El sol quema, arde, pica, lastima. Caminar cien metros a la sombra por las calles de Barranquilla significa volver al hotel con la remera empapada. Jugar una final a las 17.15 requiere casi de un esfuerzo sobrehumano. El sol es el mismo que dejó naranja a Pipo Gorosito en San Juan, pero con un 80% de humedad. Un combo fatal que Boca deberá soportar hoy. Tan bravo es el calor que ayer los dirigentes tuvieron que salir a comprar ventiladores de pie para colocar en el vestuario visitante del Metropolitano Roberto Meléndez, donde no hay aire acondicionado. Toda una estrategia.
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La ciudad, igual, te da señales. El taxista del aeropuerto ya tiene aprendido el libreto: “Y eso que hoy está fresquito, eh”, te dice. Onda: flaco, tratá de no quejarte mucho porque vos en un par de días te volvés a tu país y acá la seguimos sufriendo todo el año. La gente, de hecho, casi no sale a la vereda. Todos viajan en auto por más que las distancias sean cortas. Y para colmo, la mayoría de las calles son en declive. Un dato: los obreros de la construcción trabajan de madrugada, cosa de no exponerse tanto al sol. Aplausos para el que apodó a la atmósfera de esta ciudad como el infierno de Barranquilla.
Hinchas de Boca acompañan al equipo en la puerta del hotel de Barranquilla.