El cine de terror con muñecos diabólicos lleva una nueva temporada de racha desde que Annabelle debutara en ‘Expediente Warren‘ (The Conjuring, 2013) , confirmando la tendencia que su director, James Wan, había ido cimentando desde ‘Saw‘. Antes de las secuelas y Conjuringversos, una pequeña película se apuntó a la fiesta ofreciendo una mirada algodifer ente a un tema que ya empezaba a saturar.
Lejos del terror tecnológico del reboot de ‘Muñeco diabólico‘ (2019), ‘The Boy’ (2016) se convirtió en un pequeño éxito con sus horrores de vieja escuela bastante domesticados y, por qué no decirlo, bastante aburridos. Sin embargo, la pasta manda y el director no tardó en ponerse manos a la obra, de nuevo junto a la guionista Stacey Menear, para realizar una secuela que ahonda en la mitología del muñeco maldito.
Diferente, pero no mucho mejor
‘The Boy: la maldición de Brahms‘ empieza con un violento Home Invasion que traumatiza a una madre (Katie Holmes) y su hijo, lo que les lleva a la mansión de la primera película como retiro para sanar, de forma que rápidamente se encuentran con Brahms, un muñeco de porcelana que nadie sabe cómo llegó allí. El monchito se convierte en la nueva obsesión del niño y parece que le ayuda a superar ciertos miedos, a pesar de que su comportamiento se vuelve cada vez más extraño.
‘The Boy. La maldición de Brahms‘ es más afín a un thriller psicológico, con elementos del cine de niños malvados y un toque sobrenatural. Sin llegar a ser especialmente estimulante —hay demasiados clichés por metro cuadrado— hay una apuesta por ese género de infantes malévolos, que se atreve a cuestionar el rol tradicional de la madre, creando una ambigüedad que comparte la reciente ‘The Prodigy‘ (2019) y esto podría ayudarla a desmarcarse, sin ir más lejos, de aquella.
Sin embargo, pese a la propuesta diferente a la anterior, no deja de ser una fritanga insabora de otras películas. Su puesta en escena es tirando a plana, y no hace muchos aspavientos para salir de un tono letárgico que desliga la mezcla y cuando llega el momento clave es demasiado tarde, pese a que termina en alto y con elementos que incluso recuerdan a grandes epopeyas góticas del cine de terror italiano de los 60.
La madre terrible
Uno de los aspectos positivos de ‘The Boy: la maldición de Brahms‘ es que su conclusión no solo le da un nuevo recorrido a su propia historia, sino que mejora el primer acercamiento a la maldición al darle una vuelta a su frustrante final. Pero quizá el mayor hallazgo es la deriva desde un filme de muñecos a otros subgéneros de terror, como es el de las madres con paranoia herederas de films de horror con mujeres psicóticas de los 60 y 70.
De Robert Altman a Polanski, al modelo de maternidad rota y no idealizada reciente en el cine de terror, esta secuela entra dentro de las valientes cintas de género en las que se cuestiona el rol impoluto de la madre a través de un elemento de terror metafórico. Heredera desde ‘Los otros‘ (2001) o ‘Babadook‘ (2014) guardan en común una una neurosis sobrenatural que se semeja a muchos síntomas de la depresión materna.
El resultado es más o menos entretenido, pero se detiene demasiado en el drama hueco y las discusiones que no acaban llevando a ninguna parte, en un desarrollo que parece dar vueltas hasta poder llegar al final. Se agradece que no abusa de sustos de volumen baratos, pero tampoco compensa con buenas escenas de terror. Al final, este tipo de productos cubren el espacio de pantalla de buenas obras independientes como las sorprendentes ‘Daniel Isn’t Real‘ o ‘Colour Out of Space‘ cuando equivalen al clásico estreno de tapadillo en Netflix.