Como padres es normal que nos preocupemos por nuestros hijos en todos los aspectos de su vida, desde su educación hasta su salud emocional y física. Sin embargo, hay una línea entre ser padres precavidos y supervisarlos y ser sobreprotectores al grado de no permitir que ellos aprendan de sus errores.
Cometer el error de protegerles demasiado por los miedos que tenemos puede impedirles aprender y crecer, además de dificultarnos el disfrutar nuestro papel como madres y padres. Te compartimos algunos consejos para trabajar en tus miedos y evitar transmitirlos a tus hijos.
El miedo no es negativo
Antes de continuar hay que dejar claro que el miedo no es el enemigo ni es algo negativo, como no lo es ninguna de las emociones que podemos llegar a sentir. Tanto el miedo, como la alegría o el enojo, son emociones que debemos aprender a procesar y gestionar.
Es natural que cuando queremos a alguien, en este caso a nuestros hijos, tememos que pueda pasarles algo que les lastime o les haga daño. Y si bien nuestro trabajo como padres es cuidarles y velar por ellos, no debemos pasar al extremo de preocuparnos tanto que les impidamos vivir sus propias experiencias.
Está claro que esto no significa que debamos pasarnos al otro lado y ser padres totalmente relajados que les permitan hacer lo que deseen sin importar las consecuencias. Es simplemente entender que sí, podemos tener miedos o ponernos nerviosos, pero debemos mantenerlos en un nivel saludable para todos.
El problema de transmitir el miedo a nuestros hijos
Tengo que admitir que soy una madre muy aprehensiva. Aunque suelo tener una maternidad relajada y no estresarme más de lo realmente necesario, muy dentro en el interior de mi cabeza a veces me encuentro con muchos temores.
Principalmente, me encuentro con miedos sobre los posibles escenarios fatalistas que podrían suceder -algo que suena absurdo cuando lo digo en voz alta- cuando hace cosas que yo ya sé como adulta que podrían salir mal o terminar en accidente.
Y aquí es donde muchas madres solemos utilizar algunas frases como la famosa «baja de ahí, que te puedes caer», que a veces usamos más de lo necesario porque no deseamos que nuestros hijos se hagan daño.
Pero aunque hay situaciones en las que sí son necesarias este tipo de indicaciones u observaciones, debemos recordar que gran parte de los aprendizajes de la infancia se adquieren al equivocarse, a través de la experimentación y el juego libre.
Si privamos a nuestros hijos de estas experiencias por nuestros miedos, estamos impidiendo que ellos descubran y crezcan aprendiendo de sus errores, condicionando su desarrollo personal.
Pero además de esto, no debemos olvidar algo muy importante: nuestros hijos son nuestro espejo y las emociones que nosotros sentimos, las transmitimos a ellos. Esto explica por qué justamente en días estresantes o difíciles para ti, tus hijos parecen actuar diferente, poniéndote más estresada o tensa.
En este caso, si nos sentimos temerosos o nerviosos, ellos también lo estarán, haciendo que nosotros nos sintamos aún más temerosos y nerviosos al verlos a ellos temerosos y nerviosos. Un ciclo de emociones negativas que no deja nada bueno para ninguno.
Cómo gestionar nuestros miedos como padres
Dejar de preocuparnos totalmente es prácticamente imposible para quienes tenemos hijos, pues es perfectamente natural que deseemos una vida segura para nuestros pequeños. Sin embargo, enseñar educación emocional a nuestros hijos comienza con nuestro ejemplo.
Por ello, y por todos los motivos antes mencionados, es que nosotros debemos trabajar en la gestión de nuestras emociones, en este caso en particular, en el miedo. Estas son algunos consejos para comenzar a gestionarlo mejor:
- Confía en tu hijo. Este primer punto, también es uno de los más importantes. Muchas veces el miedo surge de la creencia de que nuestros hijos no tienen la capacidad para hacer ciertas cosas, pero ellos suelen ser más capaces de lo que pensamos.
- Suelta el control. Procura dejar que tu hijo haga cosas de peques -porque es lo es- y porque necesita hacerlas para desarrollarse de una manera sana.
- Permítele que fracase. Al estar en situaciones nuevas o diferentes, muchos padres solemos lanzarnos a hacer las cosas por nuestros hijos, en lugar de permitirles que lo hagan y aprendan de su experiencia.
- Entiende que habrá cosas que no puedes evitar y no pasa nada malo. Tus hijos no viven ni pueden estar en una burbuja. Se van a caer. Van a ensuciarse, mojarse y quizás se hagan un raspón al jugar o saltar. Se van a lastimar y también van a llorar. En un mundo ideal esto no pasaría, pero entonces tampoco aprenderían a caer y volver a levantarse.
- Adviértele, pero no lo asustes. Tu deber es enseñarle el mundo, pero también permitirle que lo conozca por él mismo. Es sano decirle que tenga cuidado, pero evita frases como «te vas a caer».
- Trabaja en tus propios miedos. No todos los miedos están relacionados con nuestros hijos. Algunos, son miedos que nosotros hemos venido cargando de años y que pueden impedirnos disfrutar ciertas cosas de la vida. Si nuestros hijos ven que evitamos algo por miedo o nos paraliza, posiblemente ellos imiten ese patrón.
Recuerda también, que darles espacio y permitirles explorar el mundo también es beneficioso para tu salud mental y aumenta la confianza entre padres e hijos (está comprobado por la ciencia). Así que trata de relajarte, trabaja en tus miedos y disfruta la crianza de tus hijos.
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