‘Super Mario Bros.’ Nunca tres palabras habían significado algo tan distinto en el mundo de los videojuegos y en el mundo del cine: por un lado es la franquicia más exitosa del ocio digital; por el otro, es también una de las adaptaciones fílmicas más difamadas de la historia.
Sus directores fueron condenados al ostracismo. John Leguizamo y Bob Hoskins se pasaron borrachos medio rodaje para soportarlo y este último lo consideró el gran fallo de su carrera; en general, casi ninguno de los que participaron en la película guarda un buen recuerdo de ella. Nintendo, hasta hace poquito, se negó a que Hollywood volviera a tocar una IP suya.
Vamos, que lo mismo te hueles por dónde vamos a ir porque… ¿de verdad es tan mala? No. Es extraña, psicodélica y en algunos momentos notoriamente torpe pero no es ni de lejos la peor adaptación de un videojuego que existe. Ese honor corresponde a… ¡Vamos a hablar de ‘Super Mario Bros.’!
La historia, que por supuesto incluye el secuestro de una princesa
Hace 65 millones de años, los dinosaurios desaparecieron de la Tierra por un meteorito: la clave es que no se extinguieron. Los que no murieron por el impacto o las consecuencias del choque, fueron desplazados a un universo alternativo, donde han evolucionado y desarrollado una civilización parecida a la nuestra.
En la actualidad de los años noventa, Mario (Bob Hoskins) y Luigi (John Leguizamo) son hermanos italoamericanos porque lo pone en el guión. También son fontaneros. Por esto del azar, cruzan sus caminos con Daisy (Samantha Matis), una arqueóloga que ha descubierto el impacto del meteorito en la mismísima ciudad de Nueva York. Lo que desconoce es que su pasado está vinculado a él.
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De modo que, cuando Daisy es secuestrada por Iggy y Spike (Fisher Stevens y Richard Edson), Mario y Luigi se disponen a rescatarla, viajan a la dimensión paralela y descubren Dinohattan, la única y tronadísima ciudad dentro de un mundo desértico.
Pero no lo tendrán fácil: el secuestrador es Koopa (Dennis Hopper), un militar que, después de un golpe de estado, se ha autoproclamado rey y busca a Daisy. Su intención es volver a unir su dimensión con la nuestra. Menos mal que una misteriosa plaga de hongos ayudará a Mario y Luigi…
Adaptando lo inadaptable
El reto que tenía por delante ‘Super Mario Bros.’ no se lo desearías ni a tu peor enemigo. Después de todo, el fuerte en la narrativa de estos juegos no se halla en la historia, sino en la parte jugable, otra narrativa distinta basada en la progresión del jugador.
Parece ser que una versión del guión consiguió atraer a Bob Hoskins, John Leguizamo o Dennis Hopper. Pero los directores Rocky Norton y Annabel Janken no filmaron éste, ni siquiera la última versión del guión, sino que reescribieron las escenas de un día para otro.
Este tipo de situaciones no son nuevas. ‘Iron Man’ (2008) sin ir más lejos se filmó sin guión terminado, con los actores prácticamente improvisando sus diálogos. Si consigues un ambiente de trabajo distendido, estas cosas salen solas.
Norton y Janken, sin embargo, eran más parecidos a pequeños dictadores muy pagados de sí mismos y, con el tiempo, la situación se hizo insostenible en el rodaje. Los actores se los tomaban a chufla. Los técnicos les insultaban a las espaldas.
Sólo puedo imaginar la cara de Roland Joffé (sí, el de ‘La misión’) al ver el resultado. Él, que estuvo nominado al Oscar en dos ocasiones y que tuvo que hacinarse diez días en un hotel japonés para que Hiroshi Yamauchi, presidente de Nintendo, le cediera los derechos con los que levantar el proyecto.
A lo mejor el problema no es de la película…
Pese a todo lo que os he comentado y de la evidente repulsa que un aficionado de Nintendo del núcleo duro pueda sentir, el caso es que la película no está nada mal.
Sus ajustadísimos 104 minutos, para toda la ambientación que cuenta, se pasan volando y el diseño de producción, a cargo de David L. Snyder (¡de ‘Blade Runner’, nada menos!) es una pasada al reinterpretar elementos de los videojuegos de Mario dentro de una distopía ciberpunk. La guinda la pone Alan Silvestri, uno de los grandes compositores vivos, que se marca una partitura divertidísima.
Ahora que tanto nos está pegando la nostalgia ochentera y noventera, e independientemente de si quieres matarla o mantenerla, no está de más rendirse a los pies de una película que mezcla, en la mejor tradición de aquellos años, humor tontorrón, sátira política, y diseños y ambientes malrolleros en un envoltorio supuestamente dedicado a todos los públicos.
Por último, cabe mencionar que, aunque odiaran su trabajo, Hoskins, Leguizamo, Matis y Hopper hacen un trabajo notable. Hopper brilla en especial como este rey lagarto, fascinado por el mundo humano hasta el punto de hacer su propia versión (la decadente Dinohattan es Nueva York, vaya) y a la vez germofóbico y temeroso de los hongos. Una mezcla de Donald Trump, Howard Hawks y Max Headroom, este último una creación de los propios directores.
La maldición de llamarse ‘Super Mario Bros.’
El principal problema de esta película no está en nada por lo que se la pone a caer de un burro: es que se llama Super Mario Bros. Si se hubiera titulado de otra forma y reconocido los guiños a la franquicia de Nintendo como eso, guiños; si se hubiera estrenado no la semana antes de ‘Parque Jurásico’, sino dos meses después, en plena dinomanía; si la crítica (y los jugadores) no se hubieran empecinado en denostarla sólo por adaptar un videojuego…
Al final, ‘Super Mario Bros.’ se esfuerza demasiado en lo que no hacía falta y hace cosas que nadie en su sano juicio le hubiera pedido. Pero el resultado merece una revisión desprejuiciada y algo más que una mirada condescendiente.
No por nada, poco a poco, se está empezando a redescubrir y defender este filme. Es un accidente glorioso del que todo el mundo quiere sacar fotos y que nos preguntamos cómo fue posible. A los cientos de vídeos en Youtube diseccionando el fenómeno hay que añadir Super Mario Bros. The Movie Archive, una página web exhaustiva que otras franquicias matarían por tener.
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Terminemos rompiendo de una vez por todas el debate de si es la peor adaptación de un videojuego rompiendo el melón: prefiero mil veces una película que se arriesga e incluso interpreta de forma imaginativa el material de partida, a un producto inane (como la cuajada fílmica esa de Chun Li) o aburrido, como casi todas las de Voldeboll Uwe Boll.
Y ahora os pregunto: ¿alguno de vosotros quiere darle una seta verde a este par de fontaneros?