Se acerca noviembre y con él llega uno de los eventos políticos más importantes del año en materia internacional: las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Una de las primeras preguntas que pueden surgir en la mente de cualquier lector de esta columna es ¿qué me importan las elecciones en Estados Unidos?; y la respuesta es simple. El país del norte es la mayor potencia económica a nivel mundial (hombro a hombro con China) y, por ende, quién determina el pulso de la misma.
Al mismo tiempo, América Latina es considerada como su “patio trasero”, lo que lleva a que Washington tenga un particular recelo por esta región que se plasman en diversas políticas (más o menos agresivas) hacia nuestro continente. Como diría Porfirio Díaz, antiguo presidente de México, “estamos tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.
Someramente, esos son los dos grandes motivos que hacen que las elecciones estadounidenses tengan relevancia a nivel mundial y, especialmente, para nuestra región.
El sistema electoral de los Estados Unidos para principiantes
Los Estados Unidos tienen un sistema electoral muy particular, complejo, antiguo y anticuado, según mi punto de vista. Esa combinación de adjetivos hace que sea como un laberinto donde uno se puede perder con facilidad. En este apartado intentaremos clarificarlo lo más posible.
La principal particularidad es que el sistema electoral estadounidense es indirecto y es ahí donde todo se torna dificultoso. Vamos de menos a mayor para comprenderlo.
1.- El sistema político estadounidense es un bipartidismo rígido. Es decir, las elecciones se deciden entre dos grandes partidos: el partido Demócrata y el partido Republicano. ¿Existen más partidos? Si, pero ninguno tiene la fuerza suficiente (y el sistema electoral tampoco ayuda) para disputarle las elecciones a esas dos grandes facciones.
2.- Los Estados Unidos se dividen en 51 jurisdicciones electorales; los 50 estados más el Distrito de Columbia (donde se encuentra su capital, Washington).
3.- Cada Estado, de acuerdo a su población y su representación en el Congreso estadounidense, posee una cierta cantidad de “electores”. De esta manera, California, el estado más poblado, tiene 55 electores, Texas posee 38 electores, Florida 29, y así con todos los estados hasta llegar a Montana que tiene solo 3 electores.
4.- La suma de electores de todos los estados da un total 538. Uno de los candidatos debe obtener la mitad más uno de esos electores en el Colegio Electoral para ganar las elecciones. Haciendo números, 538 dividido dos da 269 más 1 = 270. Ese es el número mágico al que se debe llegar para consagrarse como presidente de los Estados Unidos.
5.- El martes 3 de noviembre, la gente se acerca a votar. Al cierre de la votación se cuentan los votos en cada estado y, supongamos que en el Estado de California gana el candidato demócrata. Ese candidato se lleva los 55 electores que ese estado da. Se cuentan los votos en Texas, allí ganó el candidato republicano; por ende, se lleva los 38 electores que da ese estado. Y eso ocurre con cada una de las 51 jurisdicciones. Así el candidato que reúne los mágicos 270 electores, gana.
6.- Esta forma de elección puede generar que un candidato gane por el voto popular pero no por los electores. Por ejemplo, en 2016, Hillary Clinton obtuvo 3 millones de votos más que Trump, pero fue Donald quien reunió los 270 electores. Lo mismo ocurrió en el año 2000, cuando George Bush hijo venció a Al Gore.
Espero que sea útil esta somera explicación y cualquier consulta la pueden remitir a redacción y con gusto será respondida. En la próxima columna, ya nos adentramos en la disputa entre Trump – Biden por la presidencia.
*Lic. en Relaciones Internacionales