‘Vampiros‘ podría ser un drama adolescente genérico, en la onda de ‘Élite‘ o, sobre todo, por su estado de ánimo decadente, con estética apagada y iluminación cobriza y azulada, a ‘Euphoria‘. La única diferencia es que aquí los protagonistas tienen colmillos. Puede que tenga que ver con el éxito de ‘Drácula‘ pero este original de Netflix se suma a la cada vez más amplia lista de títulos en este subgénero reciente.
Quizá es algo presuntuoso llamar a la serie con un simple ‘Vampiros‘, un atrevimiento reservado a maestros como John Carpenter cuando, aparte del deslumbrante vistazo de París que sirve de emplazamiento, y su atrevimiento en cuanto a la violencia y la sangre, la serie en sí no tiene muchos elementos redentores que hacen que valga la pena dedicarle dos tardes a sus seis capítulos de cuarenta y cinco minutos cada uno. Puede que su mayor virtud sea, precisamente, que no se alargue demasiado.
Jóvenes franceses y ocultos
‘Vampiros’ nos cuenta la experiencia de Doina Radescu una chica mitad humana, mitad vampiro, y la dificultad de ser una adolescente cuando tienes las hormonas a flor de piel cuando eres una criatura de la noche. La historia se mueve entre sus problemas, comunes a filmes de iniciación fantásticos mientras presenta un mundo en el que los vampiros viven en la actualidad, con muchos en un culto llamado La comunidad, un grupo secreto de vampiros, que elige permanecer en la sociedad e intentar vivir una vida normal.
Hay muchos puntos en común con la sorprendente ‘Crudo‘ (Grave, 2016), no solo por los temas que toca, cambiando canibalismo por vampirismo, sino por la forma de relatar el camino de una adolescente enfrentándose a Bullys, el amor o el sexo con un poso de decadencia y actitud que refleja un sentimiento casi generacional con pinceladas de cine casi social.
La sombra de Kirsten Stewart en ‘Crepúsculo‘ (Twilight,2009), se refleja en la indolencia de la actriz francesa Oulaya Amamra , que podría servir para dosificar emociones, pero que es constante durante la serie, acompañando a la sensación de tedio que acaba contagiándose a momentos tan importantes como el encuentro con la matriarca, que debería ser inquietante y servir de bisagra a una fase más absorbente del la trama, pero que deja ver la falta de urgencia general de la serie.
Sin novedad en el potaje
Estilísticamente, la serie intenta añade toques de ciberpunk con muchas luces de neón que también recuerdan a un Nicolas Winding Refn de ocasión, además, el efecto no tiene mucho sentido, y no añade valor a un aspecto general que, de por sí, ya deja ver sus limitaciones con una fuerte saturación de la imagen y alguna escena de baile que parece más ubicable en un vídeo musical, que, además de no tener mucha profundidad en la trama, parece algo que aparecería en series adolescentes de periodicidad semanal.
Y efectivamente, ‘Vampiros‘ es una serie que se sirve de muchos clichés habituales de este tipo de productos, así como de otras series de chupasangres como ‘Crónicas vampíricas‘ o ‘True Blood‘ que ya han estirado hasta la saciedad esas combinaciones de clanes, rivalidades y descubrimiento del sexo y demás tropos. Todo está combinado con apenas originalidad, sin destacar sobre lo que se ha hecho estos años. No hay nada que moleste especialmente, pero tampoco nada que enganche.
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Lo más interesante del conjunto es ver a Emma Larsimon de ‘Marianne‘ en un par de momentos, pero no, la presente no es ni un poquito tan brillante como la última serie de terror de Netflix proveniente de Francia. Desafortunadamente, mientras aparecen cosas tan prescindibles como ‘Vampiros’, aquella se canceló tras una sola temporada a pesar de entusiasmar tanto los espectadores como a la crítica. Si aún no lo has visto, entonces tienes un verdadera serie de terror por delante, incluso, sin acercarse a esta, como visión perversa del mundo adolescente es muy recuperable la holandesa ‘Ares‘ (2019)