Conciencia medioambiental, poscolonialismo y sexualidad masculina conviven en ‘Fuego Fatuo’, la nueva fantasía musical de Joao Pedro Rodrigues

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La expresión «película menor» se usa frecuentemente para definir obras de pequeño presupuesto o de limitadas ambiciones artísticas en la filmografía de un cineasta, cintas que juegan en una suerte de segunda liga en comparación con el nivel general del autor. De forma errónea, el término también se aplica, al menos a priori, cuando el filme en cuestión es de corta duración; como si la importancia de algo se midiese por la cantidad y no por la calidad.

Fuego Fatuo‘, la última creación del siempre fascinante director portugués João Pedro Rodrigues, desmonta ese pensamiento de un plumazo. En apenas 67 minutos el cineasta lanza a la pantalla todas sus obsesiones, preocupaciones y sus características ideas visuales, formando un ejercicio de cine libérrimo y profundamente político, despojado de cualquier convención narrativa.

Del año 2069 a una escuela de bomberos

La película comienza en el futuro 2069 -la elección del año, evidentemente, no es casual-, en el lecho de muerte del rey Alfredo de Portugal, un monarca sin corona. Detrás de él se encuentra un enorme cuadro del siglo XVIII de José Conrado Roza titulado ‘El casamiento de la negrata Roza’ -posteriormente renombrado ‘La mascarada nupcial’ por sus connotaciones racistas- donde se retrata a los enanos negros de la reina María de Portugal. De esta forma, Rodrigues ya introduce un tema clave en su película: el poscolonialismo.

Como la mayoría de los países de Europa, una parte fundamental de la historia lusa viene de aquella época. Poco después, dejamos la línea temporal futura para adentrarnos en la adolescencia de Alfredo en 2011, y cómo decidió que quería hacerse bombero, preocupado por los continuos incendios que asolaban Portugal año tras año. En la escuela de bomberos, se enamora de Alfonso, un joven negro con el que descubrirá los placeres carnales.

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En lo que ya parece un cóctel imposible de temáticas, Rodrigues incorpora además la alarmante situación medioambiental, presentada a través de una escena musical donde el protagonista canta una famosa canción portuguesa del siglo XX, ‘Uma árvore, um amigo’, junto a un coro de niños. Por supuesto, en el cine travieso y transgresor del director nada es inocente.

En esa misma escena ya aparece la sexualidad, una de sus continuas exploraciones, estableciendo una divertida analogía entre la forma fálica de los enormes troncos del bosque y el inminente despertar sexual que Alfredo experimentará con Alfonso minutos más tarde.

‘Fuego fatuo’: breve, culta y gamberra

Fuego Fatuo

Fuego Fatuo

‘Fuego Fatuo’ es la película más decididamente cómica de Rodrigues, y también la más teatral. Las puertas en la casa de la familia real funcionan como telones que se cierran, las interpretaciones son abiertamente exageradas, y la atmósfera lograda es siempre intencionadamente amateur.

En la mejor escena de la película, los bomberos, epítome de la masculinidad, juegan entre ellos desnudos formando obras de arte (‘Tarquinio y Lucrecia’, de Tiziano; ‘Salomé con la cabeza de Juan Bautista’, de Caravaggio) para que Alfredo las adivine, pero pese a su educación real, no conoce ninguna. En esa misma línea de exploración de la corporalidad masculina, una brillante y elaborada coreografía entre los protagonistas sirve como el clímax de su deseo.

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Aunque ‘Fuego Fatuo’ parezca que aborda su crítica social pasando por todos los temas de manera superficial, en realidad, hay mucho más que rascar en la fantasía musical de Rodrigues. Es una película tan depurada y condensada que, aunque ciertos aspectos solo se mencionen una vez o estén reducidos a un simple gag cómico, resuenan con fuerza al reflexionarla.

Casi sin esfuerzo (aparentemente), el cineasta logra una obra breve pero rebosante de significado; culta y gamberra a partes iguales.

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