Unos científicos dedicaron más de seis meses a desarrollar arneses imposibles de quitar. Estas urracas tardaron 20 minutos en aprender a quitárselos

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«Lo raro no es concoer a gente más tonta que una urraca australiana, lo raro es concoer a alguien más listo». La primera vez que oí hablar de los córvidos fue en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada y fue así, con esa frase. Desde entonces, siempre que oigo hablar de esos bichos australes me acuerdo de aquel ornitólogo despotricando de media humanidad. Hoy también me ha pasado y, además, para darle la razón.

Más seis meses de trabajo. Durante más de seis meses, un equipo del College of the Sunshine Coast en Australia dedicó todos sus esfuerzos para desarrollar unos arneses para urracas que fueran imposibles de quitar. Su idea era usarlos para estudiar sus hábitos sociales. Por ello, necesitaban que pudieran transportar los dispositivosnecesarios para el estudio, pero que el diseño fuera lo menos molesto posible.

Un bicho muy listo. Aunque suene a equipo de punk-primitivista, los hábitos sociales de las urracas australianas tienen interés porque, efectivamente, son animales muy listos. Una de las aves más inteligentes del mundo: se puede poner como ejemplo, que pueden recordar hasta 30 rostros humanos diferentes (algo que, aquí entre nosotros, difícilmente yo podría hacer con su especie); pero hay muchísimas más cosas que llaman poderosamente la atención. Entre ellas la prosocialidad y, como los investigadores estaban a punto de descubrir, las travesuras.

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La urraca vs el hombre. En 2019, Potvin y su equipo del College of the Sunshine Coast dieron con el diseño perfecto. Seleccionaron a un grupo de aves, confirmaron que con el arnés puesto no mostraban ningún signo de sufrimiento y, tras poner todos los arneses, se volvieron a casa.

En apenas 20 minutos, las urracas ya habían descubierto cómo quitárselo unas a las otras. A los tres días, ya se habían quitado los cinco. La cara de tontos que (como ellos mismos reconocen) se les quedó fue antológica. Así que se pusieron a investigar para ver cómo había sido posible.

Nunca subestimes a una urraca. Normalmente, los ornitólogos no tienen en cuenta estas cosas porque las aves no suelen tener «hábitos de rescate altruista»; es decir, no suelen ayudarse entre si a no ser que reciban alguna ventaja tangible por ello. ¿Para qué se iban a quitar las unas a las otras algo que no molestaba para nada?

Craso error. Tras examinarlas de nuevo (y con otro grupo de animales) se dieron cuenta de que ellas sí lo hacían. Por muy enrevesado que fuera el dispositivo, lo conseguían desmontar. Es más, parecía casi un pasatiempo. Un pasatiempo que pasa ahora a conformar el amplio repertorio etológico de estos pájaros capaces de tener recuerdos de hasta 15 años. La pregunta, imagino, es qué más pueden hacer.

Imagen | Fir0002