‘The Capture’: un trepidante tecno-thriller en formato miniserie sobre la era de la vigilancia constante y sus peligros

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Emitida originariamente por BBC One el pasado otoño y llegada hace unas semanas a Starzplay en España, ‘The Capture’ está teniendo repercusión internacional con su aterrizaje estadounidense en Peacock, la plataforma de NBCUniversal que parece estar planteando, entre esta y su versión de ‘Un mundo feliz’, una programación especialmente distópica. ‘The Capture’, sin embargo, opta por acercarse más en el tiempo, y tomar como referencia otro clásico del género: ‘1984’, su Gran Hermano… y el presente.

‘The Capture’ se pregunta si todo lo que damos por sentado como pruebas irrefutables es tan fiable como creemos, y centra su atención en las cámaras que nos vigilan en todas las calles de una gran ciudad. Una de estas cámaras recoge la agresión que un soldado británico (Callum Turner) lleva a cabo en la calle contra una mujer. Es su abogada y estaban celebrando la absolución del primero tras un hipotético crimen de guerra. La agresión queda grabada, pero él asegura que es completamente inocente.

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Una detective del departamento de policía de Londres (Holliday Grainger) se hará cargo del caso creyendo a pies juntillas lo que claramente muestran las imágenes. Pero pronto comienza a descubrir cosas que no encajan: extraños comportamientos en grabaciones de seguridad, la constante reivindicación de su inocencia del acusado y una inquietante sensación de que algo falla en la percepción de los hechos. Finalmente, la duda sobre todo lo que la rodea será constante, y descubrirá que más le vale no fiarse de nadie.

Aunque la preocupación sobre la vigilacia a la que nos vemos sometidos en lo cotidiano pero también en lo virtual es algo que cala a nivel internacional, no es extraño que esta serie surga en Reino Unido: Londres es la ciudad más vigilada del mundo si no contamos las urbes chinas. Tocan a 68 cámaras por cada mil personas, y su efectividad y validez como pruebas en juicios es una cuestión que sigue estando sometida a debate en el país.

Un salto de fe

Thecapture

La serie hace un gran trabajo al describir la tecnología detrás de la falsificación de lo aparentemente tangible (que no te engañen, parece decir ‘The Capture’: si hay una pantalla hay un intermediario) con el papel de un despistado experto en imágenes digitales, una de las escasas concesiones al humor que se permite la trama. Este es el que explica, de forma sencilla, cómo falsificar una grabación de la realidad, y en ese sentido, ‘The Capture’ hace un excelente trabajo al estirar los límites de la credibilidad.

Por desgracia, a mitad de su trama, necesita dar un salto al vacío que no funciona en todo momento con la misma efectividad, cuando nuestro antihéroe es atrapado por enésima vez (buen trabajo también de Turner al componer a un acusado que se distancia de los empáticos «falsos culpables» de Hitchcock; su valentía al construir un personaje bastante antipático hace que en todo momento dudemos de su inocencia, tal y como muestran las grabaciones). Es el momento de introducir en la trama (ojo: levísimos spoilers) elementos de conspiración internacional y de sociedades secretas.

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El resultado es que el mensaje que se estaba entretejiendo entre líneas (¿vale la pena sacrificar las pequeñas libertades cotidianas en pro de la seguridad, incluso a nivel internacional?) se difumina en los mecanismos del thriller, más preocupados de la tensión y la pura trama de culpable sí-culpable no que de lanzar un mensaje contundente. Es una pena, porque los primeros capítulos, cuando está todo por explicar y el espectador disfruta odiando a todos los personajes por distintas razones, manejan a la perfección la idea de que ese estado distópico en el que no puede fiarse uno de sus propios sentidos es aquí y ahora.

Con todo, el resultado está por encima de la media, y funciona como artefacto de suspense y tensión (que no se estira más de la cuenta: son solo seis episodios), efectivo y gustoso gracias a presencias como la de Ron Perlman. Y también como advertencia suave sobre los peligros de la hipervigilancia, que siempre deja la sensación de que podría haber sido algo más agresiva (aunque tendría que haber entrado entonces en terrenos francamente antisistema). La serie no toma partido, salvo en una ambigua conclusión algo amoral, pero como rompecabezas de suspense, son seis horas de diversión garantizada.