El valor de la mayor parte de las criptomonedas (con Bitcoin y LUNA a la cabeza) se ha ido reduciendo en los últimos meses, hasta poder hablar literalmente de desplome en las últimas semanas. Sumemos a eso que, al menos en el caso de la más popular de ellas (el Bitcoin), estamos presenciando un constante (y, en este caso sí, previsto) aumento de la dificultad de las labores de minado.
Pero, a pesar a esto, la potencia informática dedicada a minarlas no hace sino crecer: en el último año, el hashrate de Bitcoin ha pasado de 160 millones de TH/s a 223 m.: más del doble… y eso pese a la prohibición del minado en China en junio del año pasado.
Ese aumento del hashrate sólo tiene una explicación posible: los mineros han invertido en más y mejor hardware de minado… eso, y que los mineros chinos han vuelto a la carga y han recuperado el segundo puesto del ranking mundial pese a las prohibiciones de su gobierno, según indica una investigación de la Univ. de Cambridge.
Y todo esto ocurre en un momento en que Bitcoin y Ethereum (cuyo hashrate ha crecido a un ritmo similar) valen menos de la mitad de lo que valía a finales del año pasado. El doble de inversión para lograr el doble de potencia y así obtener potencialmente la mitad de beneficios. ¿Cómo se explica esto?
Antes de nada, ¿por qué aumenta la dificultad?
En 2009, un sencillo smartphone podía minar Bitcoin a gran velocidad… y, sin embargo, hoy en día los mineros de esta criptodivisa requieren de grandes instalaciones con cientos o miles de equipos que consumen energía eléctrica en cantidades industriales.
Todo se debe a que el código de Bitcoin —diseñado para que el límite máximo de los 21 millones de BTC se alcance en torno al año 2140— establece que debe minarse un bloque cada 10 minutos de media; esto se logra cuando se halla el ‘nonce’ (number that can be only used once), una tarea que resulta fácil completar con la potencial de cálculo que acumulan hoy en día muchos mineros, lo que provoca que automáticamente la blockchain reajuste la dificultad de minado.
Esta dificultad, que se mide es una escala de ‘1’ a infinito, se sitúa ya en su máximo histórico de 30 millones (es decir, la posibilidad de que un determinado minero halle el ‘nonce’ es de 1 entre 30 billones), habiendo subido un 5,56% tan solo en las últimas dos semanas (que es el tiempo que transcurre entre uno y otro reajuste de dificultad).
Ok, ¿pues cómo explicamos el aumento del hashrate?
Kyle McDonald, autor de una investigación sobre el consumo eléctrico de Ethereum, afirma en declaraciones a New Scientist que lo lógico es que una reducción en el precio de las criptodivisas se traduzca en una reducción en la minería, y que si esto no se está produciendo es, sencillamente, porque el reajuste requiere de escalas de tiempo mayores:
«En este momento, a pesar de la caída en el precio, no estamos viendo ninguna caída inusual en el hashrate. Hay una ligera tendencia a la baja en este momento en Bitcoin, pero nada fuera de la variabilidad habitual. En otra semana podemos ver si los mineros están empezando a apagar algunas de sus plataformas, lo que indicaría que están operando con márgenes de ganancia estrechos».
Otro minero de criptodivisas (en este caso un australiano dedicado a Ethereum, que se identifica como Josh Ward) declaró también a New Scientist que «la caída en las ganancias me ha hecho repensarme el coste de oportunidad de la minería; a nivel individual, hay bastantes personas que están retirando».
Lunaticoin, responsable de un podcast sobre criptodivisas en español, tiene una explicación sencilla para este auge, una que da la razón a McDonald:
El boom de 2021. Soy de los que piensa que el hashrate sigue al precio (y no al revés), y lo que estamos viendo es el lag de la subida de precio de 2021.
Mining farms que se proyectaron en 2021 y se ejecutan ahora.
— L̶u̶n̶a̶ticoin ⚡ (@lunaticoin) May 18, 2022