Steve
Jobs
era
conocido
por
su
visión
implacable
y
su
estilo
directo
en
el
mundo
de
los
negocios.
Solía
manejar
los
tiempos
a
su
manera
para
lograr
el
resultado
que
quería
e
incluso,
en
alguna
que
otra
keynote,
no
dudaba
en
ridiculizar
a
compañeros
como
forma
de
desquite.
Gustara
más
o
menos,
el
éxito
tanto
de
Jobs
como
de
Apple
es
innegable,
y
hoy
vamos
a
recordar
una
de
esas
historias
en
las
que
Jobs
no
tuvo
reparo
alguno
en
decir
exactamente
lo
que
pensaba,
cayese
quien
cayese.
Entre
Steve
Jobs
y
Howard
Schultz,
el
ex
CEO
de
Starbucks,
existía
una
buena
relación.
El
hecho
de
ver
siempre
algún
MacBook
en
una
de
sus
cafeterías
no
es
casualidad,
sino
que
tiene
su
origen
tiempo
atrás,
justamente
en
2008,
cuando
Schultz
regresó
al
cargo
de
CEO
en
plena
crisis
que
tenía
a
Starbucks
contra
las
cuerdas.
Durante
una
visita
al
campus
de
Apple,
aprovechó
para
hablar
con
Jobs
sobre
los
problemas
a
los
que
se
enfrentaba.
Schultz
estaba
frustrado
con
el
rumbo
que
había
tomado
su
equipo
directivo
y
buscaba
consejo.
Mientras
compartía
sus
preocupaciones,
Jobs
le
interrumpió
de
forma
tajante: «Esto
es
lo
que
tienes
que
hacer…
vuelve
a
Seattle
y
despide
a
todos
los
de
tu
equipo».
Schultz,
atónito
ante
una
recomendación
tan
extrema,
pensó
que
Jobs
estaba
de
broma.
Pero
la
intensidad
con
la
que
se
lo
dijo,
incluso
gritándole
a
la
cara,
dejó
claro
que
hablaba
completamente
en
serio.
Y
lo
cierto
es
que
tenía
razón.
En
menos
de
nueve
meses,
la
mayoría
del
equipo
ejecutivo
de
Starbucks
había
salido
de
la
empresa,
tal
y
como
Jobs
había
anticipado.
Steve
Jobs
siempre
fue
muy
claro
con
su
filosofía
empresarial:
cero
tolerancia
a
la
mediocridad
y
acción
rápida
y
contundente
ante
cualquier
problema.
Para
él,
o
contabas
con
empleados
de
primera
categoría
o
mejor
no
tenerlos.
Aquella
sugerencia
de
despedir
al
equipo
directivo
de
Starbucks
no
fue
algo
aislado
en
su
trayectoria:
desde
su
regreso
a
Apple
en
1997,
llevó
a
cabo
despidos
masivos
y
reestructuraciones
drásticas,
eliminando
miles
de
puestos
y
simplificando
la
gama
de
productos
para
centrarse
en
lo
realmente
importante.
Esa
estrategia
no
solo
salvó
a
Apple
de
la
bancarrota,
sino
que
acabó
convirtiéndola
en
una
de
las
empresas
más
valiosas
del
planeta.
Foto
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Jason
Yuen
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