En Ruanda las carreteras son un problema de salud. Estos drones de reparto autónomos están salvando vidas

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Sobre todo en lugares remotos o de difícil acceso, los pequeños drones de reparto pueden salvar millones de vidas transportando sangre para transfusiones, medicamentos o vacunas en apenas minutos. Y además de ser operaciones mucho más rápidas que si se hicieran en un vehículo, son menos contaminantes y cada vez más silenciosas.

Muestra de ello son los drones “que rozan la teletransportacion” que acaba de presentar Zipline, una firma que diseña, fabrica y opera aeronaves no tripuladas desde hace casi una década y que ya ha contribuido a salvar millones de vidas en Ruanda, Ghana, Nigeria, Costa de Marfil o Kenia.

Drones capaces de salvar vidas

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Mark Rober, un ingeniero y formador de la NASA, de vez en cuando nos deleita con perlas como este vídeo sobre cómo la tecnología y la ingeniería pueden contribuir a cambiar el mundo para mejor.

Buen ejemplo de ello es cómo desde que Zipline empezó a trabajar en Ruanda en 2016, ha conseguido reducir en un 88 % la muerte por hemorragia en mujeres al dar a luz.

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Y es que los drones de la empresa estadounidense son capaces de proveer suministros médicos críticos (trasfusiones de sangre, medicamentos, vacunas, ect.) a más de 11 millones de personas solo en Ruanda.

Desde su ajetreada base con un personal que trabaja casi al ritmo de los mecánicos de un equipo de F1, despegan drones cada 90 segundos capaces de recortar trayectos de más de cinco horas a 20 o 30 minutos.

Zipline

Zipline

Pero, ¿cómo? El sistema parece simple, pero se trata de un entramado muy estudiado que ha llevado años perfeccionar.

A través de un mensaje o un WhatsApp, el personal de un hospital se puede poner en contacto con Zipline para demandar lo que necesite, por ejemplo sangre de un tipo determinado para una transfusión de emergencia.

El equipo prepara el pedido en su almacén, donde entre otras cosas, cuentan con suministros de sangre perfectamente conservada proveniente del centro nacional de transfusiones (lo que evita contaminaciones), y cargan el dron.

Este se coloca en la lanzadera y después de unas comprobaciones de seguridad, se catapulta al cielo en un abrir y cerrar de ojos (literalmente), o lo que es lo mismo, en un tercio de segundo.

Así estos drones, a los que denominan “Zip” o cremallera en inglés, alcanzan su velocidad de crucero casi de inmediato, y vuelan a 112 km/h. Avisan al receptor cuando les queda un minuto para llegar a su destino, y una vez allí, se mantienen a unos 120 m de altura y sueltan la carga con un paracaídas.

A continuación, el dron regresa al centro de distribución y «aterriza» enganchándose a un mecanismo que se eleva automáticamente en el momento justo. Aquí, los operadores lo recogen y el proceso vuelve a empezar. Con una carga de batería pueden recorrer distancias de hasta 240 km, y pueden volar con cualquier clima e incluso de noche.

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Los más de 40 millones de km de vuelo que ya han acumulado los drones de Zipline, han permitido a la empresa perfeccionar y probar su tecnología para aplicarla en el mercado estadounidense de reparto con drones, en pleno desarrollo.

En 2020, la empresa puso en marcha su primer proyecto piloto en Carolina del Norte y después llegaron Utah y Arkansas, donde actualmente está realizando un proyecto piloto de entrega a domicilio para supermercados. El año pasado, también empezó a entregar suministros médicos en las islas Gotō de Japón. En total, ya ha realizado allí más de medio millón de entregas.

Con sus nuevos drones (que pretenden cubrir zonas densamente pobladas de unos 16 km de diámetro), en esencia el funcionamiento será el mismo. Aunque en lugar de soltar la carga en paracaídas, se abrirá un compartimento del dron desde el que descenderá un pequeño droide unido a este mediante un cable, y una vez haya descendido a la posición establecida, abrirá el espacio donde almacena la carga y la depositará.

Drone

Drone

Fuente: Zipline

La sustitución del paracaídas por un cable de sujeción permitirá a Zipline realizar entregas de última milla en espacios más reducidos, pues según la empresa, “el droide puede aterrizar en un área del tamaño de una mesa”, mientras que los paracaídas necesitan espacio equivalente a dos plazas de aparcamiento.

Además, la transformación de los centros de entrega por “muelles de carga in situ”, menos complejos y el hecho de que sean capaces de cargarse por sí mismos, también reduce los costes de infraestructura y mano de obra. Por otro lado, despegar y aterrizar sin la ayuda de catapultas y cables requiere mucha energía, lo que agotará más rápidamente la batería.

Dron2

Dron2

Fuente: Zipline

Sea como fuere, la tecnología de Zipline pone sobre la mesa cómo los drones de última generación no solo pueden transformar cómo funciona actualmente el reparto de última milla en las ciudades más avanzadas.

También las innumerables bondades que presenta esta tecnología cuando se trata de recorrer distancias más largas en enclaves inhóspitos para transportar, por ejemplo, suministros médicos críticos.

No solo son capaces de eliminar los vehículos de reparto de la ecuación, y con ello disminuir tiempos de espera y contaminación (incluso si los comparamos con eléctricos). Además, cada vez son más silenciosos, rápidos y precisos, aunque no están exentos de sufrir accidentes.

Sin embargo, la normativa que permite este tipo de tecnología, deberá avanzar con mayor celeridad de lo que lo está haciendo esta tendencia, si no queremos tener que enfrentarnos a problemas de seguridad o a otros posibles inconvenientes como “trasladar los atascos de la carretera al cielo” .

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