Mi recelo ante la deriva formulaica que han ido abrazando con cada vez mayor intensidad los grandes estudios a la hora de dar forma a sus grandes producciones no es ningún secreto. Cada vez me cuesta más disfrutar de series y largometrajes cortados por un mismo patrón que puede ser claramente, por ejemplo, en un Universo Marvel que tiende a cautivarme con mayor efectividad cuanto más se aleja de sus encorsetamientos prefabricados.
Bajo este panorama, el anuncio de ‘Bruja Escarlata y Visión’ y los primeros materiales promocionales que bombardearon las redes me parecieron poco menos que un milagro; una oportunidad perfecta para oxigenar con una propuesta de lo más original un mercado sobresaturado de clones. Pero este entusiasmo inicial no tardó en traducirse en el más soberano aburrimiento tras tres episodios iniciales con una progresión dramática prácticamente nula.
Dice el dicho popular que «lo poco agrada y lo mucho enfada», y pocos refranes podrían describir mejor las sensaciones que me ha transmitido el arranque de la serie de Disney+, que, tras estirar el chicle durante cerca de 90 interminables minutos salpimentados con alguna que otra pista dosificada con cuentagotas, finalmente se ha decidido a empezar a contarnos algo… de aquella manera.
A todo medio gas
No voy a negar que el hecho de que ‘Bruja Escarlata y Visión’ haya levantado pasiones durante sus capítulos iniciales sea perfectamente comprensible. El encanto inherente a la premisa, el mimo volcado en su ejecución técnica y formal, su surtido de sentidos homenajes a algunas de las sitcoms norteamericanas más célebres y lo fantásticos que están Elizabeth Olsen y Paul Bettany lo justifican con creces; pero su exasperante narrativa contrarresta cualquier elemento positivo.
Si tengo que escoger un adjetivo para describir la serie hasta el momento, ese sería «reiterativa». El primer episodio ya dejó el punto de partida argumental claro cristalino, convirtiendo a sus dos sucesores en una suerte de broma alargada hasta la extenuación que termina perdiendo la gracia ; en un gustarse demasiado que, conociendo a Marvel, probablemente tenga más de experimento de captación de nuevos targets de audiencia que de decisión creativa arriesgada.
Por suerte, la llegada de la cuarta entrega ha insuflado a la producción comatosa una buena dosis de ritmo e interés que ha llegado tarde y mal. Después de una hora y media que bien podría haberse condensado en un capítulo introductorio especial de unos 50 minutos, la trama ha decidido arrancar; se ha comenzado a brindar al espectador respuestas que incentiven el tiempo frente a la pantalla y se ha cohesionado la acción con el universo compartido conectando directamente con el tercer acto de ‘Vengadores: Endgame’.
‘Bruja Escarlata y Visión’ ha pisado, al fin, el acelerador; pero lo ha hecho a medio gas. Salvo en momentos puntuales con revelaciones reales, la velocidad se ha incrementado únicamente para contarnos exactamente lo mismo que ya sabíamos desde un nuevo punto de vista; algo que merma sustancialmente una capacidad de atracción que, pese a todo, se ha visto beneficiada por la inyección de ese ritmo tan necesario y ausente hasta ahora.
Tratándose de una serie de nueve episodios, ‘Interrumpimos este programa’ debería estar cerca del mid point en cuanto a estructura se refiere, pero parece más el detonante que sirve de transición del primer al segundo acto; lo cual evidencia aún más la tremenda parsimonia alimentada de homenajes y autocomplaciencia en un bucle eterno que muchos detractores hemos estado padeciendo.
Está claro que, tras el descomunal cierre de la Fase 3 del Universo Marvel, la compañía sólo puede optar por renovarse o morir —lo de superarse a sí misma es algo realmente complicado—. En lo que a mi respecta, considero que el intento con ‘Bruja Escarlata y Visión’ es tan estimable como de agradecer —huir de la fórmula es impagable estos días—; pero su traslación a la pequeña pantalla está dejando bastante que desear pese a vislumbrar una luz al final de un túnel que, de momento, continúa antojándose interminable.
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