Viajo
mucho,
así
que
Booking
es
un
imprescindible
para
mí
porque
me
ahorra
tiempo
y
generalmente
dinero
(aunque
tengo
esta
extensión
instalada
para
verificarlo)
a
la
hora
de
reservar
alojamiento.
Sé
que
no
estoy
sola
en
esto:
la
empresa
holandesa
tiene
un
auténtico
emporio
en
su
segmento
y
el
poder
que
esto
le
otorga.
Normalmente
quedo
satisfecha
con
el
servicio,
pero
hace
un
par
de
meses
sufrí
una
práctica
abusiva
frente
a
la
que
me
sentí
completamente
vulnerable.
La
sensación
de
impotencia
fue
tal
que
acudí
a
un
servicio
mediador
y
mi
disgusto
se
acrecentó:
la
única
solución
que
me
dio
fue
ir
a
la
guerra
por
mi
cuenta
como
usuaria.
Booking
y
los
precios
que
fluctúan
Si
usas
Booking
para
organizar
tus
viajes,
ya
te
habrás
dado
cuenta
que
los
precios
varían
una
barbaridad:
lo
normal
es
no
encontrar
los
mismos
precios
si
eres
Genius
o
no,
si
accedes
desde
la
app
o
desde
el
navegador,
si
estás
en
tu
cuenta
o
navegas
sin
registrarte,
incluso
cambian
en
función
del
día
o
la
hora.
Y
no
cambian
poco
precisamente:
he
visto
diferencias
de
cientos
de
euros
en
un
par
de
días.
Habitualmente,
en
el
lado
más
desfavorable:
si
no
estás
rápida,
prepara
la
cartera.
Es
el
mercado,
amiga.
Sin
embargo,
muy
de
vez
en
cuando
he
encontrado
auténticos
chollos.
Es
justo
lo
que
pensé
cuando
preparaba
mi
viaje
a
Viena
de
cuatro
días.
Mirando
con
meses
de
antelación,
cancelación
gratis,
localizaciones
ubicadas
en
el
centro
y
con
baño
privado
y
al
menos
un
siete
de
puntuación,
la
cosa
partía
de
los
250
euros.
Hasta
que
un
día
vi
un
Hotel
por
129
euros
que
no
parecía
una
estafa.
Me
pareció
anormalmente
barato,
pero
otras
veces
me
parece
anormalmente
caro.
Además,
también
hay
ofertas
especiales.
Reservé
sin
dudar.
Al
día
siguiente
recibí
un
mensaje
del
alojamiento
explicando
que
había
reservado
durante
un
error
en
el
sistema
de
Booking
y
que
no
podían
aceptar
mi
reserva.
No
soy
experta
en
leyes,
pero
sí
sabía
que
las
cifras
anunciadas
son
vinculantes
según
precedentes:
como
cuando
una
jardinera
ganó
un
millón
de
euros
tras
un
supuesto
error
de
una
web
de
apuestas
online
o
ya
en
el
estado
español,
cuando
MediaMarkt
puso
un
precio
más
bajo
de
lo
previsto
con
un
iPhone,
por
ejemplo.
Es
más,
FACUA
explica
que
“Los
comercios
no
pueden
argumentar ‘errores
tipográficos’
ni ‘existencias
limitadas’
para
incumplir
las
ofertas
de
sus
catálogos
publicitarios”.

Lo
mío
era
una
mezcla
de
los
dos:
un
supuesto
error
del
sistema
y
el
medio
era
la
web.
Al
fin
y
al
cabo,
supone
ofrecer
unos
servicios
a
través
de
un
contrato
donde
se
listan
las
condiciones
y
la
autorización
expresa
del
usuario,
es
decir,
de
mi.
El
alojamiento
me
explicaba
que
si
estaba
interesada
en
mantener
la
reserva,
que
les
contactase
para
que
me
ofrecieran
el
precio
real.
No
contesté:
yo
tenía
una
reserva
y
ellos
un
problema.
En
su
segunda
comunicación,
el
hotel
inventaba
que
“actualmente
no
tienes
ninguna
reserva
con
nosotros”,
insistiendo
en
que
si
quería
continuar,
tendría
que
contactar
con
ellos
para
que
me
dieran
los
precios.
La
reserva
sin
embargo
seguía
en
mi
perfil
de
Booking.
Les
respondí
explicando
que
con
la
reserva,
Booking
me
había
ofrecido
un
contrato
con
unas
condiciones
que
yo
había
aprobado.
No
obstante,
reservé
en
otro
hotel
por
si
las
moscas:
no
quería
llegar
a
Viena
y
descubrir
que
no
tenía
alojamiento.

