‘The Last of Us’ puede ser el nuevo bombazo de HBO, pero debe enfrentarse a un reto gigantesco: igualar lo que ya es perfecto

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Aunque la historia de Naughty Dog se remonte a 1984 —cuando aún era conocido como Jam Software—, y esté marcada por grandes hitos para la industria del videojuego como los primeros ‘Crash Bandicoot’, la saga ‘Jack and Daxter’ o ese cuarteto de joyas publicadas bajo el título de ‘Uncharted’; no sería hasta el año 2013 cuando el estudio californiano alcanzó el Olimpo de la industria con su gran obra maestra: ‘The Last of Us’.

Esta aventura en clave de survival-horror estrechó aún más si cabe la cada vez más fina línea que separa el impacto emocional provocado por la narrativa de cine y videojuegos; algo logrado gracias a un guión excepcional y demoledor, un tratamiento de personajes soberbio, y un despliegue técnico, artístico e interpretativo que, sumados a la interactividad propia del medio, se tradujeron en una experiencia única tan sólo igualada por su descomunal y sombría secuela, ‘The Last of Us: Part II’.

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El enorme cariz fílmico presente en sus, aproximadamente, 15 horas de duración, hizo que el anuncio de una adaptación para cine o televisión cuestión de tiempo. Finalmente, la épica jugable de Joel y Ellie será reinventada como una serie para HBO; y aunque el equipo responsable conocido hasta el momento invite a pensar en el nuevo gran bombazo de la plataforma, esta nueva versión de ‘The Last of Us’ tiene un reto gigantesco al que sobreponerse de querer resultar plenamente exitosa: igualar —al menos— lo que ya es perfecto.

De adaptaciones, calcos y fandoms temerosos

asda

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Craig Mazin —guionista de la fantástica ‘Chernobyl’—, Kantemir Balagov —director de la cruda y laureada ‘Una gran mujer (Beanpole)’— y Neil Druckmann —director y guionista de ‘The Last of Us’, y actual copresidente de Naughty Dog— son el dream team creativo con el que HBO ha insuflado una gran dosis de esperanza a quienes disfrutamos de la obra original hace ocho años. Un trio de ases que, sumado a los fichajes de Pedro Pascal y Bella Ramsey como pareja protagonista, y a un material base de altísimo nivel, termina de perfilar una producción con todas las cartas para triunfar.

Es precisamente la publicación de los nombres de Pascal y Ramsey como los Joel y Ellie —dos personajes adorados por los jugadores— de carne y hueso lo que ha comenzado a suscitar las primeras suspicacias hacia la serie, fundamentadas principalmente en torno al parecido físico de los intérpretes. Este recelo, además de totalmente infundado —ojalá la dirección de casting fuese tan sencilla como comparar rostros—, conecta directamente con uno de los principales problemas a los que se enfrentan proyectos como el que nos ocupa: la necesidad de diferenciar entre lo que es una adaptación y un calco.

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Personalmente, por mucho que haya disfrutado una obra —ya sea un cómic, una novela o un videojuego—, ni espero ni deseo bajo ningún concepto que vuelva a narrarse una vez más y escena a escena lo que ya he vivido tan intensamente. No obstante, al mismo tiempo, aparece una extraña sensación que me impulsa a temer un distanciamiento radical de lo que considero prácticamente perfecto. Una reacción que podríamos bautizar como «la dicotomía del fandom» y que, entre otras cosas, me ha impedido continuar viendo la ‘The Stand’ de Josh Boone por miedo a terminar decepcionado de un modo u otro.

Afortunadamente, tanto Craig Mazin como Neil Druckmann han prometido encontrar un equilibrio perfecto entre la más absoluta fidelidad y unos cambios «diseñados para completar cosas y expandir, no para deshacer, sino más bien para mejorar» y que, en parte, estarán basados en material descartado del extenso guión original del videojuego. Según Mazin, «los elementos nuevos están conectados de un modo serio y orgánico» y aspiran a que el espectador «experimente más, con más personajes y de más formas»; y esta voluntad de adición sensata es la que, en última instancia, puede marcar la diferencia.

En 2013, Druckmann, junto a su codirector Bruce Straley, al diseñador Jacob Minkoff y, entre otros, al dúo compuesto por Troy Baker y Ashley Johnson, crearon un pequeño milagro en clave de road-movie posapocalíptica cuya enorme carga dramática y brillante ejecución consiguieron que, por primera vez, llorase con un mando entre las manos. Partiendo de este punto, lo mejor que podrían hacer Mazin y compañía es cumplir sus promesas, volar libres, y mirar más allá de la perfección de ‘The Last of Us’.

Porque, qué mejor manera de complementar una obra maestra que desmarcándose de ella con otra de dimensiones similares.