamado edadismo, junto con el paréntesis obligado si se ha ejercido como cuidadora son obstáculos que ha de sortear una persona que se encuentra en plena forma tanto mental como físicamente para desempeñar su labor en una empresa. ¿Somos conscientes de que todos pasaremos por una situación similar?