El Leeds de Marcelo Bielsa está en el puesto 15 entre 20 equipos, a solo tres puntos de Burnley, que está en zona de descenso y tiene dos partidos menos. La situación es apremiante.
Lo peor es la propia campaña, con 23 puntos de 78 y 56 goles en contra, y el tobogán en el que viene: este 6-0 de Liverpool es la tercera goleada seguida que recibe el equipo del rosarino, que venía de caer 4-2 con el United y 3-0 con el Everton (que es otro de los que pelean por no descender).
Nada llega hasta aquí de que los directivos quieran echar a Bielsa, o el público clame por su renuncia. Acostumbrados a lo que solemos ver, es llamativo.
Pero la gente de Leeds adoptó a Bielsa como una figura ejemplar e idolatrada desde que devolvió a la Premier a su equipo en 2020, tras 16 años fuera de la elite. Y se entusiasmó cuando arrancó a jugar su primera liga mayor con un equipo modesto que salía a cambiar golpes con todos los monstruos, sin achicarse ante nadie.
El DT se hace cargo de todo, no reclama penales que le cobraron en contra, no se escuda en las ausencias que debilitan al equipo (que las sufre, y mucho) y, de momento, permanece con la guardia íntegra:“Vamos a luchar por defender nuestro lugar”, promete.
Lo auspicioso es que le respetan su capacidad y trayectoria, y todo indica que no lo echarán.
El Loco grita durante el partido (Foto Lindsey Parnaby / AFP).
El límite lo pondrá, o no, la propia cabeza del Loco, insondable para nosotros cuando recibió el inmenso respaldo de ser recontratado en la Selección Argentina tras irse en primera ronda de un Mundial al que había ido como candidato, y a los dos años él solito se bajó, dando por toda explicación que se había quedado “sin energía”.
A favor de que pueda sostenerse en este desafío, la actual campaña no es su única decepción: en su primer año, el gran objetivo era el ascenso y no lo logró. Siguió, y al año siguiente fue campeón y estaba en la Premier.