‘The Boys’ de Amazon Prime Video ha regresado con una segunda temporada más expansiva, violenta y gore que estrenó sus primeros tres episodios el 4 de septiembre. Gracias a la ubicuidad de superhéroes en el cine y la televisión, están surgiendo muchos proyectos en los márgenes de los récords de taquilla y cada nuevo proyecto centrado en personajes de un cómic empieza a sonar a déjà vu. Por eso, esta adaptación de Garth Ennis es todo un bálsamo.
Hay un nuevo grupo de series y películas como ‘Aves de presa’ (Birds of Prey, 2019), ‘The Umbrella Academy’ (2019-) de Netflix, y ‘Doom Patrol’ (2019-), con tramas para adultos, lenguaje explícito, violencia gráfica, sexualidad abierta y narraciones algo más sofisticadas, con cierta actitud ante la violencia extrema que puede ser confundida con una actitud edgy vacía. La diferencia de ‘The Boys’ con estas es que no es una adaptación “para adultos” de las propias compañías que sostienen el género.
Más que una serie de superhéroes con sangre y humor negro
Para empezar, es una historia sobre superhéroes creados por empresas, que funciona, primero como sátira oscura del cine Disney de súpersalvadores disfrazados, como si fuera una versión de DC y Marvel con cocaína y Jack Daniels, centrada en una versión rubia de Superman que, bajo su capa de perfección es un psicópata despiadado. Sin embargo, a un segundo nivel hay una caricatura deformada pero mucho más precisa de lo esperable en una ficción fantástica de nuestros tiempos y su política incendiaria.
‘The Boys’ ha aumentado su capacidad para reflejar las consecuencias del racismo, la xenofobia, la criminalidad corporativa y la facilidad con la que la población puede ser manipulada y polarizada en ideas extremas bajo un discurso de cercanía con los ciudadanos. El poder de las redes, la movilización hacia el miedo y el ansia de poder son temas que se plantean en el día a día en el trasfondo de la guerra entre los supes y los chicos, lo que convierte la serie en una rara pieza de entretenimiento subversivo y cínico.
‘The Boys’ desarrolla un universo donde los superhéroes son entrenados y preparados por una corporación llamada Vought International, que los comercializa al público como héroes y monetiza sus imágenes. No muy distinto a lo que hacen las grandes compañías de entretenimiento, por lo que no es muy difícil ver un paralelismo en el grupo de héroes más poderosos, organizados en un equipo llamado ‘Los siete’ con unos ‘Vengadores’ o ‘Liga de la Justicia’. Hasta hacen bromas con su adaptación al cine con “unos retoques de guion de Wehdon”.
Sátira corporativa desde la corporación Amazon
Si en la primera temporada se reveló que los héroes son mayoritariamente celebridades en busca de fama y atención, que a menudo abusan de sus poderes en formas encubiertas por Vought, ahora la corporación pretende ganar miles de millones otorgando licencias a los héroes para uso militar, por lo que se trata de crear la idea de que hay una amenaza terrorista para justificar más acciones sanguinarias y problemáticas.
Los chicos del título están ahora bajo el punto de mira de la justicia y siguen avanzando para exponer a Vought, mientras el liderazgo de Karl Urban se ve cuestionado por Hughie, pero ahora tienen un apoyo en el otro bando, pese a que no ven con buenos ojos la extraña relación de Hugh y Starlight. Ella, por su parte, tiene sus dificultades en el grupo cuando empiezan a recaer sospechas sobre ella.
Sin embargo, Starlight tiene el apoyo de un nuevo personaje, Stormfront, interpretado por Aya Cash, una cínica e irreverente supe que va construyendo una enorme base de admiradores gracias a una combinación de habilidad en las redes sociales y su discurso “sin pelos en la lengua” sobre lo jodido que está el país. Un personaje que cae bien pero que esconde un lado oscuro, avivando los temores públicos sobre los terroristas fuera de Estados Unidos, presentando héroes rubios de ojos azules como Homelander como la solución.
Fascismo enmascarado
Por si no queda clara la intención, el nombre ‘Stormfront’ es el mismo de una web de supremacistas blancos en el mundo real. La serie expande su corrosivo comentario de la Norteamérica actual incorporando una corporación farmacéutica con fines de lucro. ‘The Boys’ sigue siendo tan brutal, como el cómic de Garth Ennis y Darick Robertson atenuando el contenido sexual de las viñetas para aumentar la crítica a la cultura de los medios, el corporativismo, el reflejo claro de la estrategia Steve Bannon para explotar el miedo a los inmigrantes y gente de raza.
Pero lo que no cambia es la acción ultraviolenta, en la que Homelander puede aplastar la cara de un criminal con sus manos y al minuto siguiente, ver a un metahumano que puede hacer explotar cabezas en una reunión pública como la película más brutal de David Cronenberg. El body horror de las muertes a veces parece un elemento de provocación fácil, barata y divertidísima para alterar a los fans de Marvel acostumbrados a la moral incuestionables y la acción limpia de los héroes clásicos para todos los públicos como ‘Iron Man’ y ‘Superman’.
Pero, más allá del punk, la sangre y el humor macabro, ‘The Boys’ es una mirada a la forma en la que la historia de los cómics ha centrado la imagen del cruzado que refleja a un humano superior en personajes blancos, estadounidense, impoluto y poderoso. Cuestionando con humor lo que realmente han representado y explorando su capacidad para la propaganda de ideas y al mismo tiempo exponiendo la toxicidad de un sistema basado en la imagen y la adoración de influencers diseñados para el control de sus propios seguidores. Bastante afilado para una simple ficción de superhéroes.