A nadie le sorprende ya que algún gran director de nuestro tiempo colabore con Netflix. Sea porque nadie más quería financiar un proyecto soñado suyo, porque nadie pagó más por los derechos o porque simplemente les ofrecía las mejores condiciones suyas, lo cierto es que la plataforma de streaming cuenta en su catálogo de películas originales con títulos de cineastas como Martin Scorsese, Alfonso Cuarón, David Fincher, Noah Baumbach o Jane Campion.
Ahora se suma a esa lista Richard Linklater, responsable de grandes obras como ‘Antes de amanecer’ -y sus dos magníficas secuelas-, o ‘Boyhood’, con ‘Apolo 10½: Una infancia espacial’. Linklater regresa en ella a la animación 16 años después, aunque en esta ocasión lo hace para ofrecernos otro relato con toques autobiográficos, la cual se sitúa entre las 5 mejores películas de Netflix hasta la fecha, y la mejor de todas las que ha estrenado durante lo que llevamos de 2022.
El verdadero objetivo de la película
Linklater ha dotado de un toque nostálgico y autobiográfico a varias de las películas que ha firmado desde su debut en 1988 con la poco difundida ‘It’s Impossible to Learn to Plow by Reading Books’, pero en general lo asociaba siempre a la adolescencia tardía o a los primeros años de la adultez.
En el caso de ‘Apolo 10½: Una infancia espacial’ viaja un poco más atrás, en concreto a finales de los 60 con la llegada del hombre a la luna como evento histórico sobre el que orbitar, tanto a través de los recuerdos personales sobre cómo era la vida en Texas por aquel entonces como usando una pequeña dosis de fantasía con la que justificar su existencia.
Eso lleva a que en ‘Apolo 10½: Una infancia espacial’ cohabiten dos películas diferentes. Por un lado tenemos una revisión de la llegada del hombre a la luna vinculada a la loca premisa de que sea necesaria la participación de un niño en la misma. Un curioso hilo conductor que Linklater utiliza más como una excusa que como algo que realmente quiere explorar, así que si eso es lo único que os atrae de su último trabajo, no esperéis nada más allá de una simpática reinterpretación de lo sucedido sin ánimo de ir más allá de eso.
Lo que realmente importa aquí es ese viaje a los años 60, pero no para ofrecer un retrato completamente certero de lo sucedido o para supeditarlo todo a esa inevitable nostalgia que todos sentimos en algún momento por tiempos pasados. Y es que aquí todo se construye alrededor de los recuerdos del protagonista, bien apoyados en el estupendo trabajo que hace como narrador Jack Black, logrando dar un toque de fábula al conjunto que le sienta de maravilla.
Y lo más curioso de todo es el hechizo que Linklater lograr con ese recurso, pues la película arranca recordándonos su curiosa premisa para luego dar rienda suelta a una colección de anécdotas en los que no existe ánimo real de celebrarlos y deleitarse en ellos, sino de transmitir al espectador el cariño con el que recuerda todo eso su director, añadiendo de paso un maravilloso retrato de la infancia.
Una frescura que atrapa
Hay ahí espacio tanto para pequeñas historias familiares sobre cómo se ajustaba el cinturón su madre para sacar adelante a su familia con unos medios económicos limitados como para recrear instantes de títulos míticos que disfrutó durante su infancia. No dudo que todo ello está adornado para ofrecer una visión algo más general de esa época, pero Linklater logra transmitir esa naturalidad necesaria para que en ningún momento se sienta como una mera recopilación de grandes hechos vitales.
Imagino que la película hablará con más fuerza a aquellos que fueran niños también por aquel entonces, pero lo cierto es que estamos ante una película con una frescura innegable que logra con una facilidad asombrosa que uno se deje llevar y forme parte de un viaje que quizá prometía más ambición por ese punto de partida con el que se vende, pero que a la hora de la verdad brilla como pocas películas indagando en el baúl de los recuerdos.
No me olvido tampoco del magnífico trabajo de animación, para la cual se ha usado una técnica similar a la rotoscopia que ya utilizó en ‘Waking Life’ y ‘A Scanner Darkly’, pero aquí se busca más potenciar un look que case con su naturaleza de recuerdo corregido por el paso del tiempo. Con un toque personal único que no solamente añade belleza visual, sino que cumple una función esencial para transportarnos a esa época, hasta el punto de que tengo claro que el efecto habría sido mucho mejor de haberse limitado a estrenarla en imagen real.
En resumidas cuentas
‘Apolo 10½: Una infancia espacial’ es una película excelente que refleja en pantalla la sensación que te invade al dar con un cuaderno de recortes o una colección de fotografías de nuestra infancia, lo cual incluso nos lleva a recordar cosas en las que seguramente no participamos de forma directa, algo que se refuerza a través del tipo de animación elegida. Todo ello con un puntito extra de imaginación en lo referente a todo lo que rodeó al primer viaje del hombre a la luna.
‘Apolo 10½: Una infancia espacial’
está disponible en Netflix desde el 1 de abril.