El humorista Roberto Moldavsky, quien debuta como conductor este lunes a las 14.45 en la pantalla de eltrece con el programa de juegos «1D2», confesó que a sus 61 años y tras una década desde que irrumpió con fuerza en el «mainstream» del mundo del espectáculo sigue «sin poder creer mucho» el éxito y la repercusión de su trabajo.
«Para mí es muy soñado, sigo en la nube», admitió el también actor y escritor en charla con Télam, a horas del debut del envío que se verá de lunes a viernes en las tardes del canal dirigido por Adrián Suar.
Moldavsky, que vivió en un kibutz en Israel por 10 años y luego tuvo un negocio de camperas en Once, se consagró a los 50 con sus monólogos sobre el judaísmo. Desde entonces, se hizo un lugar en distintos formatos de TV y radio, viajó por el país y el mundo con su comedia y hasta coprotagonizó con Jorgelina Aruzzi la película «Ex casados», dirigida por Sabrina Farji.
Mientras baraja las últimas semanas de su espectáculo «Lo mejor de mí» en el Teatro Apolo y participa los martes y viernes en el pase de los programas de Lanata y Feinmann en Radio Mitre, prepara el estreno de «1D2».
El programa, producido por Boxfish, es una competencia en la que inician 18 concursantes. Cada jornada habrá cinco rondas eliminatorias, en cada una con un juego diferente: solo avanza la mitad de participantes, mientras que los perdedores pasarán a formar parte de una tribuna que será decisiva a la hora de definir el juego final.
En las primeras rondas habrá diversos juegos que valorarán la capacidad de responder a preguntas en base al saber general y la velocidad. Cuando solo quede en pie el finalista, se someterá a la «Ronda de dilemas», en donde se enfrentará a cinco encrucijadas basadas en asuntos cotidianos, con dos opciones cada una.
Antes de resolver cada dilema el participante sacará una bola que dictará el dinero que hay en juego, con montos que van desde 10.000 hasta 500.000 pesos. En este punto, la tribuna conformada por los diecisiete participantes perdedores, responderán cada dilema y el ganador solo se llevará el dinero si la respuesta coincide con la de la mayoría.
– ¿Qué te atrajo de la propuesta?
Los chicos de la productora me mandaron la propuesta del juego que armaron ellos. Yo no estaba con ganas de volver a la tele si no era para hacer algo que me permitiera ser yo mismo, sin personajes ni nada, y esta propuesta era exactamente eso. Tenía que conducir yo, tenía que ser yo, me gustó el juego y entonces me enganché.
– ¿Cómo describirías el formato?
– Para mí es la vida hecha un juego, porque si bien en un principio los participantes se van eliminando, al final hay un juego donde se te presentan dilemas de la vida, de todos los días, desde el más sencillo al más complicado, y vos tenés que responder qué harías en esa disyuntiva. Por ejemplo, ¿qué preferís? ¿no hacer nunca más cola o siempre tener lugar para estacionar? Vos tenés que responder qué pensás, pero además tenés que coincidir con la mayoría de una tribuna que son los que fueron perdiendo durante el programa. Van a quedar 17 en la tribuna y uno que concursa por los dilemas, entonces vos vas a tener que coincidir con la mayoría. ¿Esto qué quiere decir? Que no importa lo que vos pensás solamente del dilema, sino un poco lo que nos pasa en la vida, que vos pensás una cosa sobre algo pero terminás diciendo lo que la mayoría quiere escuchar. Que no siempre decimos lo que queremos decir sino que queremos coincidir con los demás para no sentirnos distintos. Es un juego casi filosófico, casi sociológico.
– ¿Por qué pensás que hoy les va tan bien a los programas de juegos en la tele?
– Como con un espectáculo de humor se trata de olvidarnos un rato de la realidad, de pasarla bien, de no pensar demasiado, y más si los juegos son divertidos y están bien hechos. Es el deseo de jugar, que es algo que siempre está en los seres humanos, y también la necesidad un poco de escapar por un rato de lo que estamos viviendo.
– En esa línea, en etapas de crisis profundas como la actual, ¿sentís que cobra otro sentido, otra relevancia, tu trabajo con el humor?
– El humor tiene una gran virtud, que es que si vos estás triste te viene bien y si vos estás contento tenés ganas de reírte. Como que en todos los estados de ánimo juega. Hay gente que piensa que en época de crisis es todavía más importante reírse y yo creo que está bueno reírse un rato, que el humor es una gran válvula de escape, un gran atajo.
– ¿Qué lugar ocupa «1D2» entre tus experiencias televisivas? ¿Qué desafíos implica?
– Nunca conduje un programa y menos de juegos, así que es una primera experiencia que tengo muchas ganas de tener, que siento que la voy a poder hacer bien. Tengo la responsabilidad de hacer algo que nunca hice, y poder aplicar mi impronta a una estructura de un programa que está armado, porque tengo que hacer cumplir el juego, tengo que explicarlo bien, tengo que conducir el juego, y eso mezclarlo con lo que puede ser mi impronta. Ahí hay mucho desafío; se hicieron pilotos de este programa donde se presentaron distintos conductores y ellos se inclinaron por mí y laburaron mucho. Mucho ensayo, mucho reformular el juego también hasta encontrarle la vuelta final. Por suerte se me permite participar bastante.
– Hace unos pocos años decías que no terminabas de caer en la cuenta del éxito que te encontró, o vos lo encontraste, pasados los 50. ¿Cómo lo llevás ahora?
– Sigo sin poder creer mucho lo que me está pasando. Soy muy cholulo de los artistas también, como que todavía no me doy cuenta de que puede ser que sea parte de ellos. Yo digo que a veces seguramente los artistas deben hablar de mí diciendo «qué pesado Moldavsky que nos pide fotos» (risas). Por ejemplo, no podía creer estar en el cumpleaños de Susana Giménez, y estaba ahí y ella me gritó «Molda, te amo» después del show que hice y yo dije «¿qué estoy haciendo acá?».