‘Akelarre’, un arrebatador cuento feminista sobre las luces y las sombras de nuestro pasado

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El argentino Pablo Agüero presenta sus credenciales a realizador del año con ‘Akelarre‘, un espectacular, atrevido y muy moderno ejercicio de estilo sobre la caza de brujas y las limitaciones de miras del hombre del siglo XVII.  Amaia Aberasturi y Àlex Brendemühl son los reyes de esta oscura función.

Brujercitas

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Con un guión coescrito junto a Katell Guillou, ‘Akelarre’ cuenta la historia de una caza de brujas en el País Vasco Francés del año 1609. Los lugareños se han hecho a la mar. Ana, de 17 años, participa por primera vez en una fiesta nocturna en el bosque con otras chicas del pueblo. Al amanecer, son detenidas. El juez Rosteguy De Lancre, encargado del Rey para depurar la región, las acusa de brujería. Seguro de haber encontrado aquí su mejor presa, decide hacer todo lo posible para que confiesen lo que saben sobre el akelarre, la ceremonia mágica durante la cual se supone que el diablo hace acto de aparición para aparearse con ellas.

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La brujería siempre está de moda. Precisamente hoy salía el tráiler de ‘Las brujas (de Roald Dahl)‘, y el poso de la extraordinaria ‘The VVitch‘ de Robert Eggers de 2015 sigue vigente. Oz Perkins acaba de presentar su correcta visión de ‘Gretel y Hansel: Un oscuro cuento de hadas‘ y títulos tan variados como ‘The Wretched‘, ‘Hereditary‘ o incluso ‘Escuadrón Suicida’ han tocado la brujería recientemente. Agüero ha sabido desmarcarse de todos ellos y entregar una película original, hermosa y al servicio de un puñado de actrices inmensas en un formato idéntico al de la obra maestra de Eggers: 1.66 : 1

Critica akelarre

Critica akelarre

Su frescura y sorprendente edición, moderna y donde parece que la misión principal es hacer avanzar la historia creando un estilo propio, recae en la veterana Teresa Font, montadora de alguna de las mejores películas de Alex de la Iglesia (‘El día de la bestia’, ‘Muertos de risa’) y conocedora de la parte más valiente del feminismo en nuestro cine. Ahí están sus trabajos en ‘Fanny Pelopaja‘, de Vicente Aranda, ‘Libertarias’ o ‘Perdita Durango’. Su trabajo en ‘Akelarre’ brilla como la de una recién llegada con las mejores intenciones y todas las ganas del mundo.

En 1609, el juez Pierre de Lancre recorrió el País Vasco francés interrogando a centenares de personas y condenando a decenas de mujeres a la hoguera por supuestos actos de brujería. La película se inspira libremente en el libro donde este juez relató sus vivencias: ‘Tratado de brujería vasca: Descripción de la inconstancia de los malos Ángeles o Demonios’. Agüero y Guillou parten de ahí para construir una historia marcada por su contundente feminismo y una aproximación distinta a la que estábamos acostumbrados. El uso de la feminidad para desenmascarar al verdadero mal de la ignorancia medieval es un triunfo.

Todas contra el fuego

En apenas 90 minutos, ‘Akelarre’ cuenta una historia siempre interesante, novedosa en muchos momentos y atrevida formalmente, algo que nuestro cine empezaba a tener cada vez menos presente y que desde el País Vasco están tratando de normalizar gracias a títulos como ‘Errementari (El herrero y el diablo)‘ o ‘Las brujas de Zugarramurdi’. Y es que en ‘Akelarre’ todo queda en casa. Mucha atención a las interpretaciones de Garazi Urkola, Irati Saez de Urabain, Jone Laspiur, Lorea Ibarra y Yune Nogueiras, todas primerizas y llenas de una espontaneidad cegadora.

akelarre critica protagonistas

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La dirección de fotografía corre a cargo de Javier Agirre, que recientemente ha estado en ‘La trinchera infinita‘ y que había ganado el Goya un par de años antes con ‘Handia‘. Mikel Serrano, responsable de los impactantes sets de ‘Ventajas de viajar en tren’ se hace cargo de la dirección de arte. Su brillante labor conjunta ha transmite una verosimilitud y un poderío visual arrebatador a cada uno de los planos una película que no duda en aproximarse al presente a través de su política reivindicativa. Su puesta en escena naturalista acentúa el contraste entre la oscuridad de los inquisidores y la luminosidad de las chicas acusadas de brujería.

‘Akelarre’, como suele pasar cuando alguien ofrece una apuesta radicalmente diferente a la que dictan las expectativas (o prejuicios, según se mire), parece haber despertado más desconfianza que entusiasmo, pero en estos tiempos malditos no está de más que juzgues por ti mismo y dictes la sentencia que realmente merece la película con las imágenes más evocadoras y hermosas del cine nacional de este año temible. Un año, por cierto, que ha hecho especial hincapié en otra plaga: la de la danza. Aquí, como en el último trabajo de Jonathan Glazer, se recuerda la epidemia que asoló Estrasburgo unos años antes de la historia de ‘Akelarre’.