Si nuestra miel es algo densa, poner a calentar en un cazo a fuego muy suave para que se vuelva líquida, vigilando que no hierva. Mientras, mezclar en un recipiente las harinas con el cacao tamizado, las especias y el azúcar moreno. En otro cuenco, disolver el bicarbonato con la leche, echar a la mezcla seca y verter la miel.
Mezclar todo muy bien hasta tener una masa húmeda homogénea, sin grumos. Dividir en dos porciones y formar dos discos, envolviéndolos en plástico film. Dejar reposar en la nevera unas seis u ocho horas, o toda la noche.
Precalentar el horno a 180ºC y preparar un par de bandejas con papel sulfurizado. Trabajando una masa cada vez, estirar una porción con un rodillo dejando un grosor de unos 5 mm. Recortar galletas de tamaño medio o grande y distribuir en las bandejas. Repetir con toda la masa. Si queremos usarlas para decorar, hacer un agujerito en la parte superior, no demasiado pegado al borde, con una pajita o similar.
Pintarlas con más leche y hornearlas a media altura durante unos 12-15 minutos; cuidado porque no deben tostarse. Enfriar sobre una rejilla y decorar con un glaseado, si se desea. Se puede hacer batiendo un poco la clara de huevo y añadiendo azúcar glasé tamizado, o con leche o agua, hasta tener una pasta densa.
