Telecinco es como una hidra: corta una cabeza y otras dos aparecerán, aunque lo que no te esperas es de qué tipo. Como decían en ‘Battlestar Galáctica’, «todo esto ha pasado y volverá a pasar». Cuando en 2008 terminó ‘Aquí hay tomate’ y muchos proclamaron el final de un estilo barriobajero de hacer televisión, agradeciéndole a ‘Sé lo que hicisteis’ los servicios prestados, poco esperaban que el año siguiente nacería una versión hiperrevolucionada y con aún menos remilgos al meterse en el barro: si a estas alturas creemos que el final de ‘Sálvame’ es el final de la Telecinco que conocemos, lo llevamos claro.
Redoblar esfuerzos
No importa que ahora mismo esté en horas bajas, ‘Supervivientes’ aparte: pedirle a Telecinco que deseche para siempre su universo de famosetes de medio pelo y concursantes oficiales de realities es como pedirle a Marvel que no vuelva a sacar más películas. No es que sea una elección consciente a la hora de hacer televisión: es que es la única manera que conocen de hacerla, y echar a Paolo Vasile fue un movimiento más estético que real.
El formato ‘Sálvame’ estaba agotado antes de su cancelación, sí, y en plató se hacían varias referencias al respecto, pero el comité de expertos ha tomado una decisión que cambia la programación para siempre… convirtiéndola en un monstruo muchísimo más dañino y peligroso. Al fin y al cabo, los desaires de Jorge Javier Vázquez, los bailes sin venir a cuento y las exclusivas de tres al cuarto no dejaban de ser un teatrillo montado con vidas humanas que (casi) todos teníamos claro que tenía mucho más de ficción que de realidad. Ahora, Telecinco lo sustituirá por Ana Rosa Quintana.
No hay casualidades, y es un movimiento que la cadena lleva preparando desde hace un par de meses, cuando anunció que prohibía los comentarios políticos en programas de entretenimiento. Por supuesto, dejaba fuera explícitamente a Ana Rosa porque «cuenta con una sección específica». A muy pocos meses de las elecciones generales, el final de ‘Sálvame’ es un movimiento político obvio votes a quien votes. Y cuando estas pasen, depende del resultado, ya veremos lo que hacemos con las tardes de Telecinco.
Regreso al pasado
Algunos han vitoreado el anuncio del final de ‘Sálvame’ como si eso significase que mañana Telecinco fuera a empezar a emitir ‘Saber y ganar’ y documentales de literatura. Desde que perdió el primer puesto en las audiencias, Telecinco quiere sangre. Como sea. Y si para ello tienen que sacrificar a La Fábrica de la Tele, productores del programa de cotilleo, lo harán sin problema. Bajo la capa de hacer una televisión menos agresiva y más familiar se esconde la posibilidad de hacer formatos mucho más peligrosos, que disfracen la visceralidad con sonrisas amables y corbatas elegantes.
Es posible que Ana Rosa Quintana no triunfe más allá de las mañanas (ya le pasó a ‘Aruseros’ al fin y al cabo), pero ya deja clara la estrategia de una Mediaset a la que una última bala en la forma de ‘Supervivientes’ le ha funcionado y no tiene ningún interés por dejar marchar el filón de la prensa rosa. Si el programa de Jorge Javier Vázquez acabó por perder el rumbo entre programa para la tercera edad y destinado a los memes millennial, la presentadora tiene mucha más claro el público a por el que irá. Al fin y al cabo, no es raro que por las mañanas alcance y supere el 20% de share (traducido en menos de 500.000 personas): si puede mantenerlo, será un éxito para la cadena. Parece difícil, eso sí.
Hay que hablar de política. Sí, lo siento, pero es necesario para entender del todo este nuevo organigrama en el que nada es casual. Puedes pensar, desde un punto de vista muy naïf, que ha sido todo casualidad. Que cambiar en las tardes a un presentador histriónico y abiertamente de izquierdas por una más clásica y abiertamente de derechas (curiosamente, una de las pocas que se salan de tu veto a hablar de política en antena) a unos meses de las elecciones ha sido cosa del azar. Por supuesto, en televisión, el azar no existe.
La vida sigue igual
Las cadenas lineales no son tontas y saben perfectamente que la audiencia general, esa que cada día se sienta delante del televisor a ver «qué echan» baja cada día más ante el dominio del streaming y de nuevas maneras de entender el entretenimiento audiovisual, como Twitch o TikTok que, para colmo de males, son gratuitas. Son conscientes de que su público está envejecido y, quizá por eso, han querido eliminar en la medida de lo posible el griterío, las palabrotas y los desmanes probando con una alternativa más calmada. Como si solo existiese un tipo de tercera edad.
‘Sálvame’ era un programa imperfecto en todos los sentidos (excepto en el técnico y en la superpoderosa capacidad de llenar horas y horas sin contar nada), pero hacía los servicios de valiente bufonada. Su desaparición podría ser un punto y aparte en la historia de la (más o menos bien llamada) telebasura, pero no es menos cierto que es un término que llevamos acuñando desde ‘Crónicas marcianas’, y ya han llovido dos décadas y media: no parece que vaya a desaparecer dentro de poco, y menos en una cadena que desde sus inicios hizo cosas como ‘Goles son amores’ o ‘Las noches de Tal y Tal’.
A Telecinco nunca le ha preocupado la ética ni la televisión que comúnmente se entiende «de calidad»: en su «Todo por la audiencia» constante han perdido un programa que empezó como un experimento y ha terminado siendo una manera de entender el corazón que ha impregnado tanto al resto de cadenas que, salvo TVE con su ‘Corazón’, han dejado el género de lado para centrarse en el nuevo cotilleo: el de la política. Ahora, Ana Rosa Quintana viene dispuesta a aunar ambos mundos. El resultado puede ser mucho más terrible y catastrófico de lo que jamás habríamos temido. Porque en Mediaset la telebasura no empieza ni acaba: solo se transforma.
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