La Fórmula 1 en modo crueldad

Desde
las
épocas
de
Lole
Reutemann,
cuando
se
lo
criticaba
porque
era
segundo
y
no
campeón,
hasta
estas
de


Franco
Colapinto,
quien
rompió
la
racha
de
23
años
de
sequía
nacional
en
la
Fórmula
1,
las
críticas
y
golpes
bajos
son
moneda
corriente
en
la
categoría.

Hoy
los
padece
un
pibe
de
22
años
a
quien
se
le
exige
mentalidad
de
adulto
para
bancarse
presiones
más
pesadas
que
la
Fuerza
G,
y
en
un
auto
que
no
es
de
los
mejores.
¿Por
qué?
Es
uno
de
los
20
exclusivos
de
ese
puñado
de
pilotos
que
maneja
en
la
Máxima,
lugar
al
que
quieren
llegar
200…
mil.

Entonces,
donde
se
huele
sangre,
donde
puede
existir
una
duda,
se
ataca
allí.

Una
publicación
difundió
la
información
inexacta
que
daba
cuenta
de
un
error
de
Colapinto
el
domingo,
cuando
su
Alpine
no
quiso
moverse
desde
el
box,
aduciendo
que
el
propio
piloto
había
generado
que
se
quemara
el
embrague.

La
escudería
lo
desmintió
con
Olé.

Flaco
favor,
además,
le
había
hecho
Toto
Wolff,
el
mediático
jefe
de
equipo
de
Mercedes,
admitiendo
ante
un
micrófono
el
interés
de
Flavio
Briatore
(o
sea,
fuego
amigo)
por
Valtteri
Bottas.

Raro
el
sincericidio
del
ex
piloto
austríaco
que
no
da
puntada
sin
hilo…

Se
entiende
que
la
F1
está
envuelta
en
rumores
de
todo
tipo,
sobre
todo
cuando
llega
la
mitad
de
temporada
y

busca
ocupar
butacas
que
ya
están
ocupadas.
Pero,
vale
aclarar,
muchos
terminan
siendo
verdad.

Claro
que
a
los
fanáticos
de
Colapinto
no
les
gusta
leer
que
Alpine
pregunta
por
Bottas,
pero
sucedió;
a
los
hinchas
los
enoja
leer
que
Briatore
busca
opciones
y
el
futuro
del
argentino
en
el
equipo
es
“carrera
a
carrera”,
pero
así
es
porque
la
F1
no
espera
y,
cruel,
exige
resultados
que
aún
no
aparecen
en
el
monoplaza
#43.
Pero
de
ahí
a
culparlo
de
un
problema
mecánico,
no
es
crueldad:
es
ir
a
chocar
desde
atrás.

Si
le
sucede
a
Christian
Horner,
al
que
echaron
de
Red
Bull…
Nadie
está
a
salvo.