Booking
Assistant
se
pone
en
contacto
conmigo
explicándome
que
habían
detectado
un
error
a
la
hora
de
que
el
establecimiento
cargara
las
tarifas
en
su
web
y
que
la
solución
propuesta
por
el
hotel
era
mantener
la
reserva
al
precio
correcto,
de
más
de
600
euros
la
noche.
La
otra
alternativa
pasaba
por
cancelar
la
reserva.
Que
yo
cancelara
la
reserva.
Si
ahora
mismo
buscas
a
meses
vista
en
ese
hotel,
verás
que
el
coste
dista
muchísimo
de
ese
precio.
De
hecho,
se
acerca
más
al
precio
total
de
la
estancia.
Estaban
intentando
disuadirme
para
que
cancelara «sin
penalizaciones»
(sic).
Soy
doña
erre
que
erre,
les
contesté
explicando
que
la
reserva
era
un
contrato
vinculante.
Y
que
por
supuesto,
no
iba
a
cancelar
la
reserva.
Si
quieren
cancelar,
que
cancelen
ellos.
El
segundo
mensaje
de
booking
Assistant
llega
en
castellano
y
es
mucho
más
suave:
«te
pido
por
favor
consideres
una
vez
más
la
opción
de
actualizar
el
precio
al
correcto
para
mantener
la
reserva
activa,
de
lo
contrario,
esta
reserva
se
verá
afectada
y
procederemos
a
cancelarla.»

Al
día
siguiente
la
cancelaron
y
yo
decidí
tramitar
una
queja
en
un
organismo
mediador.
Elegí
la
OCU
aprovechando
una
promoción
de
suscripción
por
dos
meses
y
tras
tramitar
la
reclamación
en
la
web,
tuve
que
llamar
para
que
movieran
el
trámite
después
de
varios
dias
esperando.
De
hecho,
tuve
que
volver
a
subir
la
información,
pantallazos
y
demás
para
que
intercedieran
por
mí.
A
este
paso
los
dos
meses
se
iban
a
quedar
cortos.
No
obstante,
entiendo
que
tienen
un
gran
volumen
de
trabajo.
A
pocos
días
de
irme
ya
a
Viena
y
a
otro
alojamiento,
llegó
la
respuesta
y
fue
un
jarro
de
agua
fría: «Al
no
haber
manifestado
la
empresa
su
intención
de
llegar
a
una
solución
amistosa
le
comunicamos
que
esta
vía
se
ha
agotado,
dado
que
somos
un
organismo
privado
sin
capacidad
coercitiva
ni
sancionadora
que
nos
permita
presionarles
y
obligarles
a
contestarnos.»
No
tienen
potestad
para
hacer
nada
a
nivel
individual.
Mea
culpa:
en
sus
acciones
explican
que
ser
socia
implica «la
posibilidad
de
participar
en
acciones
colectivas
para
la
defensa
de
los
derechos
de
los
consumidores».
Booking
se
lava
las
manos
y
habida
cuenta
de
la
respuesta
de
la
OCU,
habría
ahorrado
más
tiempo
(y
dinero)
acudiendo
directamente
a
organismos
públicos.
Ya
lo
sé
para
la
próxima.
La
Organización
de
Consumidores
y
Usuarios
me
lista
una
serie
de
entidades
como
la
Dirección
General
de
Consumo
de
mi
CCAA,
las
Juntas
Arbitrales
de
Consumo
y
hasta
los
Tribunales
de
justicia
ordinarios.
Como
usuaria
individual,
tocaría
armarse
de
valor,
paciencia
y
tiempo
para
informarse
y
hacer
los
trámites
para
un
juicio
verbal
ante
una
mala
práctica
ejecutada
con
impunidad.