La historia de los refranes: «Al que madruga, Dios lo ayuda»

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«Al que madruga, Dios lo ayuda»

Este es uno de los pocos refranes que tienen contrarefrán. Truco, quiero retruco. Uno que pregona: “Al que madruga, Dios lo ayuda”; otro que contragolpea: “No por mucho madrugar se amanece más temprano”… Pero, el que pregona: ¿está realmente convencido y gustoso de que así sea, o lo formula sólo para darse pila y poder saltar de la cama?… Y el que contragolpea: ¿sabe administrar mejor su tiempo, sin tanta ansiedad ni esfuerzo, o es solamente más dormilón, para no llamarlo vago?

Siempre hay una cara para una ceca, un anverso para un reverso, un par para un impar… Este refrán exalta la importancia de tener iniciativas para todo tipo de metas: laborales, escolares, deportivas, las que sean. Lo cual está muy bien. Pero le adjudica importancia al esfuerzo, al sacrificio… Y hasta te pone una zanahoria delante por si hiciera falta… “Un billete encontró el que madrugó”, le dice el padre al hijo para despertarlo. Y el hijo entredormido le replica: “Pero más madrugó el que lo perdió, y mirá cómo le fue”…

Tampoco vamos a caer en la vulgaridad de achacarle a Dios que sólo ayuda a los madrugadores, como si los que no madrugan fueran hijos del demonio. Por otra parte, ¿qué significa madrugar? ¿Levantarse al amanecer, como dice el diccionario? Ojo que el diccionario viene con una segunda acepción bajo el brazo eh: madrugar, es también anticiparse a una persona en la ejecución de algo… O una avivada, como el del tango de Discepolín: “Justo el 31 yo la madrugué”, cantaba el que se fue de la pensión sin pagar el último día del mes