Vaya lunes nos esperan a partir del de esta semana ya que HBO Max nos propone doblete de sendas temporadas de despedida de dos de las mejores series actuales. Una ya llevamos unas semanas viéndola, ‘Succession‘. La otra es una ¿comedia? negra que apunta a un final antológico: la temporada 4 de ‘Barry‘.
Compuesta por ocho episodios, de los cuales he podido ver siete (entran como agua), esta última entrega de la historia del asesino a sueldo retirado para perseguir una carrera de actor entra en su acto final… la cárcel. Ahí encontramos a nuestro protagonista, encarnado por Bill Hader, tras haber sido detenido al final de la temporada 3.
Es curiosa la evolución que ha tenido la comedia dramática de HBO a lo largo de las temporadas. Cada año volvía con una mayor «oscuridad» representando, en cierto sentido, no solo el devenir de la historia, sino también el estado de ánimo de nuestro protagonista.
Onírica prisión del ser
Es el propio Hader quien dirige la temporada completa en esta ocasión (normalmente repartía las labores con su socio Alec Berg y otros) y ha optado por presentar el nuevo capítulo en la vida de Barry y compañía casi como un mal sueño. Hay en la elección de planos, muy cercanos, y en el estilo narrativo un aire entre lo onírico y lo opresivo.
Este aire permea durante una temporada que, sin meterme en detalles, está claramente dividida en dos mitades. Es una decisión ambiciosa por parte de Hader y compañía pero creo que es bastante acertada. Esto es así, sobre todo porque gran parte de la temática general de la serie casi desde el primer episodio es esa inevitabilidad de los fantasmas del pasado.
De hecho hay hasta cierto regreso a terrenos y cuestiones que se creían dejados atrás para darles una nueva perspectiva. Berg y Hader recogen lo que han ido sembrando durante tres estupendas temporadas y lo solidifican cara a despedirse a lo grande con una, valga la redundancia, despedida tan ambiciosa como absolutamente fascinante.
Una dirección sublime
Fascinante no solo porque logra equilibrar, de nuevo, un tono que podría sobrecargar a ratos. Sino porque su estudio de personajes sigue siendo de lo mejor de la televisión en lo que estos navegan en un mundo de violencia y aspiraciones a más mientras que tenemos toques fantásticamente cómicos (las «keynotes» de NoHo y Cristóbal o el humor físico es fantástico).
La clave, creo, radica en lo bien que lo hace Hader tanto delante como detrás de la cámara. Recordemos que el cómico ha ganado el DGA a mejor dirección en serie por cada temporada de ‘Barry’ y no me extrañaría que aquí también ganase el Emmy. Su cámara nos lleva por donde quiere en cada momento, tan fluido como incluso atrevido.
En definitiva, la temporada final de ‘Barry’ es de diez. Si bien es verdad que hay algún episodio que no funciona todo lo que nos gustaría, estamos ante una despedida francamente impecable.