Existen autores con los que generas un vínculo muy especial a raíz de una percepción tan irracional como sentir que han creado algo que está diseñado expresamente para satisfacer tus gustos, filias y necesidades. En mi caso, uno de ellos es David Ayer, de cuyo trabajo me enamoré a través de su descomunal guión para ‘Training Day’, y que me ha deleitado tanto en su faceta de guionista como en la de director en títulos como ‘Corazones de acero’, ‘Sabotage’, ‘Sin tregua’, ‘Dark Blue’ o ‘Vidas al límite’.
Sabiendo esto, es comprensible que ‘Escuadrón Suicida’ se tradujese en una gigantesca decepción. En todo su metraje no había una sola gota de esa identidad de Ayer que tanto me fascinaba, sino un batiburrillo de ideas dispersas juntadas por un estudio que desvirtuó, según parece, un material original que está editado en un montaje del director que tan sólo ha visto un puñado de personas.
A raíz del inminente estreno de la excepcional ‘El Escuadrón Suicida’ de James Gunn, el conocido como ‘Ayer Cut’ ha vuelto a ocupar buena parte de la conversación cinematográfica, abriendo viejas heridas a través de tuits tan desafortunados como el de Tim Gierson de ScreenDaily, que podéis leer bajo estas líneas.
«Mientras veía la nueva película, he pensado muchas veces: ‘Si, David Ayer debería abandonar la idea de ese montaje del director'».
De aquellos barros…
Ayer, bastante activo en redes sociales y poseedor de un carácter bastante impetuoso, no ha podido evitarlo y ha contestado al mensaje de Gierson. Pero no se ha limitado a escribir un simple tuit, sino que ha redactado un emotivo texto en el que ha abierto su corazón, ha explicado su historia personal y ha dejado claro por qué, para él, rendirse no es una una opción.
«No sé qué significa rendirse. No sé quién crees que soy. No se me ha dado nada en esta vida, ha sido una lucha desde el principio. Mis padres se suicidaron en Miami la mañana de Navidad cuando tenía 4 años. Y eso fue sólo el comienzo. Hogares de acogida. Abuso. Caos. Fui a más colegios de los que puedo contar. ¿Qué es la estabilidad?».
Con este primer párrafo, el realizador comienza a escarbar en una infancia traumática y difícil. Unos años que, según comenta, le convirtieron en «ese crío que todo el mundo sabe que terminará muerto o en la cárcel»; algo potenciado por estar en un barrio especialmente conflictivo en el que vivió experiencias que ayudan a comprender la cruda descripción de la realidad en sus películas.
«He visto cadáveres, sangre, cabezas reventadas, he visto a gente morir. He pasado por encima de cerebros en la acera para coger el autobús. Me han disparado más veces de las que puedo recordar. He recibido palizas de la policía de Los Angeles. Uno de los primeros fumaderos de crack en L.A. estaba en mi manzana. Dejé el instituto y pasaba todo el día en las calles apoyado contra una pared en una bodega. Fue necesario tener a alguien muriendo en mis brazos, cubierto de su sangre y su vómito, para despertarme».
El punto de inflexión y el milagro de ‘Training Day’
Este punto de inflexión, condujo a David Ayer a alistarse a la Marina, donde sirvió en un submarino nuclear, «vio más», y «experimentó cosas que abrasaron su alma». Pese a todo, el cineasta reconoce que «la marina le rompió, y la marina le salvó». Un punto de inflexión en su vida que le hizo enlazar trabajos de la más diversa índole hasta que comenzó a sumergirse en el mundo de la escritura cinematográfica.
«Empecé a escribir guiones porque alguien vio algo en mí que yo no podía ver (Wesley Strick, gracias por salvarme la vida). Escribí y escribí, y fui absorbido de nuevo por las calles. Fumando PCP y conduciendo mi Olds Cutlass. No tenía frigorífico, no tenía cama. No tenía nada, no hice la declaración de la renta durante siete años. No tenía futuro. Y supuse que tan sólo era un tiempo muerto hasta que armasen un caso contra mí y me encerrasen».
Y, en ese momento, en esas circunstancias, sucedió ese milagro titulado ‘Training Day’. Un trabajo que le dio una lección que él considera vital a la hora de escribir guiones.
«De ahí es de donde salió ‘Training Day’. Lo vi ocurrir. Escuché todas las historias del barrio. Las escribí. Puse mi alma en la página. Y cuando alguien me ofreció 30.000 dólares por los derechos, me reí. Pero ‘Training Day’ fue especial. Por supuesto, nadie la creyó por aquél entonces. Los chicos buenos de Hollywood se negaban a creer que los policías podían ser tan corruptos».
«Después ocurrió el Escándalo de Rampart y, sí, se dieron cuenta de que podía ser real. Llevó años que se hiciese la película y cambió mi vida. La lección de ese guión es: pon tu dolor en la página. Eso es por lo que cuento historias, he visto la vida, he visto a gente. He visto a los malos hacer el bien, y a los buenos hacer el mal. Escribo sobre la verdad que he vivido».
El caso del ‘Escuadrón Suicida’
En el último apartado del escrito es cuando David Ayer entra en la materia detonante del desgarrador y, a su vez, inspirador texto: su experiencia con ‘Escuadrón Suicida’. Una producción por la que «dio su vida», que considera «alucinante» y que es mucho más personal de lo que podría parecer a simple vista. Y es que, después de conocer su trayectoria y saber que su idea era reincidir en sus temáticas recurrentes, parece que sí era el director adecuado para el proyecto.
«La versión del estudio no es mi película. Léelo de nuevo. Y mi versión no es un montaje del director de 10 semanas. Es un montaje completamente maduro de Lee Smith creado sobre el increíble trabajo de John Gilroy. Es toda la brillante banda sonora de Steven Price, sin una sola canción de radio en toda ella. Tiene arcos de personaje tradicionales, interpretaciones increíbles, una resolución del tercer acto sólida. Sólo un puñado de personas lo han visto. Si alguien dice que la ha visto, no lo ha hecho».
Llegados a este punto, lo único que queda es reflexionar y responder a la pregunta clave: ¿Por qué debería rendirse David Ayer?
«Cada día respirando es un regalo. Pensé que mi historia iba a terminar en un cementerio o en una celda hace mucho tiempo. Así que esto que estoy viviendo son vidas extra. Estoy honrado y bendecido por tener la carrera que tengo. ¿Rendirme? ¿Después de que mis hijos me hayan visto llegar a casa cada día con el corazón roto cuando el estudio se hizo con el poder sobre el montaje? ¿Qué sería para ellos si me rindiese?».
Nunca sabremos su versión de los hechos sobre el tortuoso proceso de montaje de ‘Escuadrón Suicida’. Ayer ha dejado claro que nunca la contará por su código de honor —»estoy así de chapado a la antigua»—. Lo que sí que sabemos es que es un cineasta que adora su trabajo, que cree que «cada película es un milagro», y que desea lo mejor a un James Gunn por el que ha mostrado orgullo y apreciación.
David Ayer afirma que no volverá a hablar en público sobre el tema, pero no hace falta. Con su texto —que podéis leer íntegro en su cuenta de Twitter— ha dicho todo lo que podía decir; consiguiendo, además, que respete aún más si cabe a un realizador que ocupa un lugar muy, pero que muy especial, en mi corazón cinéfilo